David Trueba, inesperado ganador de la noche. Foto: Javi Martínez

Han nacido unos premios, y lo han hecho con todos los visos de tener una larga vida por delante. La Asociación de Informadores Cinematográficos dio ayer sus primeros Feroz en un cine Callao abarrotado y habilitado como restaurante para la ocasión. Quizá para desmarcarse de sus hermanos mayores, los Goya, encumbraron a dos películas que lo tienen difícil con la Academia: Stockholm de Rodrigo Sorogoyen, título de bajo presupuesto en el que Aura Garrido y Javier Pereira interpretan a una pareja que liga en la noche madrileña para ir tejiendo una relación mucho más dramática de lo que parece un simple ligue; y 3 bodas de más, esa comedia de Javier Ruiz Caldera sobre una treintañera sin novio que acude a tres bodas seguidas de tantos ex. Los premios Feroz son jóvenes y sin duda han querido premiar precisamente eso, lo fresco y espontáneo, un cine español diferente al "académico" en el sentido amplio de la palabra.



El evento estaba a reventar de VIPS y estaba, literalmente, "todo el mundo". Empezando por Pedro Almodóvar, que no va a los Goya ni que le maten y quizá por aquello de demostrar que no es que sea sociópata sino que su enfado con la Academia (bastante lógico, por cierto) le atañe a ella sola. Ahí estaban Alex de la Iglesia, que se fue de vacío salvo el premio como secundario para Mario Casas; Antonio de la Torre, que recogió el primer premio Feroz como mejor actor principal por Caníbal; la bella Marián Alvárez, que coronó su espléndida trayectoria esta temporada como protagonista de La Herida; o David Trueba, el ganador inesperado de la noche, que se llevó el reconocimiento como mejor guionista y director por Vivir es fácil con los ojos cerrados. Sorprende vivamente que en unos premios que distinguen entre drama y comedia no estuviera en la segunda categoría Gente en sitios, que ganó un sorprendente premio al mejor trailer ex aequo.



Los premios Feroz arrancaron rugiendo y unieron a su poder de convocatoria un photo call en pleno centro de un Madrid muy vistoso. Pero no todo salió bien. Concebidos como unos Globos de Oro, el apretado horario obligaba a una cena de 40 minutos para poder entrar en directo por televisión a las 10.00 con lo que mucha gente se quedó sin comer y hubo un poco de caos. Retrasar la gala a las 11 sin duda habría sido una opción más sensata. La gala tuvo momentos buenos y otros no tanto. Alexandra Jiménez es una actriz muy graciosa y cuando ella tomaba protagonismo el asunto cobraba fuerza. Hubo aquí y allá algunas chanzas divertidas ("por fin unos premios en los que quienes votan han visto las películas") y el momento en el que se constataba en la calle lo difícil que es encontrar a alguien que haya visto una película española tuvo mucha gracia.



Sin embargo, otras cosas no funcionaron tanto y la relación periodistas-artistas podría haber dado más juego. Dos actores interpretaban personajes de acompañamiento a quienes entregaban los premios y muchos de esos gags no estuvieron a la altura. La mejor fue, una vez más, Jiménez haciendo de pija que opina que en el cine español son todos unos vagos que hacen películas sobre la guerra civil, pero el primo andaluz de Lars Von Trier o el tolai que inventa títulos para películas americanas causaban más desconcierto que gracia. El ambiente era muy festivo y había ganas de reírse. Cuando llegaba algún chiste inspirado como el de la viuda de Bob Esponja salían carcajadas, otras veces no. Por otra parte, David Carrón, presidente de la Asociación, en su voluntad por ser breve se pasó de breve y lo que dijo estuvo bien pero supo a poco.



Cabe objetar algunas cosas más que quizá debieran irse puliendo. En una gala que homenajea la relación entre prensa y protagonistas habría sido quizá buena idea otorgar algún premio honorífico a algún periodista veterano. Hubo demasiados chistes sobre Carlos Boyero y no queda muy claro si el guionista, Paco Cabezas, solo lee El País porque solo se bromeó sobre sus cronistas (después de citar a sus críticos, Jiménez no recordaba cómo se llama el de El Mundo). También hubiera sido un detalle agradecer de una manera especial a Almodóvar su presencia después de haberle dado un insólito premio al ¡mejor trailer! pero en España ya se sabe que estas cosas no se nos dan bien (me refiero a los honores). Cabe objetar también que se premie el mejor cartel y no veo muy bien por qué los periodistas no deben ocuparse más de defender el arte sin criterios comerciales y honrar el marketing. Los premios han comenzado a volar, y su recorrido puede ser largo. Ayer había ganas de que saliera bien, y mucho talento.