Talento precoz y prolífico, Dani de la Orden (Barcelona, 1989) estrena su quinta película, Litus, un drama generacional sobre el reencuentro de un grupo de amigos burgueses de Madrid unos meses después del suicidio de uno de sus miembros más destacados, el Litus del título. Quim Gutiérrez, que fue su hermano, Belén Cuesta, su novia, o Alex García, su mejor amigo, son algunos de los personajes de este filme basado en una obra teatral de Marta Buchaca en la que los treintañeros sacarán a relucir sus miserias para proceder a una catarsis colectiva que los libere de las cadenas del pasado. Reunidos para recibir unas cartas que Litus escribió para cada uno de ellos antes de morir, los personajes se enfrentarán a sus recuerdos y sus demonios en una película con sorpresa en la que el cineasta ha querido conjugar el drama, la comedia y el thriller. Tras su debut con Barcelona, nit d’estiu (2013), a la que siguió una secuela con una “nit d’hivern” en 2015, de la Orden se ha ganado al público con otras películas como las comedias El pregón (2016) o El mejor verano de mi vida (2018), donde saca a relucir su querencia por el mundo de los sentimientos y los mensajes positivos. En la entrevista nos explica por qué quería volver a rodar un proyecto más “pequeño” con los actores como grandes protagonistas, la forma en que unos personajes rígidos y tensos logran liberar sus emociones en esta historia y por qué cree que algunos críticos son unos cínicos que rechazan por sistema las películas que señalan un camino de esperanza.

Pregunta. Ante una película que parte de un suicidio uno podría esperar una gran tragedia pero no es así, ¿quería tomar su propio camino?

Respuesta. Podría ser una tragedia pero eso iría en contra de mi manera de entender el cine y la vida, sin comedia me cuesta mucho concebir cualquier situación. Para mí siempre tiene que haber algo de ironía, de humor para sobrellevarlo. Los mayores gags me han venido en algún entierro. Y tampoco quería hacer un drama sobre la muerte. La película trata sobre superar el duelo, saber despedirse, gestionar las emociones y saber comunicar cómo te sientes que es la principal carencia de los protagonistas. Todo el mundo en apariencia está bien. El problema es verbalizar porque hay un sentimiento de culpa en todos enorme. Y lo que hace el personaje de Quim (Gutiérrez) es que los descongela.

P. Los grupos humanos tienen algo de organismos vivos y en Litus vemos que como grupo se ve violentada su identidad. ¿Hay una especie de reconstrucción de la identidad colectiva cuando se produce esa ausencia?

R. A través de los choques entre ellos vuelven a ser. Están todos en una especie de limbo, suspendidos como satélites, y a partir de una catarsis colectiva vuelven a funcionar. Su forma de llevar el duelo es lo que revela sus diferencias más profundas: la que va más de frente cuando está rota, el que ya lo ha superado y lo quiero olvidar, el que no lo ha superado y no avanza… Todos están en una situación controvertida pero también son tan herméticamente cerrados que nadie hace el ejercicio de ver lo que pasó. La catarsis que provoca uno de ellos al final pone sobre la mesa que ninguno conocía tan bien a Litus como creía, pero nadie tiene el valor de decirlo. Aceptar eso duele mucho pero también ayuda a quitarse una responsabilidad que no es justa por esa muerte. Después también está la glorificación del desaparecido, la muerte crea pedestales involuntarios. Por el hecho de que alguien no está ya parece que sea bueno.

P. ¿Cuál es el papel de esas cartas de ultratumba que reciben los personajes varios meses después del suicidio?

R. Eso ya me gustaba mucho de la obra de teatro. Las cartas son un McGuffin que distinguen a esta película de la típica francesa en la que reúnen unos amigos con buena posición social a hablar de la vida alrededor de una mesa. Si añades un McGuffin y un elemento de thriller puedes dar las vueltas que quieras, es mucho más cómodo. Quería hacer algo distinto a ese género de gente bien posicionada que habla de la vida y tienen grandes problemas emocionales. Y si tuvieran problemas de dinero, sería otra película. Aquí tenemos a esa sociedad burguesa pero las cartas les dan un objetivo final y todo es mucho más fluido. Si me propusiera hacer una película sobre mi círculo social, amistoso... No hay un problema grave de fin del mundo, de gran enfermedad. El problema es que no hay ningún problema. El thriller te ayuda a llegar al punto final porque si no te interesa una cosa te vas por la otra.

P. Este tipo de películas muchas veces se ruedan con cámara al hombro y primeros planos, aquí sin embargo suele optar por planos más generales y estáticos. ¿Qué estaba buscando?

