Image: American Splendor

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Cine

American Splendor

Directores: Shari Springer Berman y Robert Pulcini

24 febrero, 2005 01:00

Paul Giamatti es Harvey Pekar en American Splendor

Intérpretes: Paul Giamatti, Chris Ambrose / Guionistas: Springer Berman y Pulcini. Estreno: 25 febrero 101 min.

Algo está ocurriendo en el cine norteamericano. Algo muy bueno, que tiene que ver con la reivindicación de los cineastas que, en los setenta, revolucionaron la industria con una mirada que se alejaba de los patrones narrativos convencionales para abrazarse a los perdedores, a la vida subterránea de todos aquellos que tenían tiempo que perder pensando en la verdadera naturaleza de las cosas. No es casual que Harvey Pekar, el objeto de estudio de American Splendor, empezara a publicar sus memorias en formato de tebeos "underground" en 1976. Tampoco es casual que en la pantalla tenga la cara de Paul Giamatti, protagonista de otra película, Entre copas, que recupera con amargo optimismo el espíritu de directores como Hal Ashby, Peter Bogdanovich o el Scorsese de Alicia ya no vive aquí. Las casualidades no existen, y Giamatti parece predestinado a encarnar la esencia del nuevo loser. Los hombros caídos, la desesperanza colgando de la comisura de sus labios, el agrio discurso de un hombre que se siente incomprendido pero que aún no ha renunciado a sus sueños: ése es el Miles de Entre copas y, sobre todo, ése es el autor de una autobiografía sincera, honesta y deslenguada que contó con la colaboración de legendarios dibujantes como Robert Crumb, Jim Woodring o Drew Friedman, y que ahora -o mejor dicho, hace dos años: cabría preguntarse qué pasa por la cabeza de los distribuidores españoles para que el Gran Premio del Jurado en Sundance y el Premio de la Crítica en Cannes del 2003 tarde tanto tiempo en estrenarse- Shari Spinger Berman y Robert Pulcini han llevado al cine sin dejarse tentar por la autocomplacencia.

Lo más admirable de American Splendor es, sin duda, el modo en que sus directores se han planteado el paralelismo formal del lenguaje del cómic y el del cine. Si las viñetas de las tiras cómicas no eran más que la prehistoria del montaje cinematográfico, al séptimo arte siempre le ha costado horrores digerir su vinculación estética con el cómic. En este sentido, es fascinante cómo Spinger Berman y Pulcini han traducido la fragmentación de las viñetas-fotograma del cómic a esa verdad que corre 24 imágenes por segundo. El resultado es un collage que mezcla la dramatización de la vida de Harvey Pekar, la intervención ocasional del Pekar real, animación en blanco y negro y material de archivo (impagables son sus agresivas intervenciones en el David Letterman Show, manifiestos en forma de vomitona patética y vertiginosa) en un festival de pantallas partidas y tiempos simultáneos que parecen reproducir la agilidad con que un ávido lector de tebeos pasa las páginas de su "comic book" favorito.

Y detrás de la forma están los personajes. Es mérito de los directores -y también de Giamatti, Hope Davis (que encarna a la mujer de Pekar) y toda una pandilla de secundarios espléndidos- que la desencantada visión del mundo de un gris oficinista de un hospital de Cleveland, coleccionista de vinilos oscuros y libros de segunda mano, se convierta en la preciosa crónica vital de un hombre que, simplemente, necesita afecto. El exhibicionismo de Pekar, su rabia contra un universo que le ha arrinconado entre los restos de humanos acomplejados, su insólito impudor al hacer de su cáncer el auge y caída de un muerto en vida, podrían convertir su omnipresencia en una molestia, la paja en el ojo que nos impide ver más allá de nuestras narices. Y más allá, nos dicen Spinger Berman y Pulcini, hay la celebración de un talento creativo que no sólo cuestionaba su propia rutina sino la inercia de la sociedad americana, cuyo sueño había desaparecido entre las ruinas de los deseos no realizados, de las ilusiones rotas, de los dibujos a medio borrar.