Malin Buska interpreta a la reina Cristina de Suecia en la nueva película de Mika Kaurismaki

La cita vallisoletana llega a su fin dejando atrás películas de buen nivel que, muy en la línea habitual, se centran en dramas sociales, conflictos políticos y reveladores episodios históricos. A esta última categoría pertenecen dos de las últimas películas importantes proyectadas en sección oficial: Reina Cristina de Suecia y Elser.

A falta de que mañana Isabel Coixet, con la presencia de Juliette Binoche, clausure la Seminci, eso sí fuera de concurso, la cita vallisoletana llega a su fin dejando atrás películas de buen nivel que muy en la línea habitual se centran en dramas sociales (Nahid, Mustang), conflictos políticos (Una historia de locos) y reveladores episodios históricos. A esta última categoría pertenecen dos de las últimas películas importantes proyectadas en sección oficial: Reina Cristina de Suecia y Elser.



Mika Kaurismaki no solo es el hermano de uno de los directores más populares de Europa, el gran Aki, también posee una extensa filmografía con más de 35 títulos, algunos estrenados en nuestro país como Divorcio a la finlandesa (2009) o Rumbo al norte (2012). En su última película, Reina Cristina de Suecia. La mujer que fue rey, el director rescata a una figura histórica, a la que ya dio vida Greta Garbo en una famosa versión de los años 30, para convertirla en una figura de una radiante modernidad con la que se pueden identificar los más jóvenes además de ahondar en un aspecto no tratado extensivamente hasta ahora en el cine como su lesbianismo.



Interpretada por una enérgica Malin Buska, la película nos cuenta la historia de una rebelde que podría estar en cualquier época pero se sitúa en el siglo XVII, un tiempo en el que Europa vivía el enfrentamiento entre católicos y seguidores de Lutero (Suecia se hizo luterana) así como el principio de la Ilustración y la era científica, representada por Descartes, filósofo de cabecera de la reina que acabó traicionándola sin que lo supiera y murió en Estocolmo protegido por ella.



En este contexto de cambios y reformas, la joven Cristina llega al trono dispuesta a revolucionar el país y convertirlo en "la nueva Atenas". Impelida por la frase de Descartes que nos anima a "romper con todo lo que nos han enseñado", la reina se enfrenta a la cerrazón de la religión y los privilegios de los ricos con el magnífico proyecto de sacar a su país de las tinieblas de la Edad Media y conducirlo hacia la Edad Moderna. Y entretanto, se enamora perdidamente de una de sus damas de compañía, pasión que los poderes de la época (con la aportación de Descartes) se encargan de impedir.



Todo esto lo cuenta Kaurismaki con hechuras clásicas y ritmo moderno. La película no pretende ser un solemne drama histórico sino poseer la vivacidad y la actualidad de lo actual partiendo de la base de que el conflicto de fondo (la rebelión contra los poderes establecidos y las ideas preconcebidas) siguen siendo tan vigente hoy como antes. Se echa en falta menos academicismo en la puesta en escena y por momentos Kaurismaki corre el peligro de que su película se parezca demasiado al mundo actual y no tanto al de la época pero el cineasta imprime vitalidad y fuerza a una película que además tiene la virtud de contar una historia interesante.



Escena de Elser, de Oliver Hirschbiegel

El alemán Oliver Hirschbiegel alcanzó un gran éxito en todo el mundo con la totémica El hundimiento (2004) donde narraba los últimos y enloquecidos días de Hitler en el búnker de Potsdamer Platz antes de suicidarse. El cineasta regresa al nazismo en la notable Elser, homenaje sin fisuras a un sencillo carpintero de provincias que valiéndose de su pericia y más por motivos morales que por convicciones políticas atentó contra el Führer en Munich en 1939. Por desgracia para el mundo, no tuvo éxito.



Elser no pretende reinventar la narrativa cinematográfica sino más bien servir como homenaje a una figura histórica de indiscutible valor y mérito así como ofrecer un retrato de esa Alemania rural y real en la que creció la serpiente del nazismo. A modo de flashbacks por una parte vemos el interminable calvario del protagonista torturado cuando lo detienen después del frustrado atentado y por la otra su vida antes del magnicidio, de hombre enamorado de una mujer casada con un marido borracho y violento así como su progresiva sensación de lejanía y repugnancia ante una sociedad que avanzaba a pasos agigantados a la locura del fascismo. Hay buen cine en esta película interesante en la que Hirschbiegel sigue mostrando su buen pulso para retratar la Historia de su país.



Escena de Mustang, de Denis Gamze Ergüven

La sorpresa ha llegado con la turca Mustang, de la directora Denis Gamze Ergüven. Remake más o menos confeso de Las vírgenes suicidas en clave oriental, en esta ocasión son cinco hermanas en una remota región del país otomano quienes sufren las consecuencias de un puritanismo castrador y criminal. Huérfanas de padres y educadas por su abuela y por su tío, después de que provoquen un escándalo jugando en la playa con otros muchachos las hermanas son encerradas a cal y canto en la casa para evitar que su mala reputación se propague y no puedan casarse.



Sometidas a la crueldad machista de unas costumbres ancestrales para las que las mujeres solo sirven para contraer matrimonio, hacer la comida y parir hijos, el mundo de libertad y alegría que han construido entre sí se enfrenta a una sociedad que ha decidido por ellas su destino. Todo esto lo cuenta la directora realizando una buena construcción de los personajes de las cinco chicas protagonistas en una película en la que la luz de la juventud batalla contra la oscuridad de la ignorancia con resultados dispares, desde la tragedia, al sometimiento pasando por la liberación. Es un filme poderoso que deja huella y nos recuerda una vez más las devastadoras consecuencias íntimas del machismo institucionalizado.



Nora Navas en una escena de L'artèria invisible

Finalmente, el catalán Pere Vilà, quien posee una interesante trayectoria al margen de las convenciones con películas como Pas a nivell (2007) o La lapidació de St. Etienne (2012), también presentada en la Seminci, no ha acabado de convencer con su última película, L'artèria invisible, que según él mismo trata sobre los "disfraces" que nos ponemos para ir por la vida. A modo de sutiles que no breves pinceladas, el director nos cuenta nada menos que el vacío existencial de la era moderna a partir de una pareja de burgueses (excelentes como siempre Nora Navas y Alex Brendemühl) en la que él es un político corrupto y ella una mujer insatisfecha que se pone una barriga falsa para ir a clases para embarazadas.



Esos mayores corrompidos aficionados al sexo rápido y dominados por la codicia y la ambición (él más que ella) se contraponen a una pareja de veinteañeros que pasa los días fornicando. Decir ritmo moroso es quedarse corto para describir una película que avanza a paso de tortuga en la que Vilà, siguiendo el libro de Jaime Rosales, nos seduce con planos geométricos milimetricamente diseñados en los que las barreras físicas (paredes y puertas) sirven como símbolo de las barreras emocionales. Demasiado lenta y deudora de un cine de autor que tiende a lo ensimismado, siento simpatía y entiendo lo que quiere decir el director pero no puedo evitar aburrirme.