Jan Ole Gerster (Hagen, 1978) pasó de ser, como él mismo dice, "el director sin película más famoso de la escena de clubes de Berlín" a ganador del premio de la academia alemana al mejor director con su gran éxito Oh Boy. En blanco y negro, transmite esa indolente sensualidad de la vieja Nouvelle Vague para construir la historia totalmente contemporánea de un chaval de veintitantos mantenido por sus padres que deambula por la vida nocturna sin saber qué hacer con su vida. Una noche de encuentros (una antigua compañera de colegio a la que humilló, un amigo actor fracasado o el camello) despertará en el protagonista, interpretado por Tom Schilling, las ganas de volver a conectar con un mundo con el que siente que ha perdido el contacto. Las sombras del pasado nazi también se inmiscuyen de forma irónica y trágica en una película pequeña y sincera que capta con sutil precisión el zeitgeist de una juventud sin rumbo. Lo entrevistamos en Berlín en el Cordobar, el bar de tapas de inspiración española del que él mismo es dueño.



Pregunta.- El mundo contra Niko podría llamarse la película. Su peripecia nocturna es una frustración continua.

Respuesta.- Que la vida estaba en contra de mí es lo que experimenté durante mucho tiempo. Es una película muy autobiográfica y especialmente Berlín puede ser un sitio muy duro. Hasta un cierto punto es una ciudad que te da la libertad de hacer lo que quieras: es barato, es muy relajado... Toda Alemania hace chistes sobre Berlín porque se supone que aquí nunca se consigue que nada se resuelva, siempre estamos arruinados, nadie trabaja, la vida no empieza hasta las once de la mañana. Vengo de una ciudad pequeña al oeste de Colonia y en un cierto punto me di cuenta de que llevaba cinco años aquí y no había hecho nada. No me arrepiento pero llegó un punto en el que ese estilo de vida no me producía satisfacción. Tenía la reputación de ser el director de cine más famoso de la escena de clubes de Berlín sin película. Me divertí mucho torturando al personaje y fue la primera vez que me lo pasé bien escribiendo precisamente por ese ir haciéndole la vida imposible.



P.- En España Luces de Bohemia plantea una estructura similar: un viaje nocturno que se convierte en una odisea interior.

R.- Ha habido películas antes que parecen similares a lo que he hecho aunque no tantas. Ahora lo veo diferente pero entonces me sentía constantemente rompiendo las reglas de lo que me habían enseñado en la escuela de cine. Luego ves que ha habido libros que me han influido, como El guardián entre el centeno. Pero nadie ha hecho una película sobre ese libro porque no puedes hacer lo mismo en literatura que en cine. Mi película trata sobre alguien que trata de tener una conexión pero en vez de conectar cada vez se siente más aislado de lo que pasa a su alrededor. Esa noche es una odisea, es un viaje.



P.- El propio título Oh Boy parece contener un elemento de ironía por las penas de ese joven desconcertado pero que vive muy bien de sus padres.

R.- Es importante el hecho de que sea de una familia rica porque su problema no tiene que ver con la falta de oportunidades, entonces sería una historia completamente distinta. Creció en un ambiente privilegiado y aun así no sabe adónde ir o qué hacer con su vida. Entendemos que su padre haga sarcasmos sobre que le ha estado pagando para que se dedique a pensar. Pero al parecer es algo muy frecuente porque gente de todo el mundo se siente identificada. Sin duda hay algo universal en este sentirse desconectado y que no eres capaz de aprovechar las oportunidades. En Berlín hay muchos chicos que cobran todos los meses de sus padres y no saben qué hacer. Quizá el problema es que no saben qué hacer con la libertad que les ha sido dada. Abandonas tu casa, te vas lejos y al cabo de diez años te preguntas si has hecho lo correcto. ¿Debería hacer otra beca? Eso lo viví yo y lo vi en mi grupo de amigos.



P.- ¿Quería hacer una película generacional?

R.- Sí y no. Sería equivocado decir que no me importaba pero es absurdo sentarse a hacer una película generacional. Mucha gente lo ha intentado antes y siempre hay algo poco auténtico en ello. Me resultaba mucho mejor centrarme en hacer una película concreta sobre este chico. Las películas que me han inspirado cuentan historias muy específicas y al mismo tiempo tienen ese valor universal como Los 400 golpes, El graduado o El cuchillo en el agua. Pero también soy consciente de que existe ese componente generacional y no me importa, pero no tiene sentido si no tratas de hacerlo personal. Vi las primeras películas de los directores que me gustan (Truffaut, Scorsese, Louis Malle) y todos ellos tienen este elemento personal. Mira la primera película de Scorsese, trata sobre la paradoja de crecer en un barrio italiano en un ambiente conservador con todo ese crimen alrededor y en realidad todas sus películas han tratado de eso.



