Una imagen de Regreso a Ítaca

La película de Laurent Cantet retrata con dosis contenidas de emoción y de manera tan cercana como conmovedora los anhelos frustrados de una generación de cubanos.

Decía Ortega que uno es uno y su circunstancia. En el caso de los cubanos podría decirse que uno es uno y el comunismo... o el exilio. El cineasta Laurent Cantet, ganador de la Palma de Oro con La clase (2008) y autor de filmes fundamentales del cine europeo como Recursos humanos (1999) o El empleo del tiempo (2001) se alía con el escritor cubano Leonardo Padura para adaptar de manera muy sui generis su La novela de mi vida en un filme que retrata con dosis contenidas de emoción y de manera tan cercana como conmovedora los anhelos frustrados de una generación de cubanos marcados por el sueño revolucionario castrista y la posterior desilusión al tener que lidiar con un país empobrecido y aislado en el que el antiimperialismo es la coartada de la censura.



Ambientada por completo en una azotea de La Habana, desde la que se tiene una espectacular vista de la ciudad y donde llegan los ruidos de la bulliciosa vida de una capital marcada también por el carácter ruidoso y exuberante de sus habitantes, Regreso a Itaca nos cuenta una historia tan personal e intransferible como la de esos cinco amigos así como una historia universal cuyo patrón cabe buscar en filmes clásicos como Reencuentro (1988) de Lawrence Kasdan o Los amigos de Peter (1992) de Kenneth Brannagh, o sin irnos tan lejos incluso en la recién estrenada Felices 140 de Gracia Querejeta en la que un grupo de amigos de toda la vida se reúne después de mucho tiempo y no tienen más remedio que ponerse a comparar lo que fueron con lo que son ahora.



Regreso a Itaca no es una película amarga pero sí deja un nudo en la garganta. El paso del tiempo como asunto universal y la particularidad de la realidad cubana como microcosmos que sirve para desmenuzar la historia de un país que soñó con el paraíso y se topó con el infierno. El motivo de la reunión es el regreso de un viejo amigo, exiliado desde hace tres lustros en España, que vuelve a su país sin poder sucumbir a una cierta idealización nostálgica con la idea de escribir sus memorias y poner un poco de orden a una vida marcada por las circunstancias políticas. Entre risas, recuerdos y canciones de la época (con peso español, de Formula V a Serrat) los amigos no están muy dispuestos a perdonar tan fácilmente el abandono del viejo camarada.



Ante el desastre del comunismo, Cantet y Padura plantean a través de esas experiencias vividas las distintas formas de desilusión y de corrupción de los ideales, del exiliado que se ha quedado sin país al caradura que ha aprendido a prosperar en un país dominado por el pillaje interpretado por Jorge Perugorría. La Cuba que emerge de Regreso a Itaca es un lugar donde el sálvese quien pueda se ha convertido en la única regla de vida y donde precisamente los mayores perdedores son aquellos que creyeron en los ideales de una revolución marchita y encallada. Parece que en Cuba las cosas cambian poco a poco aunque no tanto, Regreso a Itaca está prohibida.