En el último número de la revista New Yorker se cuenta la historia de la profesora universitaria de Estados Unidos Elizabeth Hoover, quien hizo una brillante carrera en el campo del estudio de los pueblos indígenas previos a la colonización inglesa.

Haciéndose pasar por descendiente de una tribu, Hoover hacía gala de su querencia por llevar abalorios de belleza propios de esa cultura como plumas o pulseras y collares con cuentas.

Por lo visto, se había inventado esos orígenes, a sabiendas de que las universidades americanas están ávidas de incorporar a su profesorado a académicos de origen “diverso” para no parecer demasiado blancas.

Hoover no es la única, existe un ejército de “pretendians” que es como se llama a quienes simulan tener orígenes de esos pueblos nativos para beneficiarse de esas políticas “inclusivas” o simplemente llamar la atención.

El protagonista de American Fiction, el profesor universitario y escritor Theloniuis “Monk” (Jeffrey Wright) es un negro “poco negro”, ya que desciende de una familia burguesa de médicos y ha vivido siempre una existencia acomodada. Como autor, se encuentra en una situación delicada, lleva varios años sin publicar y su último manuscrito es rechazado por todas las editoriales.

Además, en su universidad no están contentos con él, los alumnos se quejan de que en sus clases habla de libros “incorrectos” que incluyen palabras insultantes como “nigger”. Desesperado, asiste atónito al éxito de una joven autora con una novela ambientada en el “gueto negro” sobre chicas jóvenes que se quedan embarazadas, raperos y madres heroicas del mundo obrero.

Decidido a burlarse del mundo editorial, “Monk” escribe una novela, a la que titula Fuck para abundar en el tópico, en la que aparecen todos los clichés sobre los afroamericanos: ex convictos, padres ausentes, tráfico de drogas y abundancia de pistolas.

Además, para promocionarla, se hace pasar por un fugitivo de la justicia. Contra pronóstico, lo que concebía como una parodia llena de clichés sobre una literatura “negra” excesivamente dramática que los blancos quieren leer para “descargar su conciencia”, se convierte en una novela de éxito alabada por la crítica por la “autenticidad” con la que retrata la “dura vida” de los negros. Su desconcierto, claro, es máximo.

Entre la sátira y el drama familiar

Debut en el largometraje cinematográfico del director Cord Jefferson tras dirigir la serie de televisión de Watchmen, American Fiction se presenta como una sátira del Estados Unidos woke, al mismo tiempo obsesionado con ser inclusivo pero también inevitablemente superficial.

Aunque el color de su piel sea indiscutiblemente negro, el protagonista sufre el hecho de no corresponderse con el estereotipo que los blancos quieren ver en sus historias, mucho drama, violencia y terribles injusticias.

A la vez que existe un evidente aspecto positivo, como que millones de personas que nunca se han visto representadas por fin lo hagan, el problema, parece decir el filme, es que ese interés no es más que somero.

El protagonista, como la escritora a la que secretamente envidia por su éxito comercial, da lo que “quiere el mercado”, un mercado que favorece esto y mañana favorecerá lo otro porque ese interés por “lo negro” además es pasajero como cualquier moda que se precie.

American Fiction no solo trata sobre las cuitas literarias para sacar gasolina a costa de lo woke, también presenta un retrato de una familia negra de clase media-alta. Conocemos al cascarrabias Monk, incapaz de disfrutar la vida, pero también a su madre enferma de Alzheimer, a su hermana recién divorciada, a su hermano gay “armarizado” durante muchos años y a su inesperada novia, que pondrá las cosas en su sitio.

El final, marcado por la ambigüedad, se corresponde con una cierta ambigüedad general, ¿y si resulta que Fuck es una buena novela?