El guion de Malcom & Marie podría adaptarse sin problema al teatro. Durante los 106 minutos de metraje, el director

Sam Levinson (1985) realiza un ejercicio de estilo que se encuentra en las antípodas de Euphoria, la hiperestilizada y atrevida serie sobre adolescentes con la que ha triunfado en HBO, y encierra a una pareja en un único escenario durante una noche para que el espectador sea testigo de cómo se pelean, gritan, discuten, insultan, besan, ríen, bromean, se reconcilian y vuelven a discutir. El resultado es un contenido espectáculo, poco edificante en ocasiones, a veces genuinamente romántico, pero siempre intenso, hasta el punto de que el espectador puede acabar tan agotado a nivel físico y emocional como los propios personajes, lo que tiene que ser considerado como el éxito del director a la hora de implicarnos en el relato.

Con ecos de filmes como Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick, 1999), Secretos de un matrimonio (Igmar Bergman, 1974), Historia de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019), Antes del anochecer (Richard Linklater, 2013) y, especialmente, ¿Quién teme a Virginia Wolf? (Mike Nichols, 1966), con la que comparte una estilizada fotografía en blanco y negro, Malcolm & Marie (en Netflix desde este viernes, 5) trata de desnudar las mecánicas subterráneas que caracterizan la guerra de sexos en una pareja, que al final son las mecánicas sobre las que se edifica cualquier relación. Así, es fácil sentir empatía hacia unos personajes que se enfrentan a tumba abierta y deciden sacar a la luz de una vez todo el resentimiento acumulado sin tener muy claro a dónde puede llevar tanta sinceridad.

La película arranca con Malcolm y Marie llegando a casa ataviados con sus mejores galas. Él está eufórico: acaban de asistir al estreno del filme que puede convertirlo en el nuevo director estrella de Hollywood. Ella, una modelo que abandonó hace tiempo su sueño de convertirse en actriz, se muestra distante y contrariada: Malcolm se ha olvidado de mencionarla en el discurso de agradecimientos que ha realizado tras la proyección. Este desliz (¿intencionado?) será el detonante de la discusión entre los personajes, que funciona por turnos como si de una partida de ajedrez se tratara, en el que ambos contrincantes irán perdiendo progresivamente la templanza para atacar a la yugular del adversario.

Malcolm & Marie (EN ESPAÑOL) | Tráiler oficial | Netflix

Rodaje en plena pandemia

Sam Levinson estaba a punto de empezar a rodar la segunda temporada de Euphoria cuando la pandemia estalló en EE.UU. Con la idea de mantenerse activo y ofrecer un soporte económico a sus colaboradores más cercanos, decidió lanzarse a hacer una película en unas condiciones muy limitadas: escribiendo el guion sobre la marcha, en una única localización, con un rodaje de dos semanas en las horas más oscuras de la noche, con solo dos actores y 20 personas en el equipo técnico, cumpliendo estrictas medidas de seguridad para mantener a raya el virus…

Parece que someterse a estas restricciones ha ayudado a que el vástago de Barry Levinson –director de Dinner (1982) o Rain Man (1988)–, sin perder la energía que le caracteriza, se centre en el diálogo, poniendo la cámara al servicio de la historia, y no al revés. El experimento no ha caído en saco roto y se ha prolongado en los dos capítulos especiales de Euphoria emitidos en HBO en diciembre y enero, especialmente en el dedicado a Rue, personaje al que interpreta Zendaya, ya que también encierra a dos personajes en un escenario y durante un tiempo delimitado: una cafetería en Nochebuena. La batalla dialéctica entre la joven drogadicta y ese cocodrilo (así se refería David Foster Wallace a los “ex-alcohólicos con tiempo geológico de sobriedad en las espaldas” en La broma infinita) que ejerce de su padrino en Narcóticos Anónimos es una de las cumbres televisivas de 2020.

Zendaya da vida aquí a Marie, que podría ser un trasunto futuro de la Rue de Euphoria, ya que el personaje es una ex drogadicta que lleva varios años limpia. En cualquier caso, el papel plantea un reto importante a la actriz, que afronta por primera vez en su carrera el rol de una mujer adulta y sale más que airosa. Su Marie habla tanto en sus palabras (es especialmente devastador su discurso sobre la falsa autenticidad de su pareja) como con sus silencios, y es tan capaz de mostrarse cínica, furiosa y decidida como conciliadora o frágil. John David Washington –otro hijo de famoso, en este caso del actor Denzel Washington– también ofrece el mejor papel de su carrera –hasta ahora los lacónicos protagonistas de Infiltrado en el KKKlan (Spike Lee, 2018) y Tenet (Christopher Nolan, 2020) no daban mucho espacio para demostrar su versatilidad–, dando rienda suelta a una poderosa fisicidad e histrionismo. Ambos afrontan este tour de force con decisión y dotan de gran veracidad a sus personajes.

Levinson, de la mano del director de fotografía Marcell Rév, logra que el trabajo de cámara sea fluido y elegante, mientras que el blanco y negro muy contrastado dota de cierto clasicismo al conjunto. “En cuanto decidí que la película iba a tratar sobre una pareja que tiene una discusión en la que analizan su relación, esencialmente en tiempo real, intenté no caer en la trampa del realismo”, explica Levinson. “Y el blanco y negro te divorcia inmediatamente de eso. Agrega una capa de abstracción que nos permite jugar con las ideas en vez de con la pura realidad. Además, al estar filmando en una casa moderna hecha casi al completo de cristal, podíamos iluminar la naturaleza circundante para que diera una sensación inquietante”.

El papel de la crítica

Además, la película se permite una pequeña digresión para hablar sobre la relación entre la crítica cinematográfica y las intenciones de un autor a través de un enfático speech de Malcolm desencadenado por una reseña de su película en Los Angeles Times. “No puedes amar el cine si no amas la crítica, porque la crítica es tan responsable como los directores de que las formas del cine avancen”, asegura el director. “Como esta conversación se produce en privado, Malcolm no tiene que pretender que no le afecta, y vemos como una sola crítica puede desanimarlo por completo. Pero esto era también una interesante manera de conectar con la discusión sobre la forma en la que analizamos las películas como parte de la cultura, y de ver hasta qué punto la política o la identidad forman parte de ello, y cómo lo que hace grande a una película muchas veces es imposible de definir. Pero, al final, todo esto me servía realmente para seguir investigando la relación”.

@JavierYusteTosi