Ruben Östlund

Una familia de turistas ricos, una estación de esquí y una avalancha de nieve. El padre entra en pánico, huye y deja a su familia atrás. Justamente lo contrario de la figura heroica que el cine acostumbra a retratar. A partir de esta premisa, el cineasta sueco Ruben Östlund construye en Fuerza mayor un drama familiar tan inquietante como insólito, que ganó el Giraldillo de Oro del Festival de Sevilla. Hoy llega a nuestras salas.

La semilla de una película es siempre un misterio. ¿Nace de un personaje, de una imagen, de una tesis general? La mayoría de los directores nunca lo tienen del todo claro. No es fácil racionalizar y articular aquello que brota de la intuición. Ruben Östlund (Styrsö, Suecia, 1974), una de las voces más distintivas del cine sueco, tiene al menos claro cómo tomó forma su último largometraje, Fuerza mayor, que presentó en Cannes y con el que obtuvo el gran premio del Festival de Cine Europeo de Sevilla. "Lo vi claro en un clip de YouTube -asegura-. Es un vídeo grabado en un restaurante al aire libre en una estación de esquí. Vemos cómo una avalancha de nieve supuestamente controlada se acerca peligrosamente a los comensales y cunde el pánico, se escuchan gritos y la gente se abalanza debajo de las mesas, aunque finalmente todo queda en un susto. Es impresionante cómo la energía del momento cambia radicalmente, en décimas de segundos, cuando los turistas advierten que la avalancha puede llevarse a todos ellos por delante".



Ese vídeo bien podría ser el que graba Thomas con su móvil, el padre de familia protagonista de Fuerza mayor, y cuya aterradora escena recrea Östlund con extraordinario realismo en un plano fijo. La impactante secuencia actúa como centro neurálgico de la película, el momento catártico al que van a parar todas las contenciones y conflictos emocionales del relato. Vemos cómo el padre huye con el teléfono en el momento de pánico mientras que la madre se abalanza sobre sus hijos para protegerlos. "Y lo cierto es que no es la única inspiración de YouTube -añade Östlund-. Veo muchos clips, forman parte de mi alimento audiovisual. Creo que cualquier cineasta del siglo XXI debe estar familiarizado con YouTube. Se encuentran instantes, cosas que simplemente no se ven en una pantalla de cine. Por ejemplo, hay un vídeo de una estudiante sobre un conductor de autobús español que también replico en la película. Se titula Idiot Spanish busdriver almost kills students".



-Como en Play, su anterior filme, parece interesado en explorar el comportamiento humano en situaciones extraordinarias...

-En un principio la película estaba fragmentada en tres episodios sobre turistas suecos enfrentados a escenarios y comportamientos humanos que pensaban que solo podían experimentarse en guerras y desastres naturales, y entonces descubren un lado de su personalidad que desconocían. Lo cierto es que estuve explorando estadísticas de varias catástrofes, y a partir de ellas, desde el Titanic hasta el Estonia, se puede concluir que los hombres tienen más posibilidades de sobrevivir que las mujeres y los niños. En cierto modo, la idea del hombre heroico que protege a su familia se revela estadísticamente falsa. De hecho, en las situaciones límite sucede generalmente lo opuesto. Pensé que eso era bastante interesante, que planteaba una serie de cuestiones de género.



-De hecho, su película funciona como antítesis del héroe prototipo que tradicionalmente ha retratado Hollywood. ¿Eso también era un estímulo?

-Exactamente. Creo que eso que dice es muy interesante porque hay una razón por la que seguimos reproduciendo esa imagen del hombre íntegro y sacrificado, que protege a su familia y a su país. Se trata de una reproducción de la ideología. Es como si tuviéramos que perpetuar esa idea si queremos seguir enviando a los jóvenes a la guerra. Debemos enseñarles que son ellos los que deben sacrificarse para proteger al resto de la sociedad. Y Hollywood lo sigue haciendo.



Una imagen de Fuerza mayor

-¿Hemos construido falsas expectativas sobre el papel de los sexos en la sociedad?

-Creo que el modo en que estamos viviendo la vida actualmente está determinado en gran medida por cómo "interpretamos" el papel del hombre y de la mujer. Hay muchas expectativas a nuestro alrededor sobre lo que se supone que debemos hacer, cómo debemos comportarnos, y esto determina gran parte de nuestras vidas. En Suecia hay una fuerte ola de feminismo que se preocupa por la incidencia de estas cuestiones en nuestra sociedad, sobre todo en la vertiente educativa. Se trata de no perpetuar ciertas ideas tradicionalmente asumidas.



-Fuerza mayor es una película en gran medida sobre la dignidad. ¿La concibió en esos términos?

-Habíamos pensado en un lema promocional para la película que decía algo así: "Turistas ricos pierden su dignidad". Así que desde luego estoy interesado en personajes que pierden su dignidad. Lo que también me interesaba, si se fija en la estructura de un filme convencional, el pesonaje que pierde su dignidad al principio luego se redimirá. En cierto modo, en mis películas, todos los personajes pierden su dignidad y nunca la recuperan.



-¿Le gusta juzgar a sus personajes?

-¿A qué se refiere?



-Bueno, lo cierto es que no queda muy claro si usted se ríe de Thomas o siente algún tipo de empatía hacia él. Es una película cruel con su protagonista, le coloca en una situación humillante...

-Mmmmmmm. Creo que por un lado me río de él, pero también le tengo empatía. Tengo que tenérsela para tomarme el relato en serio. Y creo que los temas que propongo son lo suficientemente serios. Para mí no es tan importante establecer esa distinción. Más bien debe serlo para el espectador, él debe decidir qué siente por Thomas.



-Hay varias escenas muy significativas sobre ese proceso de humillación. Especialmente un personaje, un trabajador del hotel, que es un mero testigo. ¿Adopta su punto de vista?

-Sí, puede ser. Y también el del espectador. Lo cierto es que sí tengo empatía por Thomas, pero al mismo tiempo pienso que es un tipo extraordinariamente torpe. Pero el estilo de vida que llevan... quiero decir, solo fíjese en los cepillos de dientes electrónicos. Hemos alcanzado un nivel de confort que nos permite mantener el principal foco de nuestras vidas en pequeños problemas conyugales. Creo que ese tipo de vida es tonto y simplón, y que debemos mirar esos problemas con una perspectiva realista. Nuestro nivel socioeconómico debería hacernos reflexionar sobre otras cosas más preocupantes: los derechos de los oprimidos, solucionar el hambre en el tercer mundo... Pero la cultura occidental es tan pagada de sí misma que nos permite poner toda nuestra energía en pequeños problemas sentimentales. La familia que retrato es una familia muy tonta, pero tengo empatía por ella. Creo que algo así debe pensar el misterioso personaje del hotel.