Publicada

John Wick se hunde tras la muerte de su mujer por cáncer y hasta el último James Bond es sensible y atormentado. Ejemplos de tipos que reparten estopa ya sea a puñetazo, sablazo o tiro limpio mientras arrastran gravosos traumas hay a patadas. El cine de acción, con frecuencia, busca también cierto dramatismo para dar fuste a sus producciones.

A la saga Nadie, precisamente, lo que la favorece es lo contrario: aquí se trata de pasárselo bien, y punto, en el viejo espíritu de esa "serie B" a la que Quentin Tarantino le ha sacado tanto partido. Y lo mejor es que las películas son muy divertidas.

Volvemos a ver al atribulado Hutch Mansell (Bob Odenkirk), un cincuentón que lleva una vida de aparente placidez, incluso grisura, en una de esas casas con backyard de los infinitos suburbios estadounidenses. Felizmente casado (con Connie Nielsen) y con dos hijos adolescentes. Como él mismo decía en la primera película: "Quizá me he pasado de normalito".

Originalidad y gozo

Dirigida por el ruso Ilya Naishuller y escrita por Derek Kolstad, Nadie 2 es más de lo mismo, y eso está bien. Esta vez, el antihéroe se va de vacaciones con la familia y el abuelo (Christopher Lloyd, todavía en pie de guerra a sus 86 años) a un resort más bien cutre y decadente en plena campiña inspirado en el viejo far west. En un lugar que le da recuerdos de infancia donde todo parece suspendido en el tiempo, el protagonista, por supuesto, se liará.

Bob Odenkirk —a quien yo no recordaba pese a su paso por Breaking Bad y Better Call Saul— parece haber encontrado aquí el papel de su vida. Entregado a su personaje, logra una curiosa combinación entre Chuck Norris y Buster Keaton: buen gancho y un estoicismo fatalista imperturbable.

Porque el antihéroe de Nadie podría decir aquello de: "yo quiero ser bueno, pero Dios me ha hecho malo". Aunque no tan malo: Hutch Mansell suele meterse en líos para defender "al débil", con cierto aire quijotesco, y tiene la extraña costumbre de quemar dinero (y, de paso, meterse en más líos).

De esta manera, resulta que la película también tiene su miga filosófica, aunque lo parezca poco. Con una violencia totalmente teatralizada en la que el daño no duele, Mansell nunca ataca, solo se defiende, en una extraña (y graciosa, por qué no) celebración de la ira. Ya lo dice Yuval Noah Harari, civilizarse es bonito, pero la represión también duele. Y el cine también está para eso, para ver cómo otros hacen lo que nos gustaría (y nos aguantamos).

Pasada la sorpresa de la primera entrega, Nadie 2 demuestra que el personaje da para más y acierta al no "hacerse más grande" tras el éxito inicial. Con una trama algo enrevesada de contrabando y corrupción policial, por momentos la motivación para meterse en semejante berenjenal es poco sólida (nadie se la juega tanto por desconocidos).

Pero da igual. Nadie, con menos agudeza pero también menos petulancia que Tarantino, juega con los códigos clásicos de la serie B (los malos son muy malos y la violencia siempre es divertida) sin complejos.

Así, enlazando set pieces de gran plasticidad acrobática —la pelea en el ascensor, en el bowling center— con toques de humor y cierto espíritu cafre, el resultado es que te lo pasas muy bien viéndola y, cuando se acaba, no te has dado ni cuenta.

Nadie 2

Dirección: Timo Tjahjanto

Guion: Umair Aleem, Derek Kolstad, Bob Odenkirk, Aaron Rabin

Intérpretes: Bob Odenkirk, Connie Nielsen, John Ortiz, RZA, Sharon Stone, Colin Hanks, Christopher Lloyd

Estreno: 15 de agosto.