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La producción de un largometraje suele ser un proceso verdaderamente complejo, una gran maquinaria en la que intervienen muchas personas y donde, ya de por sí, es casi un milagro que llegue a proyectarse en un cine. Pero además por diversos motivos directos o indirectos, puede llegar a convertirse en un auténtico fiasco.

Stanley Kubrick lo resumió perfectamente con esta frase: "Hacer una película es como intentar escribir Guerra y paz en un coche de choque de un parque de atracciones", reflejando la complejidad que puede alcanzar un rodaje en base al sufrimiento de todos sus participantes.

A continuación repasamos algunos de los ejemplos más representativos de la historia del cine.

El mago de Oz

Victor Fleming. Estados Unidos, 1939.

Fotograma de 'El mago de Oz'.

La puesta en marcha de este mítico largometraje, que consiguió crear un mundo de color e ilusión en el que la magia estaba presente en cada uno de sus planos, se merecería por sí misma una película propia: intoxicaciones, hospitalizaciones y diversos problemas que convirtieron el rodaje en un proceso lleno de calamidades.

Ya la cosa no comenzó bien con un guion que pasó por una docena de guionistas y hasta por cinco directores —Richard Thorpe, George Cukor, Mervyn LeRoy, Victor Fleming y King Vidor—, haciendo que la Metro-Goldwyn-Mayer se plantease la cancelación del proyecto cuando el presupuesto se disparó y el rodaje se prolongó más de cinco meses.

Un rodaje especialmente duro en el que los actores tenían que estar preparados desde las 4 de la madrugada para comenzar su proceso de caracterización y, debido a la dificultad de movimiento por sus grandes trajes, tenían que comer con ellos puestos una dieta basada en líquidos, para así no masticar y perjudicar al maquillaje.

Además, las temperaturas del estudio alcanzaban fácilmente los 40 grados centígrados, algo insufrible para unos actores que debían llevar esas caracterizaciones tan pesadas durante jornadas de más de 12 horas. De hecho, el actor que daba vida al león cobarde, Bert Lahr, sufrió lo indecible por culpa de un traje confeccionado con piel de león real y que pesaba 40 kilos. Y a causa del sudor, el disfraz tenía que ser lavado cada noche en un intento fallido de eliminar ese olor que desprendía y que tanto malestar provocaba en sus compañeros de rodaje.

Por otro lado, Buddy Ebsen fue el primer actor elegido para dar vida al Hombre de Hojalata. Pero tras diez días de rodaje, tuvo que ser sustituido a causa de una intoxicación con el polvo de aluminio usado para su caracterización, haciendo que reaccionara con una afección en los pulmones que lo llevó directamente al hospital. El actor Jack Haley tomó el relevo del personaje y para evitar riesgos, esta vez se le aplicó una pasta plateada aparentemente inofensiva.

Otra de las actrices que también sufrió las consecuencias en el set de El Mago de Oz fue Margaret Hamilton, que interpretaba a la bruja mala del Oeste. Durante una de las escenas en las que acaba rodeada de fuego, sufrió quemaduras de gravedad a causa de la grasa verde usada en su maquillaje y acabó ingresada en el hospital durante seis semanas.

Más tarde, la actriz se negó a grabar una escena en la que debía salir volando en una escoba humeante así que se contrató a una doble. Por si fuera poco, el mecanismo falló y la sustituta sufrió un accidente que le causó graves heridas.

Afortunadamente, y tras tantas desdichas, el estreno estuvo acompañado de una gran campaña de marketing, que a pesar de las malas críticas iniciales, consiguió que la película se convirtiese en una de las más taquilleras del momento y, de paso, en una de las obras maestras más especiales de la historia de Hollywood.

El gran rugido

Noel Marshall. Estados Unidos, 1982.

Fotograma de 'El gran rugido'.

Igual ni han oído hablar de esta película, pero El gran rugido está considerado el rodaje más peligroso de la historia del cine. Un largometraje que ha perdurado en la memoria de los cinéfilos por ser el que más fieras salvajes ha encuadrado junto con actores reales. Y sin trampa ni cartón.

Once largos años duró su producción en los que ninguno de los animales involucrados resultó herido. En cambio, setenta de los miembros del reparto y del equipo de producción sí. Lo extraordinario es que ninguno muriera.

Un filme inclasificable que tenía de todo: película de terror, snuff movie, por momentos cine de aventuras, en otros una extrañísima comedia y llegando incluso a la categoría de home movie. Porque en la vida real, su director Noel Marshall y su actriz principal Tippi Hedren (Los Pájaros) estaban casados; él tenía tres hijos de su matrimonio anterior y Tippi, por su parte, era la madre de Melanie Griffith. Y todos ellos decidieron autointerpretarse en la gran pantalla.

