Jonathan Price interpreta a don Quijote en el filme de Terry Gilliam

Tras clausurar el Festival de Cannes, el ex Monty Python estrena en España El hombre que mató a Don Quijote, un proyecto que arrancó en 1989 y que ha sufrido uno de los desarrollos más tortuosos y complicados de la historia del cine. Jonathan Pryce interpreta al Caballero de la Triste Figura en un filme que visualmente se inspira en Goya y Doré.

Desde la invención del cinematógrafo, más de un centenar de directores han llevado a la pantalla diferentes versiones, desde la ficción o el documental, de las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote. El resultado es una filmografía extremadamente variada en la que ha cabido todo tipo de propuestas, incluidas las más excéntricas y delirantes, desde que la productora Gaumont se aproximara al clásico de Cervantes a finales del siglo XIX: westerns con títulos tan sugerentes como Don Quijote Tiroseguro (George Marshall, 1923) o The Adventures of Don Coyote (Reginald Le Borg, 1947), representaciones coreográficas de Rudolf Nureyev y Maya Plisetskaya, trabajos artesanos y ortodoxos como los de Rafael Gil en Don Quijote de la Mancha (1948) o de Arthur Hiller en El Hombre de la Mancha (1972), infinidad de propuestas de animación desde Garbancito de la Mancha (José María Blay, 1945) a Donkey Xote (José Pozo, 2007) e incluso un filme alemán muy subido de tono, Las eróticas aventuras de Don Quijote (Rapahael Nussbaum, 1976). Directores de la talla de Willhelm Pabst, Eric Rohmer o Manuel Gutiérrez Aragón, cuya película El caballero Don Quijote (2002) estaba especialmente inspirada en su juego metaficcional, se lanzaron asimismo a adaptaciones más personales del libro.



También contaba la filmografía quijotesca con dos célebres proyectos malditos. El primero de ellos lo estuvo rodando Orson Welles durante casi 30 años y solo vio la luz después de su muerte en un controvertido montaje realizado por su amigo Jesús Franco. Más suerte ha tenido el ex Monty Python Terry Gilliam que hoy por fin estrena El hombre que mató a Don Quijote, un proyecto que arranca en 1989 y que ha sufrido uno de los desarrollos más tortuosos y complicados de la historia del cine. "Llevamos tanto tiempo con esta película que la simple idea de haber terminado el rodaje es casi surrealista", explica Gilliam. "Cualquier persona sensata se habría rendido hace años, pero en ocasiones los cabezotas soñadores triunfan al final".



Tras el éxito cosechado en 1989 con Las aventuras del Barón Munchausen, Gilliam le propuso a su productor Jake Eberts adaptar El Quijote, pero tras leer los libros fue incapaz de encontrar una perspectiva adecuada para la película. Después de filmar en EE.UU. sus tres siguientes trabajos -El rey pescador (1991), Doce monos (1996) y Miedo y asco en Las Vegas (1998)- el director regresó a Europa con una idea: "Al darme cuenta de que no podía rodar El Quijote como lo escribió Cervantes, me pregunté si acaso podría hacer una película que capturase la esencia de El Quijote, sin depender completamente de los libros". Inspirado por los seis meses que había pasado intentando adaptar Un yanqui de Connecticut en la corte del rey Arturo de Mark Twain, Gilliam se inventó el personaje de un joven director de anuncios que viajaba en el tiempo hasta el siglo XVII para encontrarse con Don Quijote y que este le confunda con su escudero Sancho.



El director recibió luz verde por parte de los productores y, en agosto del año 2000, comenzó en Madrid el rodaje de la película con un impresionante presupuesto de 32 millones de dólares y con Jean Rochefort en el papel de Don Quijote y Johnny Deep en el del joven viajero en el tiempo. Sin embargo, nada salió como debía y en menos de dos semanas el proyecto ya se había cancelado por culpa de varias catástrofes: inundaciones, tormentas, renuncia del personal, el ruido de los cazas que sobrevolaban la zona y, finalmente, la hernia discal y los problemas de próstata de Rochefort, que le hacían retorcerse de dolor sobre su caballo rocinante.



Todo ello lo capturaron Keith Fulton y Louis Pepe para lo que debía ser un simple making off para el DVD de la película. Sin embargo, el material recogido se convirtió en Lost in La Mancha (2002), un genial documental que retrataba con total crudeza el sueño truncado de Gilliam y que venía a convertirse quizá en la mejor versión cinematográfica del clásico de Cervantes, con el director en la piel de un caballero andante que va desarrollando su propia locura a medida que se enfrentaba a esos gigantes representados por la fatalidad.



El fenómeno generado por el documental contribuyó a que amantes de la novela, cinéfilos de toda condición y admiradores de Gilliam mantuvieran vivo el proyecto y finalmente el director volvió a la carga en 2009 y empezó por reescribir el guion, desechando el viaje en el tiempo. "Ahora el proyecto trata sobre el cine, sobre hacer películas y sobre qué le suponen en su vida a las personas que se involucran en ellas", asegura Gilliam. "Además quedarnos en el mundo moderno es mucho más barato que rodar una película de época ambientada en el siglo XVII. Así no tengo que quitar líneas de teléfono por todas partes".



En la nueva versión, el cínico y exitoso realizador de publicidad se encuentra en España trabajando en un anuncio no lejos del pueblo en el que diez años antes rodó una película amateur sobre El Quijote. Afectado por una crisis creativa y asediado por la mujer de su productor, decide visitar el escenario de su opera prima en busca de inspiración. Sin embargo descubre que la película afectó de manera negativa a todos los aldeanos que participaron en ella. Como ocurre con Javier, el zapatero que interpretó al Caballero de la Triste Figura, que se ha vuelto completamente loco y se cree El Quijote. Así arranca una odisea en la que el protagonista, ejerciendo de Sancho, se enfrenta a sus demonios, tanto reales como ficticios, tanto modernos como medievales.



En los papeles principales, Adam Driver toma el relevo de Johnny Deep y un habitual de Gilliam como Jonathan Pryce sustituye a Jean Rochefort, fallecido en 2017. Les acompañan actores internacionales como Stellan Skarsgard, Olga Kurylenko o Joana Ribeiro y los españoles Óscar Jaenada, Sergi López y Jordi Mollá. No en vano se trata de un proyecto con financiación europea en la que la española Tornasol es la productora principal. La película además se ha rodado en España y Portugal y visualmente Gilliam se ha inspirado en Francisco de Goya y en el ilustrador francés Gustave Doré. "La película es una batalla entre las imágenes precisas que Doré realizó de El Quijote y el mundo oscuro, fantasmagórico y perturbador de Goya", explica el director.



@JavierYusteTosi