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“Me han pasado cosas muy mágicas en los últimos cuatro años”, asegura Alauda Ruiz de Azúa (Barakaldo, 1978). Curtida en la publicidad y en el mundo del corto, la oportunidad de debutar en el cine le llegó pasados los cuarenta, pero en poco tiempo se ha convertido en uno de los grandes valores de nuestra industria. Lo atestiguan tres obras deslumbrantes en las que ha sometido a la institución familiar a distintas tensiones.

Cinco lobitos (2022), ópera prima que abordaba el tema de los cuidados y la maternidad precaria, recibió la Biznaga de Oro de Málaga y tres premios Goya, entre ellos el de mejor dirección novel. La incisiva Querer (2024), sobre la violencia sexual y el consentimiento en el matrimonio, se impuso como mejor serie dramática en los Forqué y en los Feroz. Y Los domingos, que llega este viernes a las salas, ha conquistado la Concha de Oro en San Sebastián.

“Nos ha hecho mucha ilusión recibir este premio porque teníamos la sensación de que estábamos arriesgando, de que era lo más complejo que nos habíamos atrevido a hacer hasta ahora”, asegura una radiante Ruiz de Azúa, que atiende a El Cultural desde la oficina de la productora Sandra Hermida, cerca de la Plaza Mayor de Madrid, días después de recibir el preciado galardón.

“Además, nos han otorgado el premio de la crítica internacional, lo que ha disipado nuestras dudas de si una historia tan local se podía entender fuera", continúa la cineasta. "El público ha conectado con el viaje emocional y existencial del filme”.

Más cerca de Dios

La película narra lo que acontece cuando la adolescente Ainara (la debutante Blanco Soroa) confiesa que se siente cada día más cerca de Dios y que se plantea abrazar la vida de monja de clausura. La noticia irá agrietando poco a poco un núcleo familiar marcado por la ausencia de la figura materna y cierta precariedad.

Mientras su tía Maite (Patricia López Arnáiz), una mujer progresista de fuerte carácter, trata de convencerla para que aplace la decisión hasta que haya ido a la universidad, su padre (Miguel Garcés) se mostrará más comprensivo, aunque no sabemos si por aliviar su economía o por genuino respeto.

Pregunta. ¿Cómo surgió el proyecto?

Respuesta. No soy creyente y vengo de una educación laica, por eso fue muy impactante que una chica de mi entorno ingresara en una orden. Yo estaba en mi veintena y me resultó desconcertante que ella tomara esa decisión en un momento en el que se supone que íbamos a empezar a vivir de verdad. Es algo que siempre he tratado de entender.

P. ¿Cómo investigó el tema?

R. He hablado con mucha gente, desde chicas que estaban en el proceso de discernimiento a mujeres que habían abandonado la orden religiosa, pasando por familiares e incluso psicólogos. Muchas familias consultan con estos profesionales, porque piensan que su hija ha sido engañada. Hay como dos perfiles de mujeres con vocación: por un lado, la religiosa migrante de Latinoamérica o África y, por otro lado, chicas españolas de clase media-alta, académicamente brillantes, con inquietudes.

Alauda Ruiz de Azúa. Foto: Sara Fernández

P. ¿Le provocaba algún temor hablar de un tema tan sensible como la religión?

R. Me preocupaba tomar un camino fácil, complaciente, que condujera a un debate ideológico sobre lo religioso muy binario, que solo complaciera a un determinado punto de vista. Pero a medida que iba recopilando historias y testimonios, me daba cuenta de que había algo realmente profundo por explorar.

»Como no soy creyente, la hipótesis de la divinidad me cuesta compartirla, pero no tengo dudas de que para estas personas ese sentimiento es absolutamente real. Pero, más allá de eso, me parecía interesante explorar lo qué hay detrás, desde temas psicológicos o familiares hasta el papel que juegan los adultos del mundo religioso que rodean a chicas tan jovencitas.

P. En una sociedad tan polarizada, ¿es una actividad de riesgo entrar en lo religioso?

R. Hay mucho estímulo para soltar lo más visceral, antes que lo reflexivo o lo empático. Pero en Donosti he sentido que el público agradece que yo no empuje como narradora en un sentido o en otro. Me gusta lanzar preguntas, mostrar contradicciones, cuestionar situaciones incómodas… Después es el público quien tiene que juzgar por su cuenta.

