Isaki Lacuesta entre los protagonistas de Entre dos aguas

El director estrena Entre dos aguas, película que se alzó con la Concha de Oro en San Sebastián y que continúa con los personajes de aquella La leyenda del tiempo de 2006. En ella, recupera la odisea de dos hermanos gitanos de un depauperado barrio de Cádiz para profundizar en el instinto de supervivencia y las dificultades de una clase social marginada.

Isaki Lacuesta (Girona, 1975) está viviendo el momento más dulce de su trayectoria. Acaba de ganar su segunda Concha de Oro en San Sebastián con Entre dos aguas, película documental que estrena hoy y es la continuación de aquella La leyenda del tiempo de 2006. En ella, recupera la odisea de dos hermanos gitanos de un depauperado barrio de Cádiz para profundizar en el instinto de supervivencia y las dificultades de una clase social marginada. Mientras, el centro George Pompidou de París le dedica una retrospectiva y una exposición con sus instalaciones. Entre dos aguas, protagonizada por dos hermanos antagónicos, Israel, un bala perdida, y Cheíto, bien casado, con hijos y una carrera en el ejército, supone un fascinante viaje a un mundo tan misterioso como desconocido para el común de los mortales.



Pregunta.- ¿Tenía intención de rodar una segunda parte de La leyenda del tiempo?

Respuesta.- Siempre estuvo esa fantasía cuando rodamos la primera. Había unas cosas que yo pensaba que podíamos retomar. Por ejemplo, la secuencia del árbol. Era como plantar cosas que no sabríamos si saldrían o no. Tenía 29 años cuando la rodé y recuerdo que estaba obsesionado con que Jean Vigo se había muerto a esa edad.



P.- ¿Ha mantenido el contacto con Isra y Cheíto estos años?

R.- A lo largo de los años nos hablábamos para ver cómo estábamos. Israel es el que más me insistía a ver si hacíamos otra. El cine es muy bueno a la hora de captar el paso del tiempo. Lo que hizo Truffaut con Jean Pierre Leaud, o lo que hizo John Ford con John Wayne, que va creciendo en sus películas. A ellos también les iban pasando cosas. Cheíto se alistó en el ejército y lo destinaron a misiones en África. Parece el principio de una novela de Conrad. A partir de aquí comenzamos a imaginar y cuando hace tres años vimos que Isra iba a ser padre decidimos liarnos. Comienza con una escena casi documental que es la del parto y termina con otra parecida que es la del tatuaje. Y en medio vemos retratos de lo que les ha ocurrido, o cosas que les ha ocurrido a personas alrededor.



P.- ¿Quería que fuera una película con simbología religiosa?

R.- Me gusta que los símbolos sean cosas muy naturales. No hay ninguno que esté planteado como metáfora. Si sale agua es agua e inunda tu casa. Alguien me decía si el parto es una metáfora y sí, es una metáfora de un parto que no puede ser más carnal. Estos simbolistas cristianos que en Buñuel ven todo tipo de símbolos. Es una película muy de piel, de cuerpo, de emociones, intentando que el trabajo de puesta en escena no se interponga. No quiero que el espectador vea al cineasta haciendo un truco y se cree una especie de distancia brechtiana que aquí no convenía. Con La próxima piel trabajé más esto, que el espectador vea algo más directo.



P.- ¿Ve a esos hermanos como Caín y Abel?

R.- Son completamente antagónicos, pero se necesitan el uno al otro como hermanos. Es como una canción, dos hermanos que no se pueden separar, son como el agua y la sal. Yo creo que todos nos podemos identificar con ambos. Sí hay momentos en los que los siento como alter ego míos, pero me da un poco de pudor decir eso. Sobre todo porque viven de forma mucho más complicada que la mía. Yo a veces tengo dificultades para hacer las películas, pero no tengo esos problemas. Hoy pensaba que al final esas vidas extremas también nos sirven para reflexionar sobre la nuestra. Por ejemplo, el hecho de que se tengan que jugar la vida para mantener a su familia. Cheíto tiene que irse seis meses y arriesgarse a que su mujer le abandone en medio. E Isra tiene que traficar con drogas so pena de ir a la cárcel. Cualquier persona de clase media conoce lo que es sacrificarse para salir adelante. Es un espejo deformante de nuestra propia historia y cómo decidimos llevar nuestras vidas.



P.- Veía el otro día un documental sobre Basquiat y me recordaba a Isra porque ambos tienen la misma incapacidad para tener "vidas normales". ¿Hay personas con grandes dificultades para encajar en el sistema?

R.- Las películas de artistas como la de Basquiat suelen tener eso de que son muy extremas. Se parecen a las películas de psicópatas, es una caricatura a extremo. Son vidas similares a las de esas personas pobres que se niegan a integrarse en el sistema. Les pasas cosas todo el rato, viven en un mes lo que nosotros vivimos en diez años. Tienen juicios sin parar por cosas absurdas y grotescas y luego les llegan las notificaciones con un lenguaje que no entienden. No entienden el extracto del banco o cómo funciona la seguridad social. Una de las actrices de la película tiene cuatro hijos, no trabaja.., y le dijimos que después de la película podía pedir el paro y no sabía cómo funcionaba. Tienes 30 tacos, cuatro hijos y no sabes cómo funciona el paro.



P.-¿Quería ser muy preciso a la hora de reflejar ese mundo de San Fernando de Cádiz?

R.- En el barrio de la Casería están muy mezclados los gitanos con los payos. A mí me costaba contar a mi familia o mis amigos las dificultades que tienen. A veces hay gente que me dice que igual es que no han buscado trabajo con suficientes ganas, pero son rechazados. Ves cosas increíbles. Isra cuando estábamos en preproducción se iba a trabajar como jardinero ocho horas y le pagaban 20 euros a través de un primo suyo que se quedaba la mitad. Se volvía a casa con 10 euros después de todo el día cortando el césped.



P.- ¿Por qué dice que no es cine social?

R.- La motivación con la que la hicimos no era hacer cine social. La hacíamos desde las ganas de retratar a gente que queremos. Luego es inevitable. Cuando filmas este tipo de vida sí estás haciendo un retrato de una sociedad y una España que no queremos ver. Ese cine social surge de manera inevitable. Cuando retratas esa precariedad es un drama. Al final la película es mucho más triste de lo que yo me imaginaba. En la primera eran niños, todo es posible, y tiene un tono más positivo.



P.- ¿Es más dramática Entre dos aguas que La leyenda del tiempo?

R.- Son dos historias muy distintas la de Makiko y la de Isra. En la japonesa esa desolación está, pero está muy encubierta por la mirada infantil. Todavía pueden ser cualquier cosa. Gente que está viendo la primera después de ver la segunda, creo que la segunda gana en dramatismo.



@juansarda