John Williams, Thomas Newman, Steven Price, Alexander Desplat y Owen Pallett y Will Butler

Sucedió de nuevo y ya nadie se sorprende: Howard Shore volvió a ser el gran olvidado de las nominaciones al Oscar musical 2014, como lo había sido en 2013, en ambos casos por El Hobbit, de Peter Jackson, que en esta campaña llegó a su segunda parte, La desolación de Smaug. Quizá por pulverizar la costumbre -que no norma- de la Academia de marginar obras que emplean material de música previa, Shore redujo esta vez las citas de El Señor de los Anillos a 3 minutos y medio, pero ni por esas: sólo logró entrar en la lista previa de 114 obras.



En esta ocasión no ha sido el único encaminado a la cuneta, y ha tenido buenos colegas de infortunio: Alex Ebert, que ganó nada menos que el Globo de Oro por Cuando todo está perdido, el filme de un inmenso Robert Redford batiéndose con el mar; Danny Elfman con su imaginativo recorrido por una enésima película de animación, Epic; Christophe Beck en otra de dibujos, Frozen, que no llegó ni a las 114 nominaciones previas del mes de diciembre; o Michael Giacchino con la última entrega de la franquicia Star Trek, En la oscuridad, con extraordinaria banda sonora.



Vamos a lo práctico. La ladrona de libros no es la mejor partitura de John Williams (Nueva York, 1931), pero sí es la mejor de las cinco nominadas. ¿Quiere eso decir que el octogenario maestro puede añadir un nuevo Oscar a su abultada colección? No es fácil, pero tampoco imposible: sólo dos bandas sonoras han coincidido en las nominaciones de los Globos de Oro y de los Oscar, Gravity de Steven Price (Nottingham, 1977) para Alfonso Cuarón y La ladrona de libros de Williams para Brian Percival. El joven británico ha fascinado a unos e irritado a otros por su impactante composición en la película espacial del cineasta mejicano: el exguitarrista, asistente de Shore en la primera trilogía de Tolkien, propone un conglomerado de sonidos orquestales y efectos electrónicos que hilvanan lo mayestático y lo poético con pasajes de tremenda dureza sonora. Su esfuerzo es importante y es comprensible su elección.



En medio, la más floja de las nominadas, Her, el filme de Spike Jonze, con Joaquin Phoenix enamorado de una voz informática, que firman los nuevos en esta plaza William Butler (Texas, 1982) y Owen Pallett (Toronto, 1979) con Arcade Fire. Son los nominados más jóvenes (Steven Price viene después, con sus 36 años), y poco más. Su música, en ciertos momentos, no tiene nada que ver con lo que sucede en la pantalla, pero, como en el premio otorgado a Trent Reznor y Atticus Ross, el prestigio del conjunto de rock de referencia ha aupado esta banda sonora, ignorada, eso sí, en los precedentes Globos de Oro.



¿Qué decir a estas alturas de Thomas Newman (Los Ángeles, 1955)? Año tras año aparece en las nominaciones, con esta ya son once las ceremonias a las que ha acudido, y siempre se vuelve a casa de vacío. Este vecino de la Academia de Hollywood sólo ha arañado el premio en una oportunidad, el año pasado, en el que concurrió con su magnífico primer acercamiento al mundo de James Bond, Skyfall (¿el mejor guión de la sempiterna franquicia?), pero en donde lo que obtuvo fue el galardón a la mejor canción, que daba título al filme.



Newman llega este año con otro espléndido cometido, Al encuentro de Mr. Banks, película que relata cómo Mary Poppins llegó al cine, y su labor es seguramente la mejor después de Williams. Pero es previsible que su extraña maldición le siga atormentando.



Otro incansable perseguidor del Oscar es el francés Alexandre Desplat (París, 1951), que con esta alcanza su sexta nominación, y lo hace de la mano de Stephen Frears (y de Judy Dench) en la emotiva Philomena, para la que el artista crea una columna sonora que engarza lo chispeante con lo lírico. Pero el abuelo de esta hornada puede dar una sorpresa, y es que todavía le queda cuerda para rato.