Image: Buda explotó por vergöenza

Image: Buda explotó por vergöenza

Cine

Buda explotó por vergöenza

Director: Hana Makhmalbaf

28 febrero, 2008 01:00

Nikbakht Noruz, protagonista.

Irán, 2007. Intérpretes: Abbas Alijome, Abdolali Hoseinali, Nikbakht Noruz. Guión: Marzieh Makhmalbaf. Duración: 81 mins.

El debut de la pequeña de los Makhmalbaf es un alegato humanístico cuya fuerza es semejante a la de un niño golpeando con fiereza una mesa. No valen segundas lecturas, aunque la mirada trate de imponerlas. El Afganistán postalibán y postamericano es un territorio infame, un infierno donde los niños juegan con la tortura y la agresión directa. La joven directora -19 años cuando rodó la película- advierte a través de las imágenes de Buda explotó por vergöenza que el régimen dictatorial y deshumanizado talibán ha sido sustituido por otro no menos despiadado. Los muertos, muertos están, pero aquellos que sobrevivieron y tienen que construir un futuro sólo poseen como educación dolor, tortura y muerte. La memoria es demasiado subjetiva como para dejarla al azar. Hana Makhmalbaf impone el acento en el ahora, un énfasis que se pretende metafórico pero que se ve superado por un realismo desorbitado; a la postre, una ficción terrorífica que lleve a Occidente las penas de las desgracias anónimas de oriente.

La directora no siente pudor a la hora de retratar lo obsceno, lo que nadie quiere ver, por la sencilla razón de que es inaceptable que una mente acomodada admita según qué grado de realismo. De entre las ruinas de los Budas dinamitados por el régimen talibán surge una historia minimalista. Una aventura cotidiana donde la joven protagonista intenta algo tan sencillo como ir a la escuela. Pero su esfuerzo acaba deviniendo en un despropósito con tintes épicos: cambiar huevos por una libreta y un lápiz, atravesar un territorio árido y tortuoso hacia la escuela, que la acepten en alguna clase, que sobreviva al camino de vuelta, interrumpido por unos niños perturbados, etcétera.

Lástima que la nobleza de las ideas se vea perturbada por la impureza de las imágenes. Que el horror que instiga el dolor, por más basado en la realidad que esté, resulte desproporcionado. Da la impresión de que muchos de los cineastas surgidos de Oriente Medio han entendido al revés al primer Kiarostami, donde lo importante no es la imagen espectacular, sino la alegoría íntima y el dolor no surge de la dramática, sino de cómo se posiciona la mirada. Makhmalbaf no se distancia, todo lo contrario, acerca la cámara hasta convertir en algo obsceno a sus protagonistas. Cree que para retratar el sufrimiento debe trasladárselo al espectador sin cortapisas, lo dicho al principio, un puñetazo en la mesa de alguien que no está de acuerdoy quiere llamar la atención al precio que sea.

La joven realizadora tiene a la verdad de su lado. Sus intenciones además de legítimas son necesarias. Los mecanismos narrativos cobran valor por su eficacia dramática, no por su coherencia estilística. A medio camino entre el anacronismo del ejercicio progre y cierta experimentación virginal con la cámara de rodaje, Buda explotó por vergöenza es una película de terror que impone el mensaje político. Recuerda al mundo que antes del 11-S ya existía mucho sufrimiento y que, ahora, siete años después, éste no ha desaparecido, sólo tiene un rostro diferente. De ahí su valía pese a lo poco sutil del planteamiento. Lástima que su influencia sea inocua: por si alguien lo dudaba, nada va a cambiar.