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Tenía solo 19 años y aunque comenzaba a despuntar en el underground madrileño estaba lejos de ser una estrella. Corría el año 1983, Felipe González acababa de ganar sus primeras elecciones y Madrid era una fiesta. Un fiestón. En una de esos saraos que jalonan una época en la que la gente tenía ganas de divertirse tras la larga noche del franquismo, Alaska y sus dinaramas actuaron para Andy Warhol. Entonces, ha explicado Olvido Gara, pensó que ya le había pasado “todo lo que le podía pasar”.

Aún le tenían que pasar muchas cosas, claro, como que muchos años después, un amigo le llamara desde una exposición de Warhol para decirle que la “estaba viendo” en uno de los cuadros. El cuadro se llama Unknown Woman (“mujer desconocida”) y pertenece a la serie de las “obras cosidas” del genio que inventó el arte pop.

Quizá sin que se diera cuenta, Warhol, pionero en todo, también en ir con una cámara de fotos a todas partes como hacemos ahora, la fotografió en esa fiesta para después inmortalizarla en uno de sus famosos retratos. Con el pelo punki ochentero, los labios pintados de negro y la línea de ojos muy marcada, es indiscutible que el aspecto de esa Alaska aún adolescente representa de manera icónica el espíritu de la Movida.

Más de 40 años después de esa actuación delante de Warhol, con motivo de su célebre visita a Madrid en 1983 para presentar una exposición especialmente dedicada a nuestro país, el documental Warhol y Vijande: Más que pistolas, cuchillos y cruces, dirigido por Sebastián Galán, recupera ese momento de fulgor en el que la ambición del galerista Fernando Vijande, más mecenas que comerciante de arte, “bendijo” la Movida, como recuerda Agatha Ruiz de la Prada en la película.

Peinados locos, estilismos imposibles, mucha licra, actitud canalla y ganas de comerse el mundo. La Movida sigue marcando de manera profunda la cultura española. Recuerda Alaska: “Yo no usaría la palabra nostalgia para describir mis sentimientos con esa época. A ver, yo tengo nostalgia con lo que no he vivido como el Nueva York de los 70. A mí me hubiera encantado vivirlo, pero lo que ya viví no me causa nostalgia”.

Personaje popular gracias a la música pero también a la televisión, Alaska prosigue: “Hoy estamos en la era digital, nada puede ser igual. ¿Cómo definimos underground en la era de los tiktoks? ¿Qué es underground? Cuando un artista a lo mejor tiene 7 millones de seguidores, pero realmente nadie compra su producto… Eso no quita que estas eclosiones como la que se produjo en Madrid en los 80, en Nueva York en los 70 o el Swinging London de los 60 no puedan volver a repetirse. Cada ciudad tiene su momento de eclosión”.

La ley del péndulo

La exposición de Warhol en Madrid no solo sirvió para que la ciudad se consagrara como nuevo epicentro de la modernidad, también sirvió para que el propio Warhol se hiciera otra idea de nuestro país. Cuando Fernando Vijande le pidió una exposición especial se le ocurrió el tema de “pistolas, cuchillos y cruces”, porque para el artista de origen húngaro España estaba asociado a ”la guerra civil y muerte”.

Sus antiguos colaboradores, muy viejecitos ya, en el documental tratan de suavizar una impresión tan rotunda asegurando que esos son también tres elementos que definen la cultura estadounidense. También celebran que les permitiera conocer un movimiento en el que ya destacaban Pedro Almodóvar, Fabio McNamara o Alberto García Alix en un momento cumbre de la creación española.

Fernando Vijande, entrevistado en RTVE

La Movida no solo reventó los cánones estéticos, también puso patas arriba un mundo cultural español que venía muy marcado por la lucha antifranquista y el compromiso político. Con su apuesta por la diversión, el propio pop como exaltación de la cultura consumista, la Movida se quitó los viejos corsés marxistas.

Dice Alaska: “Son péndulos. Y la acción tiene reacción siempre, que es lo que a veces da miedo cuando las cosas se ponen muy extremistas. Lo que yo digo es no se ponga usted tan extremista porque la reacción ¿cómo va a ser? No solo en lo cultural, también en lo social”.

Prosigue Alaska: “Fernando Vijande hizo una buena fusión entre esos que cambiaron las cosas en los 70 y los que a finales de los 70 empezamos a hacer cosas. Entre el mundo del Grupo de Cuenca y el mundo del productor Elías Querejeta. A nosotros nos gustaba lo de Cuenca y nos gustaba lo de Querejeta. Pero ellos no nos veían con buenos ojos, a ninguno. Para ellos nosotros éramos unos frívolos, poco serios, y Warhol era Dios. Y Vijande vivió esos dos mundos”.

Siguiendo el movimiento del péndulo, de la generación de izquierdas antifranquista a la explosión de alegría de la Movida despolitizada, o de la asociación de la simbología católica con el franquismo a su reapropiación actual por parte de artistas como Rosalía, los Javis o la reciente ganadora de la Concha de Oro Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa.

Warhol, en una imagen del documental

En esto, como en otras cosas, Alaska fue pionera con sus crucifijos. Explica la artista: “A ver, esto es muy individual, pero yo, por ejemplo, siempre he sido creyente. Cuando llevaba los crucifijos en la oreja no era por subversión, era por ser creyente. Quizá no lo debería haber llevado en la oreja, y eso resultaba raro porque lo debería llevar en el cuello, yo me lo pongo donde quiera. Pero claro, eso es muy personal. Yo no crecí en España, crecí en México, y yo no tuve formación religiosa. Fue algo que me transmitió mi abuela.

Prosigue: “Entonces yo no tenía conflicto con eso, yo no viví esa época de España. Yo no tenía conflicto con la autoridad, yo no tenía conflicto con la religión, yo no tenía conflicto con nada, yo era lo que era. Y yo creo que eso es lo que nos hacía únicos, que no teníamos los conflictos impostados de las generaciones previas. No veníamos del mundo de mayo del 68, o de los que llamaban pigs al poder en Estados Unidos, no teníamos nada que ver con eso”.

Y ya por acabar, ¿qué le reprocha Alaska a la Movida? “Ese nombre tan feo. ¿A quién se le ocurrió?”