En los años 50 y 70 Madrid multiplicó por más del doble su población pasando de ser una ciudad de menos de dos millones de habitantes a una megaurbe con casi cinco. Una época de grandes migraciones del campo a la ciudad que transformó para siempre la capital y el propio país. En los años 70 aun eran muchos los que abandonaban el pueblo de toda la vida para buscar una nueva vida y ellos son los protagonistas de Malasaña 32, película que mezcla el drama histórico y familiar con el terror puro y duro en una trama llena de giros siniestros y de sustos. La historia arranca cuando Manolo (Iván Marcos) y Candela (Bea Segura) se mudan a su nuevo piso en el entonces conocido como barrio Maravillas, que no era la zona cool que conocemos ahora sino una barriada popular. La protagonista es su hija adolescente, Amparo (Begoña Vargas) y el hijo pequeño de ambos, especialmente sensible a los extraños fenómenos que suceden en la casa. Inspirándose en varias historias truculentas que sucedieron en la vida real, esos tiempos de crímenes horrendos contados por El caso, Pintó construye una película que no da aliento al espectador, de sobresalto en sobresalto, en la que se aborda un fenómeno clave del siglo XX como las grandes migraciones a la urbe desde el fantástico.

Pregunta. ¿Por qué quería hacer esta película?

Respuesta. Lo que me gustó era jugar con elementos de nuestra infancia que no hemos visto mucho. Pero sobre todo me gustaba mucho el background del monstruo, era algo que no había visto nunca, un conflicto muy nuevo que me interesaba mucho que sucediera en los años 70. La película no va de esto, es una película de género donde lo vamos a pasar mal, pero está muy bien que haya ese cabo suelto en el que hablamos de temas de transgénero y de una sociedad arcaica. Los jóvenes verán el monstruo y el terror y los mayores verán esa sociedad antigua, ese patriarcado, esa forma de llevar la maternidad. La realidad es que no hemos cambiado tanto. Aquí no es blanco y negro, sencillamente es un monstruo con un pasado que le ha atormentado. En las películas siempre lo más difícil es ver al monstruo y en este caso empatizas, pero al mismo tiempo sigues estando con la familia.

P. ¿Quería que la película tuviera algo de cine social?

R. Sí, pero no en el sentido de aleccionar. Lo bonito es el contexto histórico, no quería hacer una película muy política y arcaica. Es una película para gente joven y era bueno que estuviera esa base histórica. Me gustaba esa idea de los personajes de “ahora seremos felices en la capital”. Hay una luz de esperanza, parece que se abren nuevos horizontes y una vida mejor que en el pueblo: un trabajo en Pegaso, en Galerías… Esta idea de no valorar lo que tenias y luego lo contrario, la ciudad te destroza y te desmorona, sacando a la luz toda la basura que llevabas desde el pueblo. El monstruo crece por los secretos de esta familia. Si las cosas se hubieran hecho bien y se hubieran hablado no pasaría lo que pasa porque el problema es que está podrido por dentro.

P. ¿El monstruo surge de los propios traumas y secretos de la familia?

R. El drama de la familia se expresa metafóricamente a través de un monstruo que se hace grande, es una expresión de su subconsciente. Si alguien no lo quiere entender, no pasa nada. Es tan así que al final se materializa en carne en su propio salón. Ese monstruo se ha hecho tan grande que ya existe físicamente. El marido es tan limitado y tiene tan pocas herramientas que la reacción es muy primitiva. Hay películas en las que traman un gran plan para matar al monstruo y aquí no, es más instintivo. El clímax de la película es cuando se enteran de que la hija está embarazada.

P. ¿Vemos cómo esa fantasía sobre la ciudad se desmorona al chocar contra la cruda realidad?

R. Es alienante para las personas. La gente en la ciudad mira el suelo y no se preocupa por los demás. Si vienes con problemas a la ciudad no te los va a solucionar, puede ser peor. La sociedad va mucho más rápido que nosotros como especie y estamos descompensados. El cambio ha sido muy rápido y muy brutal del pueblo a la ciudad cuando seguimos siendo animales.

P. ¿Cómo combina la parte de terror con la dramática?

R. Soy muy meticuloso, visualizo mucho la película, me hago mis esquemas y mis diagramas. Siempre he entendido el género desde el lugar en el que cuando llegue una secuencia de miedo o de terror sume a la historia. Si ves Terminator II, le quitas las escenas de acción y la película no se comprende. En cambio, la mayoría de películas de hoy, si les quitas la acción se entienden perfectamente. No quería que las secuencias de miedo fueran un parón sino que sumara a la historia y nos contara cosas sobre los personajes y se combinen muy bien con los momentos en los que no hay terror. Al final se trata de que esté bien ensamblado.

P. ¿Estructura la película en torno a los personajes?

R. Al principio vemos a la familia como un grupo humano, como un todo, aunque a la única que separo con un primer plano es a la joven. Estoy intentado decir que este es el núcleo familiar, una familia tradicional, con un padre, madre, los hijos y un abuelo que está más en su onda. Voy enseñando los problemas de cada uno y a través de allí Amparo se convierte en el esqueleto. El punto de vista es el suyo, es la que tiene una mirada más fresca.

P. ¿Cuál es el papel de la “casa encantada”?

R. Es una película de casa encantada, pero es el monstruo quien la encanta. La diseñamos a ojos y semejanza del mal, del monstruo, con sus colores, texturas, olores… para que cuando no esté lo puedas sentir. La idea es que no lo vas a ver pero notas que está allí. La casa es un personaje más. Hay algo de Titanic, primero te enseño el barco para después hundirlo.

P. ¿Cuál es el papel del barrio de Malasaña?

R. Ahora mismo es imposible que una familia compre un piso como ése, sería demasiado caro. Antes era un barrio triste, jodido, de gente más marginada… lo retratamos bastante, ese mundo de borrachos, yonquis y bullicio. Me gusta la dualidad, una película que la gente ve hoy pero está pasando en otro tiempo. La gente verá una Malasaña que no tiene nada que ver con la que conocemos.

P. ¿Cómo se plantea esa escena final en la que aparece el monstruo?

R. La gente ha visto muchas películas americanas y la escena final tiene que estar a la altura de las expectativas. Quería que fuera vistoso con el dinero que tenía porque si no, la gente se decepciona. Bebemos mucho de películas como Conjuring, o de Polanski y Kubrick. Me gusta el cine clásico pero has de hacerlo para el público de hoy. Ese final era una página y media de guión y le dedicamos mucho más tiempo a otras que son mucho más largas. Era el momento en el que nos teníamos que lucir.

@juansarda