David Trueba con dos de los personajes de al película Vivir es fácil con los ojos cerrados.

El buen cine ha conquistado hoy San Sebastián. Además, lo ha hecho con sendas comedias, lo cual siempre se agradece en un lugar por lo general mucho más proclive a los dramones de todo tipo. David Trueba, hombre talentoso donde los haya pero de filmografía errática sorprende con Vivir es fácil con los ojos cerrados, en la que recupera el tono amable y ligero de aquel extraordinario debut, La buena vida, para contar una fábula sobre la supervivencia y los sueños por cumplir que logra su objetivo, hacerte pasar un buen rato, encariñarte con los personajes e incluso que se te escape una lagrimita.



Vivir es fácil con los ojos cerrados, una frase de la popular canción de los Beatles, Strawberry Fields, está basada en una historia real que Trueba pescó al azar leyendo el periódico, la de un profesor de inglés español en los 60 que viajó hasta Almería para conocer a su ídolo, John lennon, mientras rodaba una película de Richard Lester. Comienza una road movie en la que Javier Cámara interpreta a un hombre dolido en lo sentimental que parece sublimar en su pasión por los Beatles su frustración amorosa, Francesc Colomer (el niño de Pa Negre) a un adolescente que ha huido de casa despavorido por un padre policía y fascistoide que le obliga a cortarse el flequillo y Natalia de Molina a una joven embarazada recluida en un convento para ocultar su vergüenza.



Vivir es fácil... es una película sobre personas buenas con buenos sentimientos, lo cual es siempre un riesgo en un festival de cine porque, como decíamos, estos son lugares en los que la tragedia tiene más pegada. Trueba construye bien una trama sutil y casi costumbrista para crear una poderosa historia sobre las segundas oportunidades, el perdón y la amistad. Eso sí, no todo funciona. Javier Cámara se pasa con la 'entrañabilidad' de su personaje con algunos tics sobreactuados y no deja de ser curioso ese adolescente madrileño que habla con acento de Girona. Pecados menores para un filme que puede gustar mucho cuando llegue a las salas.





Bertrand Tavernier durante el rodaje de Quai D´Orsay.



Bertrand Tavernier, cineasta de ínclita trayectoria que incluye obras maestras como La vida y nada más u Hoy empieza todo, ha provocado carcajadas con Quai D'Orsay, película que parodia a la célebre figura de Dominique de Villepin, ese ministro de asuntos exteriores francés que plantó cara a Bush oponiéndose a la guerra de Irak. A partir de la figura de un redactor de discursos, Tavernier confecciona una película inmensa en la que las miserias de la alta política se convierten en material jocoso de primera clase. Con unos diálogos ágiles y acidísimos la película también conecta con los curritos normales y corrientes con ese jefe neurasténico y pomposo que constantemente cambia de opinión y siempre le echa la culpa a los demás. Hay cine muy grande en este filme aparentemente ligero que nos ofrece la cara B de la Historia con mayúsculas. Sencillamente extraordinaria.





Fotograma de Gravity de Alfonso Cuarón.



En la sección Perlas se ha proyectado Gravity, nueva película de Alfonso Cuarón que llega de Venecia envuelta en un áurea de prestigio. Cuenta lo que les sucede a dos astronautas, Sandra Bullock y George Clooney, cuando se quedan colgados en el espacio. Utilizando de manera maravillosa el 3D, quizá mejor que nunca en la historia del cine y te quedas desde el primer minuto literalmente fascinado por la belleza de esas imágenes espaciales de una plasticidad y realismo tan increíbles que literalmente tienes la impresión de estar suspendido en el espacio. El personaje de Clooney, clooneando como un loco, a veces se hace insoportable y Bullock es una elección extraña, a la historia también le falta algo más de consistencia, pero es todo tan impresionante que es imposible no quedarse maravillado. Gravity es un viaje, un verdadero flipe, cine innovador y a ratos modélico. Una belleza de película.