Una imagen de El hombre de las mil caras de Alberto Rodríguez

Alberto Rodríguez, con El hombre de las mil caras, y Bertrand Bonnello, con Nocturama, llevan el escándalo y el buen cine a San Sebastián en un fin de semana en el que también se pudo ver un gran entretenimiento como Los siete magníficos.

El escándalo ha sido la palabra dominante en el fin de semana de San Sebastián. Escándalos presentes y pasados. Un pasado muy vivo es el que presenta Alberto Rodríguez en El hombre de las mil caras. Inspirada en la truculenta historia de la fuga de aquel ex director de la guardia civil llamado Luis Roldán, que se fugó con 16 millones de euros desaparecidos desde entonces, el director de La isla mínima ha triunfado en el Festival con una película sobria que logra contar una historia esperpéntica con visos de comedia sin que deje de ser divertida ni frivolizándola. Porque hay algo en este filme de aquella Atrápame si puedes de Spielberg, con ese juego de máscaras y de equívocos, esos juegos de espías tan agradecidos para la pantalla grande, pero también hay una historia terrible y dramática detrás, muy conectada con la realidad actual de una España inmovilizada por la corrupción.



Eduard Fernández se mete en la piel del siniestro Paesa, ese agente doble, triple y cuádruple que además de reaparecer en el cine lo ha hecho en carne y hueso en la portada de una revista. Por momentos, lo que cuenta el filme es un lío incomprensible y el propio Alberto Rodríguez ha dicho que nadie sabrá jamás qué es verdad y que es mentira. Lo que vemos es a un buscavidas como Paesa hacer lo que siempre ha sabido hacer mejor, moverse en las cloacas del Estado, trapichear en los bajos fondos de las altas esferas, engañar a todo el mundo y salirse con la suya. Y en este galimatías de traiciones, deslealtades y mentiras por doquier, la figura de Roldán casi hasta da un poco de pena, ese hombre que se forra pero se convierte en un prisionero de sí mismo encerrado en un apartamentucho de París leyendo novelas de amor mientras la policía le busca por medio mundo. Como ya hiciera con La isla mínima, donde rescataba esa España oscura de la transición, Rodríguez devuelve a la vida toda una etapa como esos 90 en los que expresiones como "tirar de la manta" y las portadas de El Mundo marcaban una actualidad turbulenta.



Una imagen de Nocturama

Director de gran prestigio entre los modernos, esto queda muy Boyero pero es así, Bertrand Bonello ha estrenado en el Festival de San Sebastián su última película después de ser rechazado por el de Cannes. Se llama Nocturama y es una película bomba en el sentido más amplio de la palabra. Primero cuenta el trasiego que se llevan unos jóvenes por París a quienes se adivinan intenciones hostiles y después, cuando explotan las bombas que han colocado, los vemos en su encierro en unos grandes almacenes. Nocturama apuesta fuerte y juega al límite de lo moralmente aceptable pintando un fresco amable sobre unos terroristas que combinan el teenage angst con la desesperación existencial. Bonello quiere jugar a contracorriente planteando un drama sobre la sociedad de consumo en el que parece querer decir que todos somos de alguna manera culpables del terrorismo. Las primeras secuencias, muy bressonianas, son impactantes y la parte de los grandes almacenes está rodada de una manera maravillosa. El problema surge al final, con esas fuerzas del orden excesivamente malévolas en un requiebro innecesario y excesivo. Es un filme fascinante, quizá un poco frívolo.



Una imagen de Los siete magníficos

Soy incapaz de entender por qué tantas malas críticas a Los siete magníficos, remake en clave de western del clásico de Kurosawa del que hubo otro remake con Steve McQueen y Yul Brinner. Dirigida por Antoine Fuqua (Training Day) la película se ha proyectado porque le han dado un merecido Premio Donostia a Ethan Hawke, ese actor "intelectual" especializado en papeles de hombre sensible. Protagonizada por Denze Washington, el actor fetiche de Fuqua, la película es puro entretenimiento de buena calidad. Conocemos la historia, un pueblo devastado por unos criminales recurre a unos pistoleros para que los defiendan. Con esta película Fuqua se lo quiere pasar bien y consigue que el público lo haga también.



@juansarda