La repetición machacona de un corte de una canción de 50 Cent y Snoop Dogg se convierte en el símbolo del horror cotidiano y “banal” que nos muestra Anatomía de una caída, última ganadora de la Palma de Oro en Cannes. La directora francesa Justine Triet (Fécamp, 1978) parte de una trama judicial, la acusación a una novelista del asesinato de su marido en un pueblo de los Alpes, para reflexionar sobre la pareja como lugar íntimo, al mismo tiempo común y violento, en el que se produce una negociación implacable.

La protagonista del filme es Sandra (Sandra Hüller), una mujer alemana que vive con su marido Samuel (Samuel Tehis) y su hijo adolescente ciego, Daniel (Milo Machado). El drama comienza cuando la escritora es entrevistada por una joven admiradora y desde la planta de arriba de la casa la conversación se ve interrumpida por el sonido a todo volumen de esa melodía de 50 Cent. Es la forma que tiene el marido, celoso del éxito de su mujer, de protestar. Acto seguido, en una escena que no veremos nunca, se produce una discusión y el hombre muere al caer del balcón.

“Si el mundo fuese claro, el arte no existiría”, decía Albert Camus. En la película vemos, por una parte,cómo la protagonista es juzgada por su bisexualidad o por sus novelas, en las que expone sus sentimientos más íntimos. Sin duda, la culpable es también víctima del machismo de esa sociedad provinciana, pero en Anatomía de una caída no hay discursos fáciles. La película refleja la ambigüedad y la complejidad de la vida sin conclusiones banales, aunque ella misma reivindique lo trascendente de la banalidad.

Pregunta. ¿Lo más importante de esta película es si esta mujer es o no culpable?

Respuesta. El juicio es un pretexto para hablar de esta pareja y la familia porque también es importante su hijo Daniel. Lo que motivó la escritura fue precisamente la idea de situar a este niño en el centro del proceso y atravesar este infierno de los adultos. A través de él y la madre revisitamos esta pareja. ¿Cómo lo hacemos para vivir juntos? Creo que todos nos podemos identificar con este conflicto. Lo que importa más es la negociación de lo íntimo.

P. ¿Cómo se produce ese juicio a la intimidad?

R. Es lo peor que podemos imaginar. En el teléfono, sin ir más lejos, ya tenemos muchas cosas que nos pueden traicionar. Cada vez tenemos más vídeos y fotos de nuestra intimidad y es algo que no quería explorar porque ya lo había hecho en mi película anterior, Los casos de Victoria (2016). El sonido me pareció aun más violento porque nos incita a imaginar algo horrible cuando no tenemos imágenes.

»Cuando una persona oye pero no ve un delito, el efecto es terrible porque el cerebro con frecuencia dramatiza e interpreta esos sonidos, lo cual nos lleva a situarnos en lo peor. Un proceso judicial se parece a eso en el sentido de que lo que importa no es la verdad, sino la interpretación de los hechos. Un juicio es el lugar de la ficción, la verdad está allí cerca, pero es un sitio extremadamente violento. Allí no solo exponemos nuestra experiencia de una manera íntima, sino que también está al margen de la realidad. Verse sometido a un proceso judicial es una experiencia durísima.

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P. ¿Juegan en contra de la protagonista o acusada los prejuicios machistas?

R. En provincias he observado que con frecuencia hay una visión más arcaica, un poco pasada de moda, sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Cuando no hay pruebas para inculpar se analiza a fondo las circunstancias de la víctima y en el caso de esta mujer vemos que no es una buena víctima. La idea de ser una buena o mala víctima es un tema que me apasiona. Es una mujer que no pide permiso a nadie y tiene un espíritu independiente para hacer lo que quiere y eso es una provocación para los procuradores o abogados generales en un proceso como este.

P. ¿Corre siempre riesgo un artista al exponerse en su obra?

R. Este tipo de mujer existe y es atacada por la ficción que ha escrito, por sus libros, porque son un lugar en el que uno se expone y allí es donde van a ir a atacarla, es muy fácil sacar una frase fuera de contexto. De una manera más general, lo que me interesaba más es que esta mujer parece más culpable porque en su obra ha mostrado sus sentimientos más profundos, su sexualidad, sus pensamientos íntimos… Todas estas cosas se vuelven contra ella por un tipo de pensamiento muy conservador que va a juzgar la manera de vivir y su sexualidad. Allí cobra sentido esa idea de la buena y mala víctima.

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P. ¿De qué manera quería abordar el cine judicial?

R. Me gusta mucho el cine judicial, desde películas de mucha calidad a películas más vulgares, lo veo todo. Lo que me apasiona de los sucesos son, con frecuencia, las historias más banales, no las que parecen más espectaculares u originales. No quiero hacer dramaturgia de una historia formidable sino de aquello que puede ser más común y que todo el mundo conoce como la intimidad de una familia. Allí nos encontramos cosas monstruosas, bajas, mediocres… Entramos en el cerebro de una mujer que ha intentado formar una familia con este hombre que, como casi todos, tiene una vida bastante banal.

»En un momento dado surge este conflicto que tiene que ver con la reciprocidad de una pareja. Es una gran pregunta esa de cómo puede haber reciprocidad en una pareja. Y después evidentemente vemos que la violencia puede entrar en una pareja después de las palabras y la negociación. Eso es algo universal. Que ella sea heterosexual u homosexual en el fondo es irrelevante pero la aparición del hijo fuerza esa negociación entre lo que te doy y lo que no te doy. No es gratificante, no es maravilloso de ver, es mediocre, pero ese toma y daca forma parte de la vida misma.

P. ¿Por qué nunca muestra la escena de la muerte del marido dando una versión definitiva de los hechos?

R. Una cosa muy importante cuando comenzamos a escribir es cuál es la posición del espectador, lo vemos como si asistiéramos a ese proceso como espectadores del juicio donde hay una laguna de la información que no tenemos. Hay una parte que no hemos visto.

P. ¿Cómo se producen esos prejuicios machistas?

R. La cuestión del tiempo es fundamental en la vida de una pareja y eso es apasionante y muy corriente. De una manera ancestral se entiende que las madres deben ocuparse más de sus hijos y también se justifica porque existe ese vínculo biológico entre el hijo y la madre. Aquí vemos cómo la mujer trata de imponerse y la cuestión del tiempo, de cuánto le tienes que dedicar y lo que tienes que sacrificar, se impone como motivo de discusión. Eso es algo central y que no se ha tratado demasiado en el cine.

P. ¿Le decepciona que A fuego lento de Tran Anh Hung haya sido escogida como representante de Francia para los Oscar?

R. No tengo nada contra la película que han escogido y estoy muy contenta por él, pero estamos muy decepcionados. En Francia hemos vendido más de un millón de entradas y en Estados Unidos nuestra película ha tenido una gran acogida. Nos preguntamos qué motivaciones puede haber para que se haya escogido esa película. Realmente fue un golpe duro, seguramente los peores días que hemos vivido con este filme.