R. No quería una cámara al hombro, una cosa así nerviosa. Me fastidia mucho estar allí todo el rato tan cerca. Quería que fueran los actores lo que me transmitan emociones y no la cámara aunque cuando la cosa se descontrola, la cámara también. A nivel formal es una película plana, son ellos. La parte que estoy contento es encontrar el tono con los actores y crear este microcosmos entre comedia, drama y thriller. También quería descansar un poco de rodar películas tan grandes con cámaracar, esperar tres horas a que todo esté listo... Es un poco cansado. Era muy agradable estar una hora hablando de la escena y no tan preocupado con la parte técnica. En este caso, apenas pude ensayar, con Alex (García) y Adrián (Lastra) solo unos días y con Quim (Gutiérrez) hice un trabajo más de personaje de hablar mucho sobre él y contestar sus preguntas. Belén (Cuesta) solo vino un par de días a ensayos, esto era un hándicap porque es una película coral de actores. Yo quería un proyecto muy pequeñito en el que todo estuviese claro. Cuando llegábamos al set la planteábamos de cero escena por escena. Todos los días me quedaba al principio con los actores una hora antes de rodar, sin el equipo, para ensayar lo que haríamos durante el día. Fue muy intenso. Estaba tan agobiado con que hubiera silencio que iba descalzo.

P. ¿Cómo conjuga una planificación sencilla con que no tenga un aire teatral?

R. Puedes distinguir las escenas por cómo se colocan aparte de lo que hablan y por eso se mueven tanto.  Se colocan en función de lo que va a pasar. Eso fue lo que me costó más. A nivel técnico como ya he dicho es un filme más sencillo. Eso sí, rodamos en anamórfico, lo cual es raro, para dar una sensación de espacio y ganar en profundidad de campo. El operador se tiraba de los pelos. Decía que este formato se utiliza en los westerns y aquí lo ponemos en un salón para que gane grandilocuencia como espacio dramático. También hay un juego de luces a través de las ventanas con el paso del día. Confieso que hay un pequeño fallo en este tema, pero mi madre no lo notó. Si ha salido una taza de café en Juego de Tronos, todo es posible. Intentas ser meticuloso en todo, pero siempre va a pasar algo. Siempre tiene que haber un fallo para hacerlo humano. Salvo Fincher y Villeneuve, que no cometen ninguno, los demás todos nos equivocamos.

P. ¿Cómo ve el personaje de Quim Gutiérrez, el más misterioso y catalizador de la catarsis colectiva?

R. Teníamos claro que su interacción con todos los demás tenía que ser fría. Quim está contenido toda la película. Es la típica persona que no exterioriza nada y necesita una estrategia para conseguir lo que quiere. Cuando lees la historia entiendes que hay muchas razones para entender sus motivos. Por la obra el personaje iba por un sitio pero él fue escribiendo su propio discurso. Lo interiorizó y la escena clave en parte estaba escrita por él. Lo bonito cuando rodamos es que los actores no sabían qué iba a pasar en ese momento con lo cual las reacciones son reales. Fue algo muy interesante y por lo que Quim vio un caramelo en este personaje. Es polémico porque siempre hay una fisura y tenía que tener un punto de impulso, si empiezas a ver todas las razones a nivel analítico no tiene sentido. Otro problema es que la catarsis en teatro es magnífica, te montas tu momentazo, pero en cine no tienes que tener la sensación de monólogo, no puede ser “el momento”.

P. ¿Cómo introduce el elemento de misterio y sorpresa?

R. No puede ser que todo valga, esta es una comedia costumbrista y de repente lanzas ese giro de thriller, me preocupaba que no encajase. Por eso la música me ayuda, estás viendo una cosa bastante cercana de colegas en un piso pero la música te lleva por un mundo más ambiguo: todo son sintes, no hay la típica música indie sentimental… Por detrás hay algo que te va preparando. El único elemento acústico real es Litus. Cuando se habla de Litus se oye guitarra acústica porque es el único elemento no corrompido. Es ese personaje músico, artista, bohemio, nadie sabe cómo es. Cuando se habla de él es algo como muy de verdad, todo lo demás es un ambiente extraño. De referencia, la banda sonora de Ex Machina (Alex Garland, 2015), de Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), de Cliff Martinez, que hizo la música de The Nick, con Clive Owen.

P. ¿Es posible una película de Dani de la Orden oscura y pesimista?

R. Me gusta Haneke y alguna vez he pensado en hacer una película oscura porque siempre tengo esta dicotomía de ser agrio. Pero no me sale. Yo soy fan de leer las críticas, aunque sufra mucho leyendo las malas, pero mientras me enseñen algo. Las que son condescendientes y me llaman pijo no me interesan. Piensas que los críticos deben querer un poco más su oficio. Hay un sector de la crítica que es interesante pero otro que no. ¿Por qué una película bienintencionada se la coge con tanta rabia? ¿En qué momento nos hemos convertido en unos cínicos, tan oscuros? Me cuesta mucho entender la vida desde la posición de “todo es una mierda y mira que hostia te voy a dar”. Yo necesito acabar todo con luz y no soy Mr. Wonderful. No tiene nada de malo querer dar un poco de luz en el mundo.

@juansarda