Olivia Coleman en un fotograma de 'Pequeñas cartas indiscretas', película dirigida por Thea Sharrock

Olivia Coleman en un fotograma de 'Pequeñas cartas indiscretas', película dirigida por Thea Sharrock

Cine

Olivia Colman brilla en el papel de una odiosa solterona en una Inglaterra arrogante y provinciana

Thea Sharrock estrena 'Pequeñas cartas indiscretas', película que retrata a un país hipócrita, orgulloso de su diferencia y también de su influencia.

6 abril, 2024 11:38

Podríamos pensar que la famosa "guerra cultural", ya saben, los trans, la familia como núcleo de la sociedad y la multiculturalidad, todo eso, es cosa de ahora. Pero viene de lejos. Inspirándose en un hecho real olvidado por todo el mundo acaecido en 1920, la película Pequeñas cartas indiscretas cuenta los estertores de la Inglaterra victoriana, que comienza en 1837, cuando la reina alcanza la corona, y que termina en sentido estricto en 1901, cuando la soberana murió.

Sin embargo, esa época victoriana perdura de facto hasta incluso después de la II Guerra Mundial, cuando el Imperio británico comienza a desmoronarse y la sociedad británica abandona el puritanismo y la "rectitud moral", henchida de patriotismo, que dominó una época en la que Gran Bretaña, y más concretamente Inglaterra, alcanzó un dominio colonial y cultural que ha perdido pero sigue echando de menos como hemos visto con los discursos patrioteros y nostálgicos que acabaron inflamando el Brexit.

La trama arranca en la ciudad costera de Littlehampton, un lugar quintaesencialmente "inglés", esa Inglaterra provinciana de los cuentos del oso Paddington, llevados al cine por Paul King recientemente en sendas películas de animación, o en la aun más reciente Wonka, dirigida por el mismo King. Una Inglaterra que se recrea en su propio cliché y se representa a sí misma, orgullosa de su diferencia y también de su influencia en una época en la que el idioma inglés se consolida como la lengua de comunicación mundial.

Una Inglaterra aun más orgullosa que nunca, aunque los primeros síntomas de su declive y su mutación definitiva comienzan a asomar, después de la victoria en la I Guerra mundial, que tantos muertos y sacrificio también le exigió.

En ese mundo cerrado, nacionalista y moralista hasta la médula, la solterona y devota Edith (Olivia Colman) comienza a recibir cartas insultantes firmadas de manera anónima. La mujer vive con su poco expresiva madre y su agitado padre (Timothy Spall), en una familia que está orgullosa hasta la médula de su dignidad y decencia.

La maldad de la hipocresía

Las sospechas recaen de inmediato en su revoltosa vecina, Rose (Jessie Buckley), una madre soltera que tiene un novio negro y monta jaranas. El pueblo entero, por supuesto, se coloca al lado de la digna Edith, modelo de virtudes, activa parroquiana, y detesta a la "inmoral" Rose. Al poco, comienza un proceso judicial contra ella que se sitúa al principio de la película para contar la historia en un largo flash back.

Dirigida por Thea Sharrock, conocida por la serie histórica La corona vacía: Enrique V y la comedia romántica con Emilia Clarke Antes de ti (2016), Pequeñas cartas indiscretas celebra al mismo tiempo esa "inglesidad" extrema y la detesta en una extraña contradicción.

Por una parte, los personajes de Colman y Spall representan a una "vieja Inglaterra" condenada a desaparecer porque ya entonces andaba a marchas forzadas hacia una sociedad multicultural y porque los cambios sociales (el feminismo, los derechos individuales, el derecho a disfrutar de la juventud) que cristalizarían en los 60 con el éxito de los Beatles y los Rolling Stones ya se atisbaban y eran imparables. La película contiene un misterio sorprendente (la verdadera identidad de la persona que manda las cartas insultantes, claro) que conviene no desvelar pero ya queda claro desde el principio que no fue la "inmoral" Rose.

Fue otro inglés, Alfred Hitchcock, en la maravillosa Sospecha (1941), quien nos contó a través del personaje de Cary Grant, un tipo desordenado, vago y seductor pero no malvado, cómo tendemos a pensar que las personas que no se ajustan a la norma son culpables de delitos peores y sospechosos inmediatos. Por lo visto, las estadísticas aseguran que los convictos guapos tienen mejores sentencias que los feos. O sea, que prejuzgamos más que juzgamos, y nos equivocamos, claro.

[Crítica de 'El imperio de la luz', con una excelente Olivia Colman]

En todo este lío hay una policía mujer y negra, representante de esa nueva Inglaterra que acabará venciendo a la antigua, que acabará poniendo un poco de orden. La película, una comedia ligera con gracia pero no excesiva sustancia y por momentos algo predecible, no trata con demasiada severidad a esa hipócrita y odiosa Edith, que también representa otra característica fundamental de la época como la represión sexual, de devastadoras consecuencias.

Gracias a Colman, una actriz maravillosa como hemos visto en La favorita (2018, Yorgos Lanthimos, por la que ganó el Oscar) o la serie The Crown, ese personaje insidioso adquiere humanidad y acaba emocionando en su viaje desde una infinita tristeza enmascarada como rígida moralidad hacia una cierta liberación personal. Colman, sin duda, hace que esta película merezca la pena.