La historia de Marie Heurtin, un canto a la esencia de estar vivo

Tras su éxito en Francia, llega a nuestras salas La historia de Marie Heurtin. Jean Pierre Améris relata con sensibilidad pero sin sentimentalismos el encuentro real, en el siglo XIX, entre una monja y una niña ciega y sordomuda.

En 1962 el cineasta estadounidense Arthur Penn estrenaba El milagro de Anna Sullivan, donde veíamos una reconstrucción del fantástico proceso real por el que la joven Helen Keller, ciega y sordomuda, pasaba de la desesperación y la violencia psicológica a ser capaz de amar y comunicarse gracias a los denodados esfuerzos de su mentora, la Anna Sullivan del título. Este clásico tuvo un gran impacto en la adolescencia del director francés Jean Pierre Améris (Lyon, 1961), y durante mucho tiempo buscó la manera de acercarse cinematográficamente al mundo de los ciegos y sordomudos. Encontró así la vieja y olvidada historia de Marie Heurtin, una joven gala del siglo XIX de características muy similares a las de Keller, que logró salir de la confusión y el salvajismo gracias a la entrega de una monja, Marguerite, que en su empeño creó los fundamentos del lenguaje de signos que los ciegos y sordomudos siguen utilizando en nuestros días.



Autor de comedias costumbristas como La vida (2001) o Tímidos anónimos (2010), Améris logra con su poético filme retratar con sensibilidad el universo de una joven cuyo contacto con el mundo se produce a través del tacto y los olores, probablemente los dos sentidos más castigados por un mundo moderno en el que lo audiovisual tiene un protagonismo desmesurado. Y en el viaje de Heurtin desde la soledad y el ostracismo hasta que se siente "viva" y demuestra unas habilidades insospechadas (llegó a ser una figura de la época), descubrimos ese universo de sensualidad y carnalidad: "La inspiración fue un texto de 30 páginas escrito en braille por la propia Marie que guardaban en el convento. Ella misma se describe en sus inicios como una ‘bestia furiosa' y recuerda mucho al niño salvaje de Truffaut: rechaza lavarse, vestirse, comer de una manera normal... Muchos la tomaban por loca y solo esa monja creyó en ella", cuenta el director a El Cultural durante su visita en Madrid.



La religiosa también escribió un diario en el que documenta el proceso angustioso en el que la ‘niña salvaje' se muestra inconmovible a sus esfuerzos. Aun partiendo de todos los estereotipos del melodrama, Améris sortea hábilmente tanto los peligros de lo tierno del telefilme como apretar las tuercas del misticismo en ese renacimiento de la protagonista: "El filme trata esencialmente sobre un encuentro, es una historia de amor, no sexual, pero sí de una conexión que transforma profundamente a dos personas".



Camino de perfección

Marie Heurtin nos abre a una forma de comunicación en la que el tacto lo es todo. La protagonista ausculta el mundo como si fuera un médico con un estetoscopio. El viaje de Heurtin desde una asilvestrada soledad hasta su conversión en modelo de perfección y ejemplo para los sordociegos de su país (antes de morir a los 36 años viajó por Francia explicando su historia) nos conmueve porque, con ella, descubrimos el poder de esos sentidos infrautilizados en el mundo moderno: "No soy muy proclive al contacto físico y en esta sociedad cada vez más virtual es fácil desarrollar esa aversión. Cuando comencé a relacionarme con los discapacitados, me resultó muy chocante que me tocaran la cara pero es su manera de conocerte. Al final acabé tocando durante horas los árboles como ellos".



La historia de Marie Heurtin, esa joven a la que la mayoría dio la espalda, nos recuerda también la importancia de dar una oportunidad a quienes la sociedad rechaza: "El filme ha tenido mucho éxito en Francia precisamente porque muchos adolescentes se han sentido identificados con Marie". En el momento más hermoso del filme, inspirado en la secuencia final del Pickpocket de Bresson, durante su primer encuentro, la religiosa y la joven se tocan la mano y en esa conexión la monja ve "un alma" donde los demás ven a una trastornada. Marie Heurtin nos recuerda que la soledad es la peor enfermedad posible. "El filme trata de recordarnos lo que significa estar vivo en un mundo en el que vamos todos muy rápido", concluye Améris.