Santiago Segura. Foto: José Aymá.

El regreso de Torrente copa la cartelera. Y lo hace en tres dimensiones. La cuarta aventura del comisario más infame y casposo, pero también el más icónico de los personajes excesivos del cine español, regresa a las pantallas con la friolera de 657 copias para ocupar 800 pantallas. Ahí es nada. Santiago Segura siempre se encarga de recordar con una actitud calculadamente humilde que sus propósitos pasan por divertir al personal a cualquier precio. Los brutales éxitos de taquilla de sus predecesoras lo atestiguan. Todo indica que lo seguirá consiguiendo.



Dimensión narrativa. Torrente 4: Lethal Crisis se convierte un año más en el exponente del humor grueso de la temporada. Y también en la radiografía tosca, soez y políticamente incorrecta del carácter numantino. Un botón de muestra. Frente a la tumba de El Fary, el soliloquio-informe de Torrente: "Todo va fatal. Los socialistas nos han llevado a la ruina. Los homosexuales pueden casarse y hay un negro en la Casa Blanca, pero no de limpiador, no, ¡de presidente! Lo único es que España ganó el Mundial, pero eso tampoco es tan bueno, porque medio equipo era del Barça". Hay ingenio y apunte histórico. Aunque el argumento de la película es lo de menos, debemos informar con pinceladas. En esta cuarta entrega, el antihéroe de Santiago Segura ha tratado de llevar una vida algo más respetable, pero una nueva "misión" le obligará a cometer sus acostumbradas tropelías. Esta vez su compañero es Rin Rin, interpretado (y no lo hace mal) por Kiko Rivera. Sigue abonado Tony Leblanc en otra de sus múltiples resucitaciones, ahora como el segundo hermano del padre de Torrente.



Dimensión escatológica. La estética de la repugnancia y lo escatológico que lleva Torrente por bandera encuentra su epítome en la realidad aumentada de la tecnología estereoscópica (la película es la primera comedia europea realizada en 3D): la típica escena de la ducha en una cárcel termina con la cámara acercándose a un orificio anal en tres dimensiones. La moral miserabilista de la primera entrega -que conectaba el filme con el esperpento valle-inclanesco, el surrealismo buñueliano y, cómo no, las películas de Azcona-Berlanga- quedó ahogada en sus respectivas secuelas por el espectáculo de lo repugnante y la sublimación de lo ridículo. Los parámetros de la educación visual de Santiago Segura pasan por la cultura trash, los subgéneros de serie B y el cómic como generador de representaciones excesivas, pero en el caso de Torrente 4 cualquier noble referencia queda anulada: sólo se debe a las comedias españolas de los cincuenta y sesenta, con Pedro Lazaga a la cabeza, pero planeando sobre los subproductos del destape de los años setenta y principios de los ochenta, pues los espíritus de Mariano Ozores, Andrés Pajares y Fernando Esteso (co-protagonista de la cinta) siguen vivos gracias a Segura. Las suecas han dado paso a la silicona.



Dimensión cinematográfica. Más que una experiencia cinematográfica, la saga Torrente es un fenómeno social digno de estudio. Tiene al menos la virtud de retratar, desde la caricatura y la irreverencia, el sustrato cultural del vulgarismo ibérico, apelando con fábulas policíacas al humor más soez y a las pasiones más bajas, pero no por ello demasiado alejadas de la realidad, de la imaginería españolista y el costumbrismo castizo. Así se explica entre otras cosas la estructura en cameo (breves apariciones de personajes populares) hacia la que ha ido derivando la saga de Santiago Segura, pues todos y cada uno de los personajes de la farándula y el folclore nacional quieren tener su momento en la película. Aprovecha Segura la circunstancia no sólo para evitarse sueldos astronómicos (los cameos no se pagan), sino porque desprecia los castings y le gusta rodearse de amigos, pero también para canibalizarlos, someterlos al escarnio público y lanzar, desde la coartada de la ficción hipertrofiada, sus respectivas opiniones sobre determinados personajes. No parece casual, por ejemplo, que en Torrente 4: Lethal Crisis Torrente acabe lanzando por las escaleras al personaje que interpreta Belén Esteban (que hace, muy mal, de casera de Torrente) o que a Bisbal lo echen del coro de la cárcel porque no sabe cantar. Más personajillos en este desfile inefable de carroña interpretativa: Carmen de Mairena, Kiko Matamoros, María Patiño, Carmen Martínez Bordiu, el Kün Agüero, Cesc Fábregas, María LaPiedra, el cantante Francisco, etc.



Que nadie se engañe: esta película va a salvar al cine español de la crisis. Y en 2017, cuando estrene Torrente 5: Episodio final (tal y como anuncian los créditos), probablemente también.