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La lista de músicos con inmenso talento que han caído víctimas de las drogas es casi interminable. ¿Por qué tanta desgracia, tanto dolor, en personas dotadas con la gracia del talento y el regalo del afecto de la gente?



Una pregunta quizá insondable que en Flores para Antonio trata de resolver su propia hija, la actriz Alba, que lo perdió a los nueve años. “El dolor del mundo”, dice Lolita, su tía. Porque cuando estos músicos mueren no solo dejan devastados a miles o millones de fans, también dejan atrás amigos y familias rotas que nunca podrán dejar de preguntarse qué hicieron mal. O qué pudieron hacer mejor.



Presentado en San Sebastián como “proyección especial” fuera de concurso, el documental aúna el interés musical —ya que Flores era un compositor y cantante extraordinario— con el viaje emocional de una hija que muchos años después, claro, sigue echando de menos a su padre.

Ha dicho Alba Flores: “Para mí esto es un antes y un después en mi vida tremendo. Yo no sé si nunca había hecho algo tan importante ni tan significativo para mí misma, y creo que para mi familia también”.



Isaki Lacuesta, ganador dos veces de la Concha de Oro en San Sebastián con Los pasos dobles (2011) y Entre dos aguas (2018), ha explicado: “Un día de rodaje, cuando filmamos las conversaciones de Alba con su madre, con Ana, que fue extremadamente catártico, yo les decía que sois unas kamikazes de la inteligencia emocional. Y es que son así, son gente muy sabia, que han trabajado mucho. Y de esto quiero pensar que se aprende, estando todo este tiempo con ellas”.



Nacido en 1961 y fallecido prematuramente en 1995, a los 33 años, Antonio Flores nunca fue “normal”. Como él mismo explica en el documental en una entrevista de la época: “Ya solo salir de la vagina de mi madre, me hicieron una foto”. La suya, queda claro —la gran Lola—, nunca fue una persona normal.



Una madre famosa y rica, en una casa donde siempre había jarana, que no cumple el estereotipo de “madre famosa entregada solo a sí misma”, ya que siempre cuidó y quiso a sus hijos, sobre todo a Antonio, el Antonio de sus amores.

Para Alba ha sido un viaje de descubrimiento de su propio padre, pero también la oportunidad de hablar con su familia sobre episodios dolorosos que por fin pueden sanar 30 años después.



Ha dicho la joven actriz: “Una de las cosas que me ha animado a hacer esto y hacerlo en abierto para el público, y contar tantas cosas, exponernos tanto, es que muchísima gente a lo largo de mi vida venía hablándome de cómo mi padre había sido significativo en sus vidas de alguna manera, su música, su carisma. Mucha gente que le conoció en vida también. Sentía que debía compartirlo con todo el mundo, crear un lugar donde todos podamos recordarle, celebrarle y llorarle también cuando haga falta”.



Y ha proseguido: “Cuando empezamos a hacer la película y a grabar secuencias con mi familia, con mis tías, con mis primos, yo no era consciente de que no había hablado con ellas de todo esto. Fue descubrirlo ahí, ya con las manos en la masa, con lo cual creo que todos hemos descubierto muchísimo de mi padre, pero también mucho de todos. Es como que hemos unido las piezas y las visiones que tenía cada uno de él, de su vida y de su muerte. Y claro, de repente tenemos un retrato mucho más completo, compartiendo quién era él entre nosotros”.

La codirectora, Elena Molina, ha dicho al respecto: “La figura de Lola, que de alguna manera creemos que fue la primera influencer cuando ni siquiera existía el término. Entonces sí que todo el rato era pensar en diferentes espectadoras que pudieran acercarse a la película desde diferentes lugares y dar como las píldoritas necesarias pero, sobre todo, lo más importante es que fuera una historia universal y que de alguna manera conectase. Que todo el mundo tiene en sus familias silencios, conversaciones pendientes, ausencias que duelen”.



La música de Flores, a medio camino entre el rock, el pop y la rumba, destilaba una autenticidad poco común. Entre sus canciones más conocidas figuran No dudaría, convertida en himno contra la violencia, Siete vidas, con su mezcla de melancolía y energía vital, y Alba, una emotiva balada dedicada a su hija que aún hoy emociona.



En el documental se pone en valor el hecho de que el joven músico fue un revolucionario a su manera, que se atrevió (como Bob Dylan) a pasar del folk al rock.



Si en el filme se plantea hasta qué punto ser hijo de Lola Flores fue una bendición o una maldición (la prensa fue cruel con él, diciendo que su éxito se debía a ser hijo de quien era), también ese legado artístico resulta borroso en el caso de Alba.

Conocida como actriz en series como Vis a Vis o La casa de papel, en el documental vemos que durante muchos años no ha podido cantar por ese trauma paterno.



Ha dicho Alba: “En la película se ve claramente que no es tan sencillo de explicar, ni siquiera yo de explicármelo a mí misma, porque no hay cuál es la dificultad. Y creo que me viene a la cabeza el momento en el que veo las imágenes mías de pequeña cantando con mi padre y me preguntan por qué no sigo cantando. Y yo me pongo nerviosa y digo: no lo sé, no lo sé, y llorando, porque realmente está compuesto de muchas cosas, del duelo, de la pena de no poder hacerlo con él… Y, claro, de la exigencia de tener que llegar tan lejos y esta sensación de que cantar tuviese que doler”.



El documental ha hecho su magia y Alba Flores ya comienza a perder ese miedo a la música: “No me sentía libre ahí, para escoger cantar o no hacerlo. Creo que eso ha cambiado, ahora sí que me siento más libre para ir donde me lleve el viento”.