Un momento del rodaje de Yuli

La cineasta sigue fijándose en los más desvalidos en Yuli, adaptación de la autobiografía del bailarín cubano Carlos Acosta, que llegó a ser primer bailarín del Royal Ballet de Londres, un hito absoluto para un bailarín negro que lo convirtió en una celebridad mundial.

Célebre por dramas sociales de gran impacto como Te doy mis ojos (2003) o También la lluvia (2010), Icíar Bollaín (Madrid, 1967) sigue fijándose en los más desvalidos en Yuli, adaptación de la autobiografía del bailarín cubano Carlos Acosta (La Habana, 1973), al que conocemos desde su infancia, cuando despuntaba con un talento casi sobrenatural para el baile hasta sus días de gloria en Londres. Allí, llegó a ser primer bailarín del Royal Ballet, un hito absoluto para un bailarín negro que lo convirtió en una celebridad mundial.



Una historia luminosa, como dice la propia Bollaín, pero también repleta de sombras como la devastadora pobreza del "período especial" en los 90, cuando el derrumbe de la Unión Soviética depauperó la isla, el racismo de la época precomunista o, sobre todo, la tormentosa relación con un padre tiránico que obligó a palos, literalmente, a su talentoso hijo a desarrollar un don que más bien le molestaba porque en clase le llamaban "maricón". Tres actores, el niño Edilson Manuel Olbera Nuñez, el joven Keyvin Martínez y el propio Carlos Acosta en su madurez interpretan a un mismo personaje, un hombre para el que su extraordinario talento es como "aquel amargo don de la belleza" del que hablaba Terenci Moix.



Pregunta. ¿Es una lata hacer una película sobre un personaje que está vivo?

Respuesta. Carlos había escrito su autobiografía y allí ya tienes su propia visión de su vida. Luego no es una autobiografía que esté escrita para ajustar cuentas. Hay una intención de recordar y pasar página de situaciones muy dolorosas, pero es un hombre que ha podido hacer carrera. No tenía los impedimentos que suelen tener los bailarines cubanos para salir de la isla porque podía salir cuando quisiera y después volver. Tampoco hay nada que hayamos dejado de contar. Él ha tenido mucha confianza. No ha querido una última palabra ni del guion ni del montaje. Las cosas que él siente como dolorosas como el racismo que padeció en su infancia cuando los blanquitos podían ir a la playa y los negros no, lo contamos en la película. No nos hemos dejado nada por contar.



P. Acosta llega muy lejos pero sufre mucho por el camino. ¿Es ese talento también una maldición?

R. El talento es fantástico pero también pesa porque se te echa la responsabilidad de que tienes que usarlo. ¿Y si yo quiero hacer otra cosa? Carlos de pequeño no quería porque lo identificaba con su padre y porque le llamaban maricón en el colegio. Pero sí llega un momento en el que existe esa presión para que se convierta en una figura y eso te puede pesar. Lo que pasa también con el talento es que no es suficiente. En España tenemos esa idea del genio que lo hace todo sin esfuerzo cuando el talento requiere mucho trabajo para desarrollarse y eso también es duro.



Edilson Manuel Olbera Nuñez interpreta a Carlos Acosta de niño

P. ¿Puede convertirse el talento en un obstáculo con los demás?

R. La familia de Carlos vive situaciones muy trágicas y muy duras y efectivamente debido a su talento tiene que vivir separado de ellos. Su profesión le lleva lejos y eso es algo que le pesa siempre. Por otra parte es un hombre muy feliz pero es cierto que cuando llegas tan alto no lo haces así por las buenas. Es pico y pala. En la película vemos solo un poco de ese talento pero si te metes en Youtube hay cosas alucinantes. El otro día estuve viendo por televisión Espartaco con Tamara Rojo y ¡la coge con un brazo!



