El director estrena Kingsman: servicio secreto, en la que reivindica sus raíces británicas con una historia de espías a la vieja/nueva usanza en la que los agentes al servicio de su majestad llevan impecables trajes de sastre

Maestro británico del cine de acción de Hollywood, Matthew Vaughn comenzó siendo el productor de Guy Ritchie en aquellas Lock & Stock (2000) y Snatch: cerdos y diamantes (2007) y lleva ya una década dirigiendo películas como Stardust (2004), Kick Ass (2010) o X Men: Primera generación (2011). Ahora presenta Kingsman: servicio secreto, en la que reivindica sus raíces británicas con una historia de espías a la vieja/nueva usanza en la que los agentes al servicio de su majestad llevan impecables trajes de sastre y, aunque el mundo se caiga a pedazos, toman el té de las cinco. Un filme de aventuras puro y duro sobre una conspiración mundial con origen en nuestros teléfonos móviles en la que Colin Firth es el amo de la función como violento espía y donde el director ha querido reflexionar sobre nuestra dependencia tecnológica o la animadversión de la mayoría hacía las élites.



- Nada más británico que una buena historia de espías...

- Kingsman es una celebración de la cultura británica. El problema de los filmes de este estilo es que es más difícil encontrar un malo, antes estaba claro con la guerra fría y ahora tienes que recurrir al terrorismo. Como no queríamos eso, nos inventamos un malo de Estados Unidos.



- Hay una crítica muy clara hacia las élites políticas y económicas, ¿no es cierto?

- Eso está en la calle. Vivimos en un mundo en el que la diferencia entre pobres y ricos cada vez es más grande y donde cada vez es más difícil para los jóvenes tener una vida digna. Hace cuatro años en Londres hubo disturbios y parte de la prensa se lanzó a atacar la juventud diciendo que son unos gamberros y que simplemente lo hacían para disfrutar. Yo entiendo que se sientan engañados por esta sociedad porque los ha dejado abandonados.



- Muestra una Inglaterra contradictoria en la que imperan valores antiguos como el clasismo en una sociedad invadida por la tecnología...

- El problema de Inglaterra es que el mundo cambia pero en muchas partes aun predominan los valores victorianos. Hay una revolución silenciosa pero el poder aún no se ha dado cuenta, los políticos solo piensan en su reelección y no hacen nada. En toda Europa pasa un poco lo mismo, es de locos que en España la gente no encuentre trabajo. Los de arriba no lo saben pero el mundo va a cambiar profundamente en breve.



- ¿Esa desigualdad está en el origen de los conflictos que muestra la película?

- Hay una paradoja, los sueldos no han subido o han bajado y los alquileres son altísimos. Los jóvenes de Londres ahora mismo no se pueden plantear independizarse porque todo es demasiado caro. Hemos llegado a un punto en el que las rentas y el valor de los bienes son superiores a lo que uno puede ganar con su trabajo y los ricos cada vez son más ricos y los pobres más pobres. En la película hablamos de que hay que dar a los jóvenes una oportunidad y estoy seguro de que sabrían aprovecharla.



- En el propio filme se ataca a esas películas de espías "demasiado serias" que impuso Bourne. ¿Quería reivindicar la diversión del género?

- Queríamos hacer una película muy divertida. Creo que eso fue una moda y ya está comenzando a pasar, en los próximos meses saldrán varias que recuperan ese elemento de gozo. Si miras el cine de la Gran Depresión, la mayoría eran películas escapistas y ahora está pasando un poco lo mismo, la gente quiere ir al cine a no pensar en sus problemas. Al mismo tiempo, todas las películas, como un cuadro o una novela, son hijas de su tiempo. Si alguien ve Kingsman dentro de cien años encontrará en ella algo sobre nuestra época. Por muy locos que parezcan estos tiempos, debemos tomárnoslo en serio porque está en juego el futuro. A veces no somos conscientes pero muchas especies han desaparecido de la tierra, nuestro planeta es más longevo que la humanidad.



Colin Firth en una imagen de Kingman

- La obsesión contemporánea con el móvil es otro elemento clave...

- Estamos perdiendo la interacción humana. En Estados Unidos o Inglaterra es ridículo, vas a un restaurante y ves que la gente no habla, está mirando el móvil. Cuando quedas con alguien sabes que tendrás que tener paciencia porque cada cinco minutos te interrumpirá para contestar un mensaje.



- Se ha especializado en películas de acción, ¿veremos algún día un drama de Mathew Vaughn?

- Aun soy un niño grande viviendo mi sueño de hacer películas. Cuando sea viejo quizá me da por hacer un drama pero de momento me lo paso muy bien con estas películas. Hay una injusticia con ellas tremenda porque no consiguen el crédito y respeto que merecen. En la temporada de premios son olvidadas sistemáticamente incluso en apartados como el montaje en el que suelen sobresalir. A mí me gusta hacer películas que vea mucha gente y las disfrute.



- Resulta extraño ver a Colin Firth interpretando a un personaje tan violento...

Ahí está lo divertido. Cuando descubres ese lado de él en la escena del pub te quedas helado porque es lo último que esperas, podríamos haber escogido a Liam Neeson pero habría tenido mucha menos gracia. Hay que sorprender al público porque así lo haces feliz.



- Kingsman presenta un mundo oscuro dominado de forma maquiavélica por las corporaciones, pero también hay unos buenos...

- No solo puedes enseñar lo malo, también hay que inspirar a la gente. Hay mucha maldad ahí fuera pero también hay buenas personas.



- Usted pasaba los veranos de su infancia en nuestro país, ¿qué recuerdo le trae?

Amo España, es mi segundo país. Yo sigo teniendo una casa en Mallorca y voy todos los veranos. Conozco muy bien Madrid, Marbella, Barcelona... En vuestro país la gente es fantástica y la comida es la mejor del mundo. Sinceramente pienso que en España no vendéis bien todo lo bueno que tenéis. Los italianos venden jamón de Parma en todos lados mientras el jamón serrano le da mil vueltas, no hay nada comparable. La gente debería saber lo buena de verdad que es España.