P. ¿La familia es una institución que requiere también un acto de fe?

R. La familia y el amor implican saltos al vacío tras los que no sabes si hay red. En lo religioso a veces se da la paradoja de que hay gente que es practicante, esa cosa de celebrar la comunión y mandar a los hijos a un colegio de monjas, pero no es creyente. Con la familia ocurre un poco lo mismo: hay mucho practicante, se mantienen rituales como las comidas de domingo o las cenas de Navidad, pero no sé si acabamos de creer del todo en ella.

P. Hábleme sobre los personajes. Cada uno tiene sus razones, ¿no?

R. La película se construye precisamente con puntos de vista muy estrictos para que el espectador tenga ese margen para viajar. Pero quería entender bien a los personajes, estresar su manera de pensar y, al mismo tiempo, guardar cierta distancia.

»Pienso mucho en términos de espectadora. Me gusta que me hagan pensar y tener esa sensación de no saber muy bien dónde situarme respecto a los personajes. Pero no todo puede ser tan intelectual, también tienes que seducir y atrapar al espectador. Y eso lo trato de alcanzar a través de la tensión y la comicidad. Cuando siento que tengo unas respuestas muy claras, pierdo el interés.

P. Uno de los temas de la película es la tolerancia...

R. La genuina es muy compleja. En el caso de Maite, que es un personaje muy armado intelectualmente, cuando la situación se mete en un embudo y ve que todos sus argumentos para que cambie de opinión su sobrina se van cayendo, surge una intolerancia. Pero es que tampoco tengo claro que haya que tolerarlo todo.

»Y después estaba el tema de la superioridad moral, que es algo en lo que no solo incurre Maite, también la madre priora o la propia Ainara, que están parapetadas detrás de un dogma, de una verdad absoluta. Eso hace que sea imposible una comunicación real entre ambas partes.

P. ¿Cómo construyó el tono de la película?

R. Buscaba la textura de la vida real. Nunca pienso en buscar las risas del público de manera frontal. En Los domingos hay una tensión familiar que creo que es lo que acaba desatando la risa. Necesitamos relajarnos un poco ante lo que estamos viendo. Al final, la gente también llora. Pero así es la vida también, con risas y llantos. Me parece que esta reacción del público indica que la historia está viva.

P. ¿Cuál fue el mayor reto del rodaje?

R. La coralidad. Es, sin duda, la película más coral que he hecho. He montado hasta un coro, con su intrahistoria para la cuadrilla que lo forman. También había que organizar la congregación religiosa, para que tuviera un poso, una energía, unos rituales… Ensayamos mucho para generar todo eso. No puedes llegar el primer día, dar un par de órdenes y esperar que todo tenga una textura real.

P. ¿Cómo es su método de trabajo durante el rodaje?

R. No soy especialmente rígida ni necesito tener la sensación de que lo controlo todo. Para mí sí que es muy importante la dirección de actores, construyo la película en torno a ellos. Muchas veces puedo llevar una planificación tentativa, pero necesito llegar a la localización para ver qué es lo que funciona y qué es lo que no lo hace. Y luego nos adaptamos.

»Como soy minimalista, soy ágil, no tengo storyboard ni nada de eso. Pero hay algunas imágenes que sí aparecen antes, como el Cristo del comienzo, mientras suena Quevedo, o el final con Maite en el paso de cebra.

Alauda Ruiz de Azúa. Foto: Sara Fernández

Algo claustrofóbico

P. Pues la puesta en escena sí parece muy planificada…

R. Es que en el rodaje, por el camino, vas aprendiendo mucho. Por ejemplo, que la historia tiene algo claustrofóbico, muy de interiores. Empecé entonces a jugar con la idea de que todos están en su propia clausura, encerrados en sus respectivos dramas personales. Por eso encuadro sin cielo, quitando el aire.

P. Introduce reguetón y trap en la película...

R. Soy muy pudorosa poniendo música, pero aquí me he arriesgado un poco más. También porque hay algo superinteresante en cómo se relacionan los artistas de reguetón o trap con lo religioso. En una misma canción pueden estar hablando de follar y de ir a misa, sin ningún problema. Karol G ha ido a cantar al Vaticano. Se relacionan con lo religioso desde un sitio muy natural, con mucha fluidez.

P. ¿Cómo cree que dialoga Los domingos con sus anteriores trabajos?

R. Formal y estilísticamente, siento que he encontrado un sitio en el que estoy muy cómoda: esos puntos de vista estrictos, la desnudez en el lenguaje, la preeminencia de la dirección de actores. A nivel temático está ahí, obviamente, el asunto de la familia, aunque cada vez intento cuestionarla desde lugares más sutiles.

» Y, por último, también me interesa el tema de hasta qué punto las mujeres pueden ejercer su libertad o están condicionadas por circunstancias como los cuidados, la violencia, el abuso...