P. ¿Qué opina de ese padre tiránico que maltrata su hijo pero también logra que se convierta en un fenómeno?

R. Es un personaje muy duro pero también en su contexto y no tan lejos de cómo eran los padres españoles en los años 40 y 50. La idea 'la letra con sangre entra' es universal. Hay una diferencia generacional muy grande que es la idea de quejarse. Cuando Carlos viaja por primera vez a Londres y le dice a su padre que está "medio down" el padre se burla de él. Eso es muy duro. Es una educación muy bestia porque es un señor que a los nueve años estaba cargando camiones. Los castigos del padre a Carlos cuando era un niño eran medievales. Algunos nos los contó la hermana como ponerle de rodillas con un guisante mientras cargaba peso. Eso lo hacían en la época de la esclavitud en Cuba.



P. Resulta sorprendente su patriotismo y su amor por Cuba...

R. Yo creo que es un hombre muy apegado a lo suyo, a su cultura. Gobierne quien gobierne es tu cultura, son tus amigos, tu forma de ser, de divertirte, tu música... También creo que es un hombre agradecido a su país porque recibió una educación gratuita que en ningún otro lugar del mundo hubiera podido recibir. El ballet es una disciplina cara, solo las puntas de las zapatillas valen 100 euros. Ahora Carlos tiene una escuela y está haciendo lo mismo. En eso él está agradecido. Hay otra verdad que es la del período especial y las balsas que también sale en la película. Pero también mostramos que había un apoyo a la cultura.







P. ¿Qué valoración hace de la situación cubana?

R. Hay cosas muy positivas pero no te puedes quedar en el poder 50 años. Ahora están pasando de nuevo una crisis económica pero lo que tienes al lado también es terrible. Honduras está muy cerca y tiene el problema de las maras que no existe en Cuba. Todo me parece muy contradictorio porque ves cosas terribles pero otras que tienen un valor. Lo que me parece más duro es la gente porque sigue todo cerrado. Ellos lo llaman el "cuentapropismo" que es la pequeña iniciativa privada que está muy asfixiada. Y tienen el problema de tener un vecino del norte que mantiene un embargo que no castiga a los dirigentes sino que castiga a la población. Te preguntas por qué no les dejan que encuentren su camino.



P. ¿La ve como una película esencialmente positiva?

R. Es muy luminosa. No deja de contar cosas duras pero también está poniendo el foco en esa parte de Cuba que también es real. Habla de una familia, de un tipo que sale de lo más bajo y llega a lo más alto. Es un "sí se puede" porque lo que cuenta es que un tipo con talento y con tesón puede conseguirlo. Es verdad que acaba bien pero hay conflicto por el camino: una relación tortentosa con el padre, tiene una lesión, él tiene sus problemas. Eso lo decía Tolstoi, todas las familias son iguales pero no hay una infeliz igual a otra. Me acuerdo que cuando los niños eran pequeños yo les contaba historias y cuando había una parte en la que creían que había demasiado buen rollo me regañaban y me preguntaban cuándo llegaban los monstruos porque sino no hay historia.



P. ¿Por qué cuenta de una manera tan sobria el éxito del bailarín?

R. Hemos intentado contarlo de otra manera. Resumimos ventipico años de carrera triunfal en una coreografía de cinco minutos. Toda esa parte final que es un poco videoclip entre Londres y la fama, los periodistas que le acosan, su éxito con las mujeres que fue mucho... todo eso lo contamos en unos minutos de baile. No queríamos caer en el biopic clásico. Cuando hablamos de éxito también tenemos que hablar de sus sombras. Tienes éxito pero también te adulan. Te quedas un poco solo. Me imagino que también hay una cierta desconfianza porque se te acerca mucha gente. Te abre muchas puertas y te da muchas posibilidades pero también te da cosas malas. Y existe también el peligro de perder la cabeza. Hace poco leía a Nadal que su tío siempre le repetía que recordara que al final es un tipo con una raqueta.



@juansarda