Cuando Diane Keaton y Woody Allen se conocieron en la audición para la obra teatral Sueños de un seductor, a los productores les preocupó solo una cosa: la altura.
Pero Keaton quedó prendada del humor, la timidez y las neuronas incombustibles del director neoyorquino —"Estaba enamorada desde el momento en que lo vi", aseguró en una entrevista—, y Allen se sintió inmediatamente atraído por el carisma genuino de la intérprete californiana.
Pronto esos pocos centímetros quedaron opacados por una complicidad inigualable.
Más allá de la atracción romántica (su relación sentimental fue breve, entre 1970 y 1971), los dos mantuvieron desde entonces un profundo vínculo a lo largo de media docena de películas y una amistad inquebrantable.
"Woody Allen es mi amigo y sigo creyendo en él", aseguró Keaton en 2018, una de las pocas celebridades que salieron en su defensa tras las acusaciones de abuso sexual formuladas por Mia Farrow contra él.
Esa amistad se forjó a través de numerosas películas durante los años 70 y 80. Tras la adaptación cinematográfica de Sueños de un seductor (1972), Keaton interpretó a Luna Schlosser, la compañera e interés romántico del personaje de Allen en El dormilón (1973), una delirante comedia futurista.
En La última noche de Boris Grushenko (1975) encarnó a Sonja, la ingeniosa y sarcástica esposa del antihéroe ruso y tres años después, en Interiores (1978) fue Renata, una poeta sofisticada atrapada en un drama familiar.
En la oda neoyorquina definitiva de Allen, Manhattan (1979), dio vida a Mary Wilkie, una crítica literaria envuelta en un triángulo amoroso con Allen y el personaje de Meryl Streep, pero Annie Hall (1977) fue su dupla cinematográfica más icónica.
Entre el humor y la melancolía, la película cuenta la imposibilidad romántica y la complicidad intelectual que marcó la relación real entre Keaton y Allen.
El cineasta escribió el personaje principal inspirado directamente en ella —de hecho, Hall es el verdadero apellido de Diane—, y casi todas las excentricidades, gestos y estilos de Annie nacieron de la actriz, famosa por su icónica y desenfadada manera de vestir, sus bromas sobre sí misma y su espontaneidad.
Incluso Keaton declaró más de una vez que compartía las inseguridades y los sueños del personaje, y que la relación profesional con Allen después del desenlace sentimental fue "más rica, creativa y libre".
La química quedó inmortalizada en el guion y el rodaje, a menudo improvisado, con diálogos sacados de su propia relación.
El cineasta retrata en el filme cómo, tras el fin de su relación amorosa, la amistad y admiración mutua se tradujeron en una creatividad imbatible.
El papel supuso el gran despegue de Keaton, que ganó el Oscar a Mejor Actriz y se consolidó como icono de estilo de Hollywood.
En 1987, la intérprete hizo un cameo en Días de radio, la única película en la que coinciden las dos grandes musas de Allen, Mia Farrow y Keaton, aunque sus papeles no se cruzan en pantalla.
Sin embargo, no fue hasta Misterioso asesinato en Manhattan (1993) que volvió a ponerse totalmente a las órdenes del cineasta.
En este filme, Keaton interpretó a Carol Lipton, una ama de casa neoyorquina con una vida tranquila que, tras la sospechosa muerte de una vecina, se obsesiona con resolver el posible asesinato.
Diane Keaton y Woody Allen en 'Misterioso asesinato en Manhattan'.
La película está construida como una comedia de suspense donde el personaje de Keaton es el verdadero motor de la trama: su curiosidad y energía arrastran a su marido (Woody Allen) y a un amigo (Alan Alda) a una investigación detectivesca plagada de referencias al cine clásico de misterio.
El regreso de Keaton permitió a Allen explotar su faceta cómica más brillante, con escenas de pareja donde se recupera la química y la complicidad que los había consagrado en los años 70.
Esta colaboración marcó el reencuentro profesional y una suerte de homenaje al cine que redefinieron juntos, y fue precisamente Keaton quien sustituyó a Mia Farrow (a quien estaba originalmente destinado el papel) en pleno escándalo mediático y de ruptura con Allen.
El reencuentro, lejos de mirar al pasado, supuso una nueva madurez interpretativa para la dupla, demostrando que el magnetismo trabajando juntos seguía intacto tras dos décadas.
Al conocer la noticia del repentino fallecimiento de la actriz, Allen, "que no conocía el estado de salud de Keaton", han asegurado fuentes cercanas a la revista People, se ha mostrado "sorprendido y molesto" y le ha hecho reflexionar sobre "su propia mortalidad".