En el argumento, el marido encarnaba a un naturalista que vive en África estudiando a los felinos, mientras que Tippi Hedren asumía el papel de su mujer que, junto a sus hijos, decidía viajar a Tanzania para visitarle. La cinta se centraba, por un lado, en la supervivencia de la familia frente a las manadas de leones y tigres del lugar, y por otro, en la lucha del científico por evitar la caza furtiva.

El matrimonio se las ingenió para sacar adelante este singular proyecto consiguiendo, contra toda lógica, que algunas instituciones les donaran todo tipo de felinos salvajes: leones, tigres de bengala, un par de tigres siberianos, varios jaguares, una decena de leopardos, cinco panteras, un puma y hasta un elefantito. Y eso que varios entrenadores les advirtieron que tener juntas a tantas fieras, aunque fueran cachorros, era un asunto delicado ya que la situación podía salirse de control en cualquier momento.

A su director Noel Marshall se le ocurrió que la mayoría de las escenas debían ser filmadas como si se tratara de un documental; provocando a los animales para que actuaran de la manera más espontánea y capturar así su esencia más natural y salvaje.

¿Qué podía salir mal? Pues que los felinos al ver que la gente corría y gritaba por sus vidas asumieron rápidamente su esencia de depredadores comenzando a hacer lo que siempre han hecho con sus presas: atacar. De manera que, mientras Melanie Griffith sufrió diversos arañazos en el rostro, otro de los leones le mordía la cabeza a su hermanastro John Marshall teniéndole atrapado entre sus fauces durante veinticinco minutos.

Solo gracias a la ayuda del resto del equipo lograron zafarlo y el joven acabó afortunadamente solo con fractura de cráneo. En cambio, el director de fotografía Jan De Bont tuvo menos suerte y un felino le arrancó el cuero cabelludo teniendo que llevarle a emergencias con la cabeza en carne viva.

En total, setenta heridos. Una producción que tenía que durar seis meses y que se alargó durante años. Un presupuesto inicial de tres millones de dólares y que acabó costando diecisiete.

Cuando finalmente la película estuvo lista, no se pudo estrenar en Estados Unidos. Solo se logró presentar en 1981 en Australia, Nueva Zelanda y más tarde en algunos países europeos recaudando apenas dos millones de dólares en taquilla. Un fracaso estrepitoso que acabó también con el matrimonio de Noel y Tippi, divorciándose al año siguiente.

En 2016 Tippi Hedren declaró en una entrevista: "No tengo idea de cómo sobrevivimos a Roar [título original de la película]… Ha sido el rodaje más peligroso de la historia del cine". El caso es que alumbraron, de manera bastante inconsciente, una de las películas de culto más increíbles de todos los tiempos.

Apocalypse Now

Francis Ford Coppola. Estados Unidos, 1979.

Fotograma de 'Apocalypse Now'.

"Estábamos en la selva. Éramos demasiados. Tuvimos acceso a demasiado dinero, demasiado equipo y, poco a poco, nos volvimos locos", recordaba Francis Ford Coppola para ilustrar que el rodaje de Apocalypse Now fue uno de los más traumáticos y disparatados de la historia.

Sin embargo y contra todo pronóstico, el director italoamericano logró una particular obra maestra con su abstracta adaptación de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas a través de un guion de John Milius ambientado en la guerra de Vietnam.

Y eso que en un principio se pensó en un rodaje sencillito de unas 16 semanas en las paradisíacas selvas de Filipinas y ya está. Pero nada más lejos de la realidad, porque acontecieron tantas adversidades que fue un milagro que pudiera salir adelante.

Ya de entrada, el actor principal (Harvey Keitel) fue despedido después de un mes de rodaje; el sustituto (Martin Sheen) tuvo un infarto poco tiempo después del relevo; Marlon Brando apareció con cuarenta kilos de sobrepeso y con el pelo rapado sin haber consultado a nadie y, además, un alucinado Dennis Hopper pedía gramos de cocaína constantemente para poder meterse bien en su personaje.

Eso sí, mientras que el ejército norteamericano rechazó toda colaboración con la película por la mala imagen que de él se daba, el gobierno filipino y en especial el dictador Ferdinand Marcos estuvieron encantados de recibirles (y a sus dólares norteamericanos) para rodar esta epopeya bélica.

Tanto el clima como los escenarios naturales se asemejaban mucho a Vietnam y otro detalle a tener en cuenta: los filipinos eran los únicos que les permitirían rociar e incendiar sus árboles con napalm.

Con un Coppola reescribiendo constantemente un guion inacabado y del que todavía no tenía un final claro (llegando a probar 4 versiones diferentes), el rodaje inevitablemente se fue alargando cada vez más mientras no paraban de suceder imprevistos. Como que un enorme tifón destruyese los decorados o que los solicitados helicópteros del ejército se largasen en mitad de una toma para bombardear un país vecino, así como la inclusión de desagradables cadáveres reales en el set, ensanchando un presupuesto que, ya de por sí, no paraba de excederse por varios millones de dólares.

