José Manuel Serrano Cueto era un niño cuando empezó a fijarse en los títulos de crédito de la películas. Esos nombres entre castizos y modernos de señores y señoras de muy buen ver que trabajaban en coproducciones de género, aquellas a las que se apuntaba el cine español cuando podía presumir de ser una industria de verdad. Pasaron los años y el bicho del cine se le quedó dentro. Escribió libros, críticas, fundó una web... pero el final de la película encerraba otro comienzo: quería dirigir. Por azar, antes de dejar Cádiz para venirse a Madrid, le llegó en una ocasión la dirección del actor Aldo Sambrell y comenzó a cartearse con él. A su llegada a la capital, ya eran amigos.



Cuenta el director que Sambrell le propuso un día que le escribiera algo de ficción para actuar él y de ahí surgió el corto Rio seco, que mucho tiene que ver con el documental que ahora firma y que ha logrado una merecida nominación a los Goya. Esto es, recuperar la figura de un actor de otro tiempo. Si entonces el homenaje era para su amigo, en Contra el tiempo lo brinda a otros intérpretes que formaron parte de esa época, secundarios de películas de género que luego fueron cayendo en el olvido.



Charly Bravo, Lone Fleming, Antonio Mayans, Antonio Mora, Ricardo Palacios, y Mabel Escaño son los invitados al entrañable homenaje de Serrano Cueto. Le fue fácil localizarlos, no tanto convencerlos: "Eran 14 actores en el proyecto inicial, pero también por cuestiones de producción, se quedaron en siete. Me parece un número suficientemente representativo para hablar de lo que fueron. Si hubieran aparecido más, tal vez no habría habido tiempo", se alegra. Con siete llegaron y lograron la nominación al Goya, loable reconocimiento por el tema de la película y por su presupuesto, entre el que no se encuentra un solo euro de subvenciones públicas y que procede de la valentía del productor Carlos Taillefer y su empresa de nombre parlante Utopía Films. Sin quererlo, él y Serrano Cueto estaban haciendo cine como se hacía antaño, con más fe y vehemencia que con grandes planificaciones y ruegos.



Aunque en los últimos años nos estamos refrescando la memoria con nombres como Jess Franco o Paul Naschy, aclamados en ciertos círculos cinematográficos de países como Estados Unidos pero condenados a un largo ostracismo en nuestras fronteras, aún queda mucho por descubrir de aquellos tiempos felices del cine patrio, en los que, rememora Serrano Cueto, se hacían muchísimas películas, en los que los profesionales de fuera acudían a trabajar a España. "Por ejemplo, el marido de Lone Fleming, Eugenio Martín, hizo uno de los western favoritos de Tarantino, El precio de un hombre, pero hasta ahora no hemos empezado a apreciar estas figuras aquí", condena el realizador.



Su aportación, de tono nostálgico, no tiene, en cambio, ninguna vocación lacrimógena: "Aunque nos dicen que revuelve mucho, porque recuerda una época muy bonita, no es una película de resentimiento o de frustración. Los protagonistas podrían haberse quejado por haber gozado de reconocimiento y por haber sido olvidados luego pero, al contrario, están contentos de haber estado allí, de haber trabajado con grandes estrellas...", amplía el director. Contra el tiempo, pues, guarda momentos para la risa, para el recuerdo de unos días que hoy se nos antojan marcianos, días en los que actrices como Fleming, que era danesa, tenían que buscarse un marido nonagenario para poder nacionalizarse, exigencias del Sindicato. "Por lo visto se le murió el marido al que había fichado antes de la boda y tuvo que buscarse a otro. Tuvo que casarse para poder trabajar", expone Serrano Cueto.



Cuando Elena Anaya le comunicó que habían sido nominados al Goya, el debutante documentalista, que quiere seguir en la dirección, pensó directamente en el verdadero tributo que aquello suponía para los protagonistas. Mayans le dijo aquel día: "¿Quién me iba a decir a mí que iba a ir yo a los Goya después de tantos años lejos del cine?". La idea es que vayan la gala y que, si hay suerte, suban todos a recoger el premio. La película, que también ha merecido la medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos, puede verse estos días en Artistic Metropol de Madrid y por 2,95 euros en Filmotech.