Gary Oldman en un fotograma de El topo

La Guerra Fría es sin duda uno de los escenarios más apasionantes que existen para construir una película de espías. El sueco Tomas Alfredson, responsable del gran éxito de hace un par de años Déjame entrar, rescata una época fascinante en uno de los filmes más celebrados por la crítica de este año, El topo, adaptación de la novela homónima de John Le Carré que traslada a la pantalla, con gran fidelidad al espíritu y la letra, una intrincada trama de agentes dobles, conspiraciones y guerras nucleares a la vuelta de la esquina cuyos misterios no se resuelven hasta el último segundo. Para ello, ha contado con un reaparto espectacular que permite ver en acción a algunos de los mejores actores británicos de todos los tiempos: John Hurt, Gary Oldman (como el carismático George Smiley), Mark Strong y el recientemente oscarizado Colin Firth, que la publicidad presenta como protagonista del filme cuando en realidad tiene un papel secundario, eso sí, crucial.



"No teníamos la intención de hacerlo cuanto más complicado mejor", ha dicho Alfredson. "Queríamos que sucediera lo mismo que en la novela de John le Carre y es que acaba uno mismo investigando y volviéndose paranoico. Una de las mejores cosas que me han pasado con esta película es comprobar cómo la ha visto cada espectador. Todos aportan una visión distinta". Por ello, quizá lo más recomendable es llevar una Micebrina para no marearse con las idas y venidas de una trama que no deja pábulo al espectador. En la más pura y retorcida tradición de la Guerra Fría, prácticamente cada fotograma aporta información nueva que muchas veces parece contradecir a la anterior, creando un puzzle inabarcable cuyas piezas encajan al final pero que sigue dejando al espectador con la impresión de que se ha perdido algún detalle crucial. Quizá simplemente lo más recomendable es verla dos veces y jugar a ser Sherlock Holmes durante dos horas.



La trama arranca con una misión en Hungría que termina en fiasco. El objetivo de la operación es descubrir la identidad de un agente secreto encubierto que está minando la labor de los servicios secretos británicos pasando información a los rusos. El fracaso produce un recambio en la cúpula de los servicios secretos que aparta a Control (Hurt) y Smiley (Oldman) de su cargo. Sin embargo, a Smiley le encargan que inicie una investigación secreta para descubrir finalmente quién es el traidor. A partir de aquí, El topo propone una película de espías completamente alejada del modelo de Misión Imposible o los sucesivos casos Bourne ya que aquí no hay violencia ni explosiones. De esta manera, El topo es una película en la que los diálogos, densos y llenos de dobles sentidos, donde la acción brilla por su ausencia y en cambio permite lucirse a Alfredson con sus elegantes movimientos de cámara y una dirección de actores impecable.



El protagonista es Gary Oldman como el emblemático Smiley. Aquí vemos al espía en su vejez, un hombre curtido en mil batallas que no pierde la cabeza en medio de un caos irresoluble. Un hombre que acaba de ser abandonado por su esposa y perder su trabajo pero que aún está dispuesto a librar su última batalla: "Sabe cómo utilizar un revólver pero también sabe que utilizar bien las palabras puede ser mucho más efectivo. Es un caballero a la vieja usanza. Pertenece a esa generación en la que la lealtad era el valor fundamental y en la que la gente no andaba quejándose todo el rato. Sin duda, hay algo de melancolía y tristeza en él", ha dicho Alfredson. Un personaje tan rico ofrece a Oldman la posibilidad de lucirse como hacía tiempo que no veíamos. El topo es cine a la antigua en el mejor sentido de la palabra, un prodigio de intriga y poderío visual que demuestra que a veces sólo hace falta un buen guión para construir una excelente película.