De tal manera que los productores decidieron parar los pies a todos estos "hippies zumbados" e instaron a Francis Ford Coppola a que, si realmente quería terminarla, se hiciera cargo del coste. El director acabó empeñando su casa para ello. Mientras, el rodaje se prolongó un año más de lo esperado.

Por tanto, la aventura de hacer Apocalypse Now también merecía tener su propia película. Así que Coppola le pidió a su esposa Eleanor que registrara la trastienda del metraje. De tal manera que ella filmó metros y metros de celuloide y, quince años después, el director George Hickenlooper montó todo ese material en el espléndido documental El corazón de las tinieblas: el apocalipsis de un director (Filmin). Eleanor Coppola, a su vez, publicó un diario de rodaje titulado Notas a Apocalipsis Now. Diario de una filmación (Emecé).

Coppola admitió después que el éxito de El Padrino se le había subido a la cabeza y pensaba que nada le podía salir mal. Finalmente Apocalypse Now ganaría la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes en 1979 con un montaje provisional y compartiendo el premio ex aequo con El tambor de Volker Schlöndorff.

Más tarde, en el año 2000, la película fue considerada "cultural, histórica y estéticamente significativa" por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry

Blade Runner

Ridley Scott. Estados Unidos, 1982.

Fotografía del rodaje de 'Blade Runner'.

La constante búsqueda de la perfección de un joven Ridley Scott costó dinero, tiempo, dolores de cabeza, y grandes discusiones para hacer de Blade Runner la icónica obra maestra de la ciencia ficción que es.

Un filme que estuvo cerca del precipicio varias veces debido a muchos problemas en la producción por falta de tiempo y presupuesto, y del que después llegaron a existir siete versiones diferentes, como resultado de los controvertidos cambios realizados a petición de varios de los productores ejecutivos.

En un principio se pensó en un presupuesto de unos 12 millones de dólares. Pero cuando llegó Ridley ya avisó que necesitaría mucho más. Y así fue, ya que la suma iba aumentando a medida que pasaba el tiempo. De hecho, hubo que llamar a más inversores y productores y el coste final llegó a dispararse hasta los 26 millones de dólares.

El rodaje no fue sencillo debido a las múltiples fricciones entre los miembros del equipo técnico, el director, los productores y los actores, convirtiéndolo prácticamente en una pesadilla diaria. Tras una larga preproducción, Scott repetía las tomas 15 y 20 veces hasta quedar satisfecho, lo que aumentaba tremendamente los costes del rodaje y causaba inconformidad entre los productores asociados, desatando a la larga una tremenda lucha de poderes por el control de la película. Tanto que el filme fue llamado sarcásticamente Blood Runner mientras se rodaba.

Y por si fuera poco, también hubo serios problemas entre el director y Harrison Ford. Scott venía de rodar muchos anuncios publicitarios, su perfección visual obsesiva estaba bastante más pendiente de todos los detalles que entraban en plano en comparación con la dejadez y poca información que transmitía a los actores. Harrison Ford sentía que se estaba desperdiciando en un papel demasiado estático en el que, además, no contaba nada su opinión sobre el personaje.

Además, Ford tampoco se llevaba bien con Sean Young, su coprotagonista. Todo esto contribuyó a que la atmósfera durante la filmación fuera muy incómoda para todos, aunque quizá tanta incomunicación sirvió de manera indirecta para contribuir a la personalidad fría de los replicantes en pantalla.

Pero, probablemente, los que más sufrieron el rodaje en sus carnes fueron el gran número de figurantes y extras entregados a largas jornadas de grabación. Rodeados todo el rato de humo tóxico (algunos fueron hospitalizados), sufriendo la constante lluvia artificial de agua fría y con el sonido atronador de fondo de la banda sonora de Vangelis a través de unos altavoces gigantes que Ridley Scott situó en el set de rodaje para lograr una experiencia más inmersiva.

Todo esto queda minuciosamente detallado en Dangerous Days: Making Blade Runner (Prime Video), el mastodóntico documental de tres horas y media que relata la larga y truncada odisea de este filme.

Los continuos retrasos en la película y la aparición de los productores Bud Yorkin y Jerry Perenchi constantemente en el set de rodaje hicieron que el filme se terminase con prisas en jornadas maratonianas.

Pero no todo acabó ahí. Cuando Ridley Scott entregó el montaje final, los productores, asustados por la poca comercialidad del filme, lo tiraron abajo e hicieron los terribles cambios de la voz en off del protagonista y un happy ending que traicionaba, de plano, el espíritu oscuro y trascendental del filme. El cual, además, incluía algunas tomas aéreas que Stanley Kubrick había hecho para El Resplandor.

Afortunadamente, y tras varias versiones, Ridley Scott pudo confeccionar su Final Cut en 2007 y convertirla por fin en la obra maestra íntegra que mereció ser desde el principio.