Luca Guadagnino lleva toda una carrera estudiando las relaciones entre el anhelo y el poder. Desde su debut con Io sono l'amore (Yo soy el amor), de 2009, las manos han servido en su cine para acariciar y hacerse con oscuros objetos del deseo.
Por entre las réplicas elegantes de Call Me By Your Name y las mordeduras caníbales de Hasta los huesos, y de forma más explícita en Rivales o Queer, Guadagnino se sostiene como el gran estudioso contemporáneo de aquello que anhelamos.
Por ello, que firme hoy un retrato sobre los límites traspasados por un abuso sexual se adviene como un ejercicio de investigación, o de autocrítica, más que interesante. Guadagnino aceptó el guion de una desconocida Nora Garrett, de hecho, porque "establecía una conversación que yo ya había empezado conmigo mismo sobre la idea del poder".
Le cuestionaba: "¿Qué queremos cuando buscamos poder? ¿Por qué lo queremos? ¿Por qué luchamos por tenerlo en nuestras manos y arrebatárselo a otros?". La dominación, ha explicado, es un tema que le interesa superlativamente: "Cuando observo en los demás el deseo de otra cosa, la afirmación de uno mismo por encima de los demás".
Pero Guadagnino ve la lucha por el poder como un giro a su trayectoria, y para explicarse ha referido a la frase célebre de Herman Melville, el "preferiría no hacerlo": "Para mí, esta película trata de los que quieren, en lugar de los que prefieren no hacerlo. Hasta ahora he hecho películas sobre gente que prefiere no hacerlo. Esta vez he buscarlo darle la vuelta".
El film del que habla es Caza de brujas, un melodrama protagonizado por una mujer imperfecta pero sufrida, de herencia claramente almodovariana. Alma Imhoff (Julia Roberts), profesora de filosofía en Yale, recibe una confesión dolorosa de parte de su alumna predilecta, Maggie (Ayo Edebiri).
El mejor amigo de Alma, Hank (Andrew Garfield), ha abusado de ella. Estupefacta, inquisitiva, la docente no sabe responder a la altura de Maggie, o de los ideales feministas que abandera, tan orgullosa.
Ya en la rueda de prensa, Roberts ha enfrentado las primeras voces que ven en la película un alegato antifeminista: "Nuestra intención era actualizar los debates para seguir hablando. Queríamos que todo el mundo sumara nuevas perspectivas sobre la realidad, sacudir convicciones".
Añadía, alegando no importarle la controversia: "No se trata tanto de hacer una declaración, sino de compartir estas vidas durante este momento y luego hablar sobre ello. Estamos perdiendo el arte de la conversación entre humanos, conseguir que la gente hable entre sí es lo mejor a lo que aspiramos".
Al mismo tiempo, Alma tampoco puede evitar la frialdad que se ha abierto entre ella y su compañero y confidente, interpretado por un hiperbólico Andrew Garfield.
El actor ha admitido haber aceptado el papel de un hombre que condenaría como ejercicio de comprensión humanista: "Los seres humanos se comportan de manera instintiva, casi animal, cuando se encuentran en una situación que sienten de vida o muerte. Sus impulsos, sus deseos y sus necesidades son invisibles incluso para ellos mismos, se convencen de que son el protagonista o el héroe de la historia". Todos los hombres lapidados por el #MeToo sienten que son un héroe agraviado por la historia, claro.
"Como ser humano y también como artista, mi creencia –quizá idealista– es que todos tenemos responsabilidades los unos con los otros, por pequeñas o grandes que sean. Eso fue precisamente lo que hizo que el personaje de mi película me resultara tan atractivo: creo que ella no necesariamente comparte mis valores", ha explicado Ayo Edebiri.
La Sydney de The Bear interpreta quizás al más complejo de los perfiles del filme. La favorita de Alma, una nepobaby muy cuestionable en términos académicos que, no obstante, se encuentra en un dilema. ¿Salpica a la profesora que tanto la ha defendido en nombre de la justicia? "Creo que muchas mujeres sienten una gran decepción cuando dan por sentado que van a encontrar referentes en un lugar como este [en la Academia, un mundo muy masculino]".
En fin, como alega Julia Roberts, no hay buenos personajes sin sus dimensiones, incluso las más conflictivas: "Es en lo problemático donde está el sabor". Y la Caza de brujas de Luca Guadagnino aspira a ser controvertida, puesta en duda, "problemática" en el mejor sentido. En un festival de Venecia marcado por los silencios incómodos ante cuestiones políticas, merecen todo nuestro aplauso quienes abordan los debates de cara. Roberts, de hecho, bromeaba: "Tenía una gran visita [por Venecia] planeada esta mañana, pero estoy aquí". Elegancia, valentía y humor.