P.- La sombra del pasado nazi aparece de forma muy clara, primero de forma irónica y después de forma más trágica. ¿Ese pasado está muy presente en Alemania?

R.- Desde luego, absolutamente. De alguna manera, siempre estás rodeado por ello. Es parte de tu vida diaria. La gente hace bromas políticamente incorrectas pero como manera de enfrentarse a ello. ¿Quién ha salido seis veces en la portada de Der Spiegel en los últimos seis meses? Hitler. Nunca había visto una película que muestre cómo el pasado está aún presente en la vida de todos los días. No debía ser el principal asunto de la película, pero sí salir de una manera muy ligera. En el cine alemán sigue siendo el principal tema y no me suelen gustar esas películas porque suelen ser historias muy comerciales como la que está rodando el actor en la película, algo muy trillado. Existe esa cultura casi kitsch de lo nazi pero también momentos reales como ese señor del bar que recuerda la noche de los cristales rotos. Yo conocí a alguien así. Entonces te das cuenta de que estás hablando con alguien que realmente estaba allí aunque pueda parecer muy lejano. Y actualmente lo notas en todo. Por ejemplo, durante el último mundial, hubo un debate muy largo sobre si estábamos preparados para sacar las banderas y un alarde nacionalista. Es constante. Lo notas en todo, por ejemplo todo tiene que ser siempre super políticamente correcto.



P.- Siempre me he preguntado cómo debe de ser ser alemán y ser los malos de todas las películas.

R.- ¡Somos los malos por buenos motivos! Creces con ello. No es que en un momento dado te des cuenta de que tienes esta reputación. El rechazo a lo nazi es parte de la educación en el colegio. Los alemanes somos muy conscientes de la historia. Todo comenzó a cambiar en los 60 cuando los hijos de quienes estuvieron allí comenzaron a hacer preguntas. Alemania siempre está tratando de resolver ese problema y dando soluciones nuevas. Para mí es una mezcla. Cuando era muy joven pensaba que no tenía nada que ver conmigo pero cuando viajas te das cuenta de que ser alemán tiene una connotación muy clara en muchas partes del mundo. Entonces te conviertes en ese payaso ridículo que trata de demostrar que los alemanes somos buena gente actuando de forma exageradamente simpática. Creo que la generación actual tiene un deseo de emanciparse de todo lo que representa ese pasado pero al mismo tiempo, ¿de qué manera puedes hacerlo? No puedes hacer ver que no pasó porque cuando te enfrentas a la cuestión de que eres alemán no puedes sentir ninguna responsabilidad o culpa. Esto es lo que hace que las películas sobre esa época tan difíciles, muchas veces ves autocompasión.



P.- Hay una intención muy clara en su película de hacer cine de autor puro y duro.

R.- En Alemania sucede con frecuencia que surgen directores muy profesionales que hacen películas muy bien hechas de género y tienes la impresión de que pueden hacer cualquier tipo de producción y echas de menos una firma más personal. Yo no soy ese tipo que dice pon aquí una pantalla verde o utiliza la grúa. Me aterroriza el rodaje y la técnica. Me gusta que sea muy íntimo y espontáneo. Quizá cambiará en el futuro pero ahora mismo no me veo haciendo cine puramente comercial. Hace poco estuve con Pedro Almodóvar en los premios de cine europeo y realmente sentí una gran admiración porque siempre ha hecho lo que ha querido y no se ha ido a Hollywood. Me siento mucho más cerca de eso que de hacer la película más grande posible.



P.- En la secuencia de la performance da la impresión de que también quiere ironizar sobre esa famosa escena cultural y hipster de Berlín.

R.- No hago un comentario sobre la escena cultural de Berlín o lo hipster. Así es como yo experimento la ciudad. Alguna gente se queda aterrorizada con esta brusquedad de los berlineses y cuando llegué tenía la impresión de que toda la gente cretina había decidido vivir junta aquí para ser desagradable con los demás. Después me di cuenta de que simplemente es la mentalidad de la gente que vive aquí. Retrato lugares viejos y personajes de mi vida. Para mí es imposible esta historia en Múnich o Hamburgo, debía ser en Berlín.



P.- ¿Le resultó muy difícil financiar una película tan personal como ésta?

R.- Fui un estudiante muy malo de cine porque nunca iba a clase, trataron de echarme varias veces y no hice ningún corto. Cuando tocaba hablar con la gente del dinero fue difícil convencerles teniendo en cuenta que nunca había hecho nada. Pero cuando leyeron el guión les gustaba y costó un tiempo pero lo logramos. Al principio el productor quería un millón de euros y por supuesto era imposible. Yo quería hacer la película con cualquier presupuesto. Al final la hicimos por 300 mil y yo lo prefería porque más dinero me asustaba. Le pedí favores a toda la ciudad.