Varias generaciones han disfrutado con las aventuras de la familia Addams, esos personajes siniestros que visitan en su tiempo libre cementerios, hablan con los muertos, son amantes de los murciélagos y los instrumentos de tortura y van siempre vestidos de riguroso luto. La estrafalaria familia con aires centroeuropeos, creada por el caricaturista neoyorquino Charles Addams a mediados del siglo pasado, se convertía en una parodia del modelo de familia perfecta creado por los medios de comunicación y el cine en una época de gran prosperidad económica en la puritana América. Sus inolvidables personajes, la pálida y estoica Morticia, el elegante y alegre Gómez, su marido, o su hija Miércoles, la más lista del clan, han disfrutado de numerosas adaptaciones, empezando por una serie televisiva en los años 60, gran éxito durante varias décadas gracias a sus numerosas reposiciones. Actualmente, en Madrid, hay un musical con los mismos personajes.

A principios de los 90, Barry Sonnenfeld obtuvo un gran éxito con una adaptación cinematográfica muy divertida con Raul Julia y Angelica Huston en la piel de Gómez y Morticia. Ahora, los personajes vuelven a los cines de la mano de la ultramoderna animación del Hollywood de hoy en una película que sorprende por la claridad con la que lanza un mensaje político de especial resonancia en la era Trump. La película cuenta lo que sucede cuando la “desapacible” vida de los Addams se ve en peligro cuando construyen una urbanización cerca llamada “Asimilación” en la que todos su habitantes están orgullosos de ser iguales y perfectamente “normales”. Asustada porque el siniestro aspecto de la mansión de los Addams y sus rarezas puede poner en peligro el éxito de su promoción urbanística, la constructora y estrella de la televisión detrás del negocio inician una campaña de desprestigio para echar a la familia de su casa.

En plena era de las fake news, los directores Greg Tierman y Conrad Vernon, el primero conocido por la serie Tomás y sus amigos y el segundo autor de otros éxitos como Shrek 2 o Madagascar 3, juegan con rotunda claridad la carta de la defensa de la rareza en un mundo homogeneizador controlado por el miedo a la diferencia que se erige en metáfora clara de la América del actual presidente de Estados Unidos. Son unos Addams más políticos que nunca en una película dirigida también a los niños que por supuesto juega las cartas de la diversión y el gozo con las excentricidades de esos personajes que son como una pandilla de antisistemas con su costumbre de ensalzar la muerte en una sociedad que la oculta y hace como que no existe. Visualmente sensacional y muy graciosa, a veces la voluntad de los directores porque llegue de manera clara su mensaje hace que echemos de menos una mayor profundización en los personajes, sobre todo los de Morticia y Gómez. 

@juansarda