Los años del fascismo en Italia en los que gobernaba Benito Mussolini son asunto frecuente en el cine de ese país, tanto como la guerra civil y el franquismo lo son en el nuestro. En Una jornada particular (Ettore Scola, 1977), una de las más célebres sobre el tema, veíamos el encuentro entre dos rebeldes silenciosos, Sophia Loren y Marcello Mastroianni, que prefieren quedarse en casa mientras los romanos salen en masa a celebrar la visita de Hitler al dictador italiano. Frente a la histeria de las masas, que marchan enardecidas hacia su propia destrucción, Scola contraponía la soledad de dos almas libres que sufrirán con severidad el castigo a su íntima subversión.

Ese mismo acontecimiento histórico, la alianza de la Italia fascista con la Alemania nazi, sirve como contexto a El poeta y el espía, en la que se narra el progresivo desapego del poeta Gabriele D’Annunzio al régimen de su antiguo amigo Mussolini. Poeta, militar, fascista, ácrata, sátiro y amante de la música, D’Annunzio es un personaje insólito que después de la primera guerra mundial se declaró a sí mismo Duce de la región de Fiume, al norte de Croacia, y fundó un mini Estado totalitario, precedente de los fascismos en toda Europa. Recordando esos tiempos locos en la película, la mujer de D’Annunzio echa de menos lo “mucho que se divertían”. El poeta instauró el saludo romano, los largos ritos nacionalistas y el corporativismo de Estado, que luego sirvieron a Mussolini de inspiración para hacer lo mismo pero a lo bestia en toda Italia.

En El poeta y el espía conocemos a D'Annunzio en sus últimos años, cuando vive recluido en una mansión en Gardone Riviera, en Brescia, al norte del país. Fiel en su vida al estilo decadentista que hizo célebre su prosa, el poeta vive con su mujer siendo visitado por amantes y prostitutas. Vemos a un hombre enérgico pero derrotado por las circunstancias que se lamenta de que el dictador italiano no le dé el papel prominente que cree que le corresponde. Vestido siempre con el uniforme y los galones, D’Annunzio consume cocaína en grandes cantidades y se comporta como un niño grande vociferante.

Sergio Castellito, un gran actor clásico de la escena cinematográfica y teatral italiana, interpreta al polémico poeta pero lo más sorprendente quizás es que el verdadero protagonista no es él sino el “espía”. Inspirándose en una historia real, vemos la evolución de Giovanni Comini (Francesco Patanè), joven fascista de carrera meteórica que a los 20 años ha ascendido al cargo de “Federale” (una especie de gobernador regional en el sistema fascista italiano). Preocupado por la progresiva desafección al régimen de la celebridad, el mismo Duce le encarga que vigile a su ex aliado y ahora crítico. Nacionalista a ultranza, D’Annunzio sigue siendo fascista de corazón pero no ve con buenos ojos la alianza con Hitler (ni su falta de relevancia política), decisión que como vemos en el filme también causó una profunda división entre los seguidores del régimen.

Debut en el largometraje de ficción de Gianluca Jodice (Nápoles, 1973), la película trata un clásico del cine sobre los totalitarismos cómo el proceso de pérdida de ingenuidad de un joven fascista. Lo vimos en la obra maestra de Louis MalleLacombe Lucien (1974), en la que vemos la tragedia de un joven que acaba trabajando para la policía alemana durante la ocupación nazi de Francia. El protagonista de El poeta y el espía es un veintañero que realmente cree en Mussolini como camino a una sociedad más justa y comienza a desilusionarse cuando observa el terror que causa a su alrededor, ahí está ese momento en el que se derrumba al ver entre la lista de exterminados a un antiguo amigo de la familia al que han delatado sus propios padres.

@juansarda