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Con Diamante en bruto, su primer largometraje, la cineasta francesa Agathe Riedinger (1985) se coló en la sección oficial de Cannes, donde impactó con su cruda visión de una juventud marcada por la validación de las redes sociales y la búsqueda de una fama fácil a través de la telerrealidad.

La debutante Malou Khebizi interpreta a Liane, una joven de 19 años que vive en la deprimida localidad de Fréjus, en el sur de Francia. Obsesionada por la belleza y la necesidad de ser alguien, ve en los realities la oportunidad de ser amada…

Con una potente apuesta visual, que bascula entre un enfoque documental que ahonda en la sordidez y una sublimación de una inesperada belleza, la cineasta desvela la dignidad y la fragilidad de quienes buscan su identidad en el espejo de Instagram. Hablamos con ella sobre la gestación del proyecto, la construcción del personaje de Liane y las referencias con las que construye este relato.

Pregunta. ¿Cuál fue el origen de Diamante en bruto?

Respuesta. Diría que mi afición por la telerrealidad. Es un tema muy menospreciado, pero desde hace años veo esos programas y admiro sinceramente a las candidatas. A través de esta película quise denunciar la violencia que conlleva ese sistema, pero también mostrar el amor y la valentía de esas mujeres al hacer lo que hacen.

P. El contexto personal de Liane es descorazonador. ¿Hasta qué punto su obsesión con alcanzar la fama a través de las redes sociales y la telerrealidad es un síntoma de un fracaso social en Francia?

R. La telerrealidad suele elegir candidatos de entornos muy precarios. Las productoras y los cazatalentos rara vez buscan en ambientes donde los jóvenes han tenido éxito. Buscan personas dispuestas a todo para llegar lejos, capaces de crear escenas y dramaturgias, y suelen buscar en territorios extremos —al norte, como Lille, o al sur, en el mediterráneo—, en parte por sus marcados acentos, que pueden ser objeto de burla. Estos programas juegan mucho con la ridiculización y la hipersexualización de la mujer, pero no solo en Francia sino en todo el mundo.

»Liane y las jóvenes que ella representa se ven a sí mismas como resistentes ante la desesperanza. Cuanto más feroz y brutal es el capitalismo, más desgarrador es el grito de esta juventud. La telerrealidad es un relato moderno sobre qué es la felicidad y cómo se supone que se logra a través de la fama, el dinero y el poder, todo exacerbado por las redes sociales. Pero es algo universal, no solo francés.

P. ¿Cómo se preparó para crear el personaje de Liane? ¿Fue un trabajo de campo o más imaginativo?

R. Consumo telerrealidad desde hace años y sigo a los que participan en estos programas en redes sociales, así que siento que pertenezco un poco a esa comunidad. A veces hablo como ellos; es una verdadera inmersión en su intimidad. Además de esta aproximación vivencial, hice un trabajo documental para entender cómo funciona ese mundo y conversé con muchos protagonistas, aunque siempre eran intercambios pobres. Desconfiaban, sienten que nadie cuenta bien lo que realmente hacen.

»Por otro lado,también hubo una aproximación antropológica: ver cómo la mujer ha usado históricamente la belleza para situarse en la sociedad. Desde el lado visual, me documenté tanto en referentes populares (TikTok, YouTube) como en obras clásicas: pintura renacentista, escultura, fotografía de moda, cine… Quise mezclar cultura popular y clásica.

Malou Khebizi, en un momento del filme

P. ¿Cómo trabajó con la debutante Malou Khebizi para construir la complejidad emocional de la protagonista, de Liane?

R. Trabajamos mucho a partir del guion; era fundamental que Malou comprendiera todos los temas y matices del personaje, que entendiera que en Liane nada es fortuito, que todo es auténtico. Más allá de lo intelectual, también trabajamos lo corporal: Liane quiere gustar pero no es seductora, así que había que suprimir el instinto natural de seducción, buscar movimientos y posturas más abruptas, instintivas, casi animales.

»Usamos un “bestiario”: le pedía que se moviera como un gorila o un carnero, para enfatizar la rudeza. Había que olvidar la educación y gestualidad convencional, buscar las imperfecciones que muestran a una “Barbie” por fuera, pero todo lo contrario por dentro. Los pequeños gestos -la forma de comer o de oler- dicen muchísimo de Liane.

P. La película tiene una estética que oscila entre lo marginal y lo sublime. ¿Cómo logró esa atmósfera con el director de fotografía?

R. Queríamos reflejar algo muy realista y cotidiano, mostrar la verdad del día a día, por ejemplo, que se viera la grasa en el cabello de Liane. En contraste, hay otro registro más pictórico, asociado al sueño de Liane, a su aspiración casi divina, a la nobleza y la belleza. Nos inspiramos tanto en arte popular, videoclips, TikTok y música como en un arte más noble, de pintura renacentista, ópera, cine clásico....

»Hicimos una “biblia” de imágenes y movimientos de cámara; buscábamos accidentes, sobreexposiciones, contrastes radicales, profundidad, colores incandescentes como los rojos que transmiten ese fuego interior. Incluso cuando parece documental, hay una búsqueda estética muy precisa: cada decisión visual estaba bien pensada.

P. ¿Qué referencias cinematográficas concretas manejó?

R. Tengo muchísimas y me cuesta citar ahora alguna. Pero sí, por ejemplo, La gran juventud (2022) de Valeria Bruni-Tedeschi, rodada en digital pero con el grano del 35 mm. También los videoclips, que tienen una identidad visual mucho más fuerte que muchas películas, han tenido mucho peso en mi mirada. He trabajado mucho en ese formato.

P. ¿Qué ha significado para usted debutar en la sección oficial de Cannes?

R. Ha sido una experiencia vertiginosa. Cuando haces tu primera película no sabes ni siquiera si llegará a ver la luz; conseguir rodarla ya es un logro inmenso. Estar en la sección oficial de Cannes, donde ni siquiera lo habíamos planeado con los distribuidores y productores, fue inesperado y abrumador. Ha sido emocionante llevar allí a una heroína tan estigmatizada y ver cómo el festival le abría los brazos. Vertiginoso en lo bello y en lo aterrador, pero ante todo una enorme alegría y orgullo.

Un momento de 'Diamante en bruto'

P. ¿Qué emociones esperas despertar en los espectadores?

R. Mi mayor deseo -y se ha cumplido ya en muchas ocasiones- es que el público cambie su mirada hacia Liane, que no la juzguen, que le tiendan la mano y le reconozcan su valor. Muchos espectadores me han dicho que después de la película ven a Liane de otra manera, que reconocen el valor que tiene como persona. Eso es profundamente conmovedor.