Maria Mozdah (izquierda) protagoniza El viaje de Nisha, de Iram Haq

Conocemos las rígidas normas machistas que imperan en los países musulmanes, de forma más acusada en unos que en otros. El viaje de Nisha, dirigida por la realizadora noruega de origen paquistaní Iram Haq, nos muestra en toda su miseria una tradición basada en la brutalidad y el salvajismo en la que una niña de 16 años puede ser obligada a suicidarse por sus padres por haberse encerrado en una habitación con un chico para meterse mano. Es lo que cuenta, de forma muy resumida, esta película en la que asistimos a la caída a los infiernos de una brillante joven descendiente, como la cineasta, de emigrantes pakistaníes (Maria Mozdah), en un filme que no cuenta nada que no sepamos pero lo hace con eficacia y con valentía en una suerte de canto feminista oriental que abre nuevos y necesarios caminos.



Ambientada en la Noruega de hoy, Nisha es pakistaní en casa de sus padres pero se comporta y piensa como cualquier niña sueca cuando se relaciona con sus compañeros y amigos. La protagonista parece una chica escindida: por una parte, el sincero afecto que siente por sus padres, encantadores cuando las cosas son como ellos quieren. Por la otra, es una persona de natural independiente y con ideas propias que se siente mucho más cómoda en una cultura, la occidental, en la que las chicas, ya no digamos ahora, pueden desarrollar su sexualidad con plena libertad y en la que los padres no obligan a sus hijos a casarse con quien quieren. Es Nisha víctima de un código milenario obsesionado por el honor y el qué dirán (el título original es What will people say) en una existencia que parece abocada a la esclavitud o la tragedia.







Los matrimonios concertados son quizá uno de los rostros más pavorosos de una cultura en la que es mejor que las mujeres no trabajen y donde los padres del novio opinan que lo importante es que sea "buena ama de casa". Existe el derecho a la legítima crítica a otras culturas sin ser considerado racista. Tiene razón el padre de Nisha cuando en esta película dice que la contrapartida occidental es la soledad. Desde luego, hay mucho que mejorar y arreglar en los países europeos, pero la realidad, y es una realidad sangrante, también es que una cultura que considera a los hijos propiedad de los padres, y ya no digamos a las niñas, está abocando a la infelicidad a millones de personas.