El ominoso Holocausto de los nazis es un subgénero en sí mismo que se ha prestado a todo tipo de películas, obviamente, todas ellas dramáticas. El director ruso Vladimir Perelman, conocido en España por la película Casa de arena y niebla (2003), le da una nueva vuelta de tuerca al asunto con un título peculiar en el que nos cuenta la tragedia desde un ángulo arriesgado ya que por momentos roza la parodia. El protagonista es un joven judío, Gilles (magnífico Nahuel Pérez Biscayart) que se hace pasar por persa cuando va a ser ejecutado por los nazis después de que muera el “verdadero” iraní que se dirigía con él al campo a darle clases a un oficial. Para sobrevivir, el protagonista se inventa un idioma que hace pasar por farsi. Como dice en un momento dado, lo difícil no es tanto crear un lenguaje nuevo como “acordarse luego”.

Roberto Begnini, en su clásico La vida es bella (1997), nos contaba la historia de un padre que se inventa una fábula para que su hijo pequeño piense que el campo de exterminio es un juego. En la reciente Jojo Rabbit (Taika Wailiti, 2019) el riesgo es máximo ya que se nos presenta un Hitler guiñolesco e incluso gracioso aunque sea en su sordidez. En realidad, esta El profesor de persa se relaciona sobre todo con aquella maravillosa Europa, Europa (Agnieszska Holland, 1990) donde la historia de supervivencia de un judío que se hace pasar por ario adquiría un tono de picaresca. Este Gilles que no tiene ni idea de farsi pero es capaz de crear un lenguaje a partir de los apellidos de los internos del campo se convierte en un canto a la resiliencia con un insoslayable punto surrealista.

El profesor de Persa | Tráiler VOSE | Avalon

Con una puesta en escena acartonada y un poco antigua, El profesor de persa es una de esas películas crowd pleasers como dicen los americanos, o sea, gratificante para todo tipo de públicos, al tratar un tema “serio” que siempre da cierto empaque y hacerlo de una manera un tanto ligera y “simpática”. Perelman se esfuerza por dar cierta humanidad a los nazis, empezando por ese oficial obsesionado con aprender farsi que al final hasta nos da un poco de pena, lo cual acaba yendo en detrimento de una película que apenas muestra la verdadera dimensión trágica del Holocausto para banalizarla, a veces da la impresión de que están en un campamento de verano excesivamente estricto.

@juansarda