Freeman Dyson. Foto: The Institute for Advanced Study in Princeton

Sánchez Ron aborda la figura del matemático Freeman Dyson, que acaba de publicar en Destino Sueños de tierra y cielo. El científico inglés publicó un artículo en 1949 en el que relacionaba las tres versiones de la electrodinámica cuántica. También fue asesor del Pentágono.

Pocos son los científicos de nivel, digamos, "Premio Nobel", que cuentan con una obra ensayística tan extensa como la del matemático Freeman Dyson (Crowthorne, Reino Unido, 1923). Stephen Jay Gould (1941-2002) probablemente le superó en esta faceta, pero sus contribuciones científicas -en paleontología y biología evolutiva- no fueron, en mi opinión, tan distinguidas como las de Dyson, aunque es cierto que sus respectivas disciplinas son difícilmente comparables. Llevo muchos años disfrutando con los libros de Dyson, compuestos en general, al igual que sucedía con Gould, por recopilaciones de artículos publicados en revistas (The New York Review of Books en especial). Recuerdo con placer títulos como El infinito en todas direcciones (Tusquets), De Eros a Gaia (Tusquets), El sol, el genoma e internet (Debate) y El científico rebelde (Debate), a los que ahora se acaba de sumar Sueños de tierra y cielo (Debate).



Nacido en Inglaterra y formado en Cambridge, Dyson trabajó como matemático hasta 1948, cuando, instalado en Estados Unidos, se dedicó a la física teórica. En el "Prefacio" que escribió para el libro Selected Papers of Freeman Dyson with Comentary (American Mathematical Society), que recogía una selección de sus artículos, encontramos la explicación que daba sobre su mutación de matemático a físico teórico: "Para mí fue fácil cambiar de la matemática a la física, porque tanto la teoría de números como la física son ramas de la matemática aplicada. Defino un matemático puro como alguien que crea ideas matemáticas y defino un matemático aplicado como alguien que utiliza ideas matemáticas existentes para resolver problemas. De acuerdo con esta definición, yo siempre fui un matemático aplicado, ya estuviera resolviendo problemas en teoría de números o en física. Nunca fui un creador de ideas. La principal diferencia entre la teoría de números y la física es que en la teoría de números los datos experimentales se conocen con mayor precisión".



No estoy nada seguro de que todos los matemáticos dedicados a la teoría de números compartan estas ideas, pero para Dyson la diferencia estaba clara. En cualquier caso, su formación como matemático le sirvió bien para realizar la que sin duda fue su aportación más importante a la física: el artículo que publicó en 1949 en el que relacionaba las tres versiones de electrodinámica cuántica, que, de manera independiente, habían realizado Sin-itiro Tomonaga, Julian Schwinger y Richard Feynman. Y no sólo las relacionaba, sino que también introdujo técnicas que facilitaron mucho su utilización (los famosos "diagramas de Feynman" deben mucho, en realidad, a Dyson). La electrodinámica cuántica, que supuso modificar la vieja electrodinámica de Maxwell - la que está en la base de las, hasta hace no mucho, telecomunicaciones "tradicionales"-, compatibilizándola con los requisitos de la física cuántica, es uno de los grandes logros de la ciencia. Si las reglas de la Fundación Nobel permitieran que cuatro personas compartieran un Premio Nobel, y no sólo tres, es probable que Dyson hubiera recibido una parte del galardón en 1965, cuando obtuvieron el de Física Tomonaga, Schwinger y Feynman.



Pero volvamos al Dyson autor de libros no técnicos. Importante para su experiencia vital fue la Segunda Guerra Mundial, durante la que trabajó en la Unidad de Bombarderos de las Fuerzas Aéreas británicas. En uno de los escritos incluidos en Sueños de Tierra y Cielo, que corresponde a una reseña de un libro sobre Wernher von Braun, el ingeniero aeronáutico alemán responsable principal del diseño de los cohetes V-2, bombas volantes que castigaron duramente a Inglaterra, Dyson rememoraba aquellos años, y al hacerlo manifestaba sus reparos a la condena que en el libro reseñado se hacía de Von Braun por haber colaborado con las SS: "En mi trabajo para el Cuartel General de la Unidad de Bombarderos de la RAF, tuve que colaborar con las personas que planearon la destrucción de Dresde en febrero de 1945, una calamidad notoria en la que muchos miles de civiles inocentes murieron abrasados. Si hubiéramos perdido la guerra, los responsables de aquel bombardeo habrían sido condenados como criminales de guerra, y a mí podrían haberme encontrado culpable de colaboración con ellos". La guerra, sostenía -como tantos otros-, "es una actividad intrínsecamente inmoral" y "el imperativo moral al final de cada guerra es la reconciliación".



Si9n embargo, semejantes lecciones no alejaron a Dyson de un mundo que nació después y que floreció especialmente durante la Guerra Fría: el de los científicos (físicos sobre todo) como consultores de las Fuerzas Armadas. Así, en las décadas de 1960 y 1970, ya con un puesto permanente en el selecto Instituto de Estudio Avanzado de Princeton, colaboró en diversos programas del Pentágono. Es posible que él pueda esgrimir -y evidentemente existen argumentos para pensar así- que siempre es conveniente aportar racionalidad en el diseño de posibles escenarios, aunque éstos no sean recomendables. El punto es que la racionalidad no siempre es humanitaria. No obstante, hay que señalar que en 1980 Dyson se unió a una Coalición para el Desarme Nuclear, formada por un grupo de ciudadanos de Princeton.



Cuando repaso la biografía y los escritos no técnicos de Dyson, observo un rasgo no infrecuente en algunos científicos especialmente imaginativos: la aparentemente irresistible tendencia que éstos sienten por explorar las posibilidades que la ciencia y la tecnología ofrecerá en el futuro. Recuerdo, por ejemplo, un ensayo suyo en el que trataba de la colonización del espacio por robots, construidos inicialmente, claro, por humanos, pero que embarcados en naves espaciales irían recolectando por el espacio los materiales necesarios para ir reproduciéndose y poblando los confines cósmicos. En Sueños de Tierra y Cielo, al ocuparse de "Nuestro futuro biotecnológico", comenta que "una vez domesticada ya la biotecnología, en cuanto se ponga en manos de las amas de casa [perdón, es él quien hace esta, creo, discriminatoria mención, no yo; JMSR] y los niños, nos ofrecerá un estallido de diversidad de nuevas criaturas vivas, en lugar de los monocultivos que las grandes corporaciones prefieren. Proliferarán nuevos linajes que reemplazarán a los que el monocultivo y la deforestación han destruido. Diseñar genomas será un asunto personal, una nueva forma de arte, tan creativa como la pintura o la escultura".



No sé si semejantes ideas parecerán razonables a muchos. A mí me parecen terribles, e imagino al espíritu de Charles Darwin resucitar y decir: "¡La evolución no es esto, no es esto!". Pero de todas maneras, y pese a sus deseos de imaginar el futuro (acaso una forma de intentar "trascender", de habitar un lugar y un tiempo en el que ya no estará), por sus amplios conocimientos científicos y tecnológicos -que no se limitan en modo alguno a la física; se ha ocupado bastante de la biología y algo de la informática-, por su extensa cultura y su desbordante imaginación, sus ensayos merecen ser leídos. No sólo entretienen y están bien escritos, además nos educan y nos hacen reflexionar, lo que es siempre valioso.