Protagonista de la edición de este año del D'A Film Festival -que se celebra online a través de Filmin-, la directora austríaca Jessica Hausner (Viena, 1972) es objeto de una retrospectiva de su filmografía y estrena online en nuestro país Little Joe, fascinante película presentada en el último Festival de Cannes en la que nos propone, en sus propias palabras, un viaje de terror sin buenos ni malos que sirve como vehículo para abordar “problemas filosóficos”. La trama nos conduce a un criadero de plantas experimentales en el que la protagonista, Alice (Emily Beecham), lidera la creación de una nueva especie que sobrevive gracias al afecto de su cuidador a la que bautiza como Little Joe en honor a su hijo pubescente. Cuanto más se mime, riegue e incluso hable con la flor, en mayor grado desprende un aroma químico formado por el mismo compuesto que segrega una madre a su bebé recién nacido. La paradoja del asunto es que al mismo tiempo que crea una planta afectiva, la científica descuida a su propio hijo y se muestra fría con un compañero de trabajo (Ben Whishaw) que está enamorado de ella. Little Joe comienza pareciendo un drama familiar con un toque de suspense para acabar convirtiéndose en una película inclasificable, marcada por una música de inspiración japonesa, en la que la directora reflexiona sobre la forma en que los seres humanos nos “intoxicamos” los unos a los otros. En tiempos de coronavirus, no deja de sorprender el potencial metafórico de ese misterioso virus que se transmite en la película, inspirado según la propia Hausner en el clásico de terror La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1978).

Pregunta. ¿Los seres humanos estamos “condenados” a contagiarnos los unos a los otros de una manera u otra?

Respuesta. Todos nos dejamos influir por las personas con las que vivimos y la sociedad en la que estamos. No existe una verdad individual porque todo lo que nos pasa en la vida nos influye, lo queramos o no. Nuestros sentimientos nunca serán puros ni genuinos, siempre estarán corruptos de alguna manera porque como individuos todos tratamos de encajar en la sociedad. De todos modos no es algo que juzgue la película, me limito a intentar explorarlo.

P. ¿No se supone que vivimos en democracias donde podemos ser lo que queremos?

R. Cuando presenté la película en China me resultó muy interesante debatir con el público. Pensamos que allí viven en un sistema mucho más totalitario que el nuestro, pero es algo que comencé a poner en duda después de mi visita. La sociedad occidental está llena de reglas. No tenemos un enemigo tan claro y tan visible como la censura oficial, pero eso no significa que no exista ese enemigo.

P. ¿El infierno son los demás, como decía Sartre?

R. Me inspiré en la película La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1978). Nunca sabemos a ciencia cierta lo que piensa el otro. Nuestra condición humana nos aboca a nacer y morir solos y aunque encontremos un compañero con el que compartir nuestra vida, de alguna manera, siempre será un extraño. Me gusta trasladar este concepto filosófico al cine, por eso está es una película de horror psicológico. Los protagonistas no saben qué les pasa a los demás. ¿Qué pasa si la persona que crees que conoces se convierte en otro?

P. La describe como terror psicológico, pero es muy distinta a lo que solemos ver dentro de ese género. ¿Qué relación establece con él?

R. Nos gusta que las películas nos digan quién es el bueno y quién es el malo. Queremos un enemigo visible y una solución al final. Yo lo que quiero es mostrar una situación compleja donde eso no está tan claro. Creo que es lo interesante. Y me gustaría señalar que también hay mucho humor, como en todas mis películas. Incluso en cualquier situación política lo fascinante es tratar de situarse en todos los ángulos.

P. En estos tiempos no se habla de otra cosa que del virus, pero ¿por qué escogió este tema para la película?

R. Me gusta la idea del virus porque tiene muchas lecturas. Podemos hablar de una enfermedad que se transmite, pero también de cómo se propagan las ideologías en los cerebros de la gente. Estamos rodeados de virus ideológicos.

P. Utiliza  con frecuencia la imagen del criadero, en la que contrasta la frialdad del escenario con la belleza de esas flores, “Little Joe”, que crecen con el afecto. ¿Qué significado tienen?

R. Quería que parecieran algo irreales porque las inventan en un laboratorio. El movimiento de las flores es importante porque son peligrosas cuando abren la boca. Quería que fueran rojas porque el rojo es el color del afecto y del amor, pero también el del peligro. Amar y ser amado siempre es peligroso.

P. En general el trabajo con el color es muy importante. Vemos, por ejemplo, que utiliza el amarillo cuando retrata a la protagonista, los tonos azulados para el laboratorio...

R. La idea en todas mis películas es crear un escenario artificial. Mis historias funcionan como cuentos de hadas, no son específicamente realistas, aquí y ahora. Son historias que pueden ser trasladas a diferentes tiempos y diferentes lugares. Al funcionar como una parábola, requieren una estética artificial. Escojo colores simples, la casa por ejemplo parece una casa de muñecas.

P. El virus de la película convierte a las personas en zombis. ¿Somos cada día más zombis?

R. Me preguntan mucho estos días si el coronavirus nos está convirtiendo en zombis y yo creo que ya lo éramos antes del confinamiento. Los seres humanos nunca podremos escapar de nuestra propia condición de humanos, estamos encerrados en nuestra piel.

@juansarda