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Sandra Myrna Díaz: “No hay futuro sin la naturaleza”

Junto a Joanne Chory, Sandra Myrna Díaz ha conseguido el Premio Princesa de Asturias de Investigación por sus trabajos para paliar los efectos del cambio climático

14 octubre, 2019 06:13

Uno de los momentos favoritos de Sandra Myrna Díaz (Bell Ville, 1961) en la Universidad de Córdoba (Argentina), donde trabaja en el Instituto de Biología Vegetal, se produce cuando indaga con sus alumnos, de manera casi detectivesca, sobre la procedencia de un montón de hojas seleccionadas para adivinar sus características y estilo de vida. “Esto me apasiona. Me gusta ver cómo plantas que evolucionaron en sitios muy diferentes, aisladas unas de otras, terminan teniendo síndromes similares”, reconoce a El Cultural.

Referencia científica en ecología y especializada en botánica, esta bióloga inconformista ha participado en los informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) y del Convenio Internacional de Diversidad Biológica. Sus hallazgos son esenciales en la creación de herramientas capaces de seguir tanto los efectos de la biodiversidad de las plantas y la ecología vegetal –su aprovechamiento en combustibles, alimentación, etc– como en la capacidad de la biodiversidad para contrarrestar el cambio global con procesos como el secuestro de carbono atmosférico. “Es necesario valorar el papel de la naturaleza, de la trama de la vida sobre la Tierra, que nos sostiene y nos atraviesa”.

Pregunta. ¿Cuándo surgió su fascinación por la biodiversidad?

Respuesta. Siendo muy chica, cuando el término “biodiversidad” aún no existía y el interés por el mundo vivo silvestre no era en absoluto glamuroso. En el entorno de mi primera infancia la naturaleza era algo que se disfrutaba en los ratos libres pero no existía la idea de convertirla en una profesión.

P. Además de la ecología funcional de las plantas investiga también la relación entre sociedad y naturaleza. ¿Resultan incompatibles?

R. Está claro que una misma entidad viva (un ciprés, una bandada de buitres, un zorro, un bosque de robles, un termitero, una dehesa…) no es percibida y valorada del mismo modo por cada uno de los actores sociales. Lo que para unos es útil para otros es una amenaza. Existen muchos modos de relacionarse con la naturaleza. Por eso, muchos preferimos hablar ahora de las “contribuciones de la naturaleza para la gente” más que de servicios ecosistémicos o de recursos naturales.

"La crisis global no es sólo por la liberación del carbono. Es también por la pérdida de biodiversidad y por los contaminantes"

P. ¿De qué forma está afectando el cambio climático a la vegetación del planeta?

R. Bueno, es algo que afecta a todos los parámetros de la naturaleza. Lo peor no son las consecuencias del cambio climático en sí, sino la interacción entre varios de sus fenómenos: cambios en el clima, el uso de la tierra, la contaminación, el avance de especies exóticas… Todos actuando en conjunto, a gran escala. Por ejemplo, una cosa es la capacidad de las plantas para migrar siguiendo cambios en el clima cuando se termina la última edad de hielo y otra cosa es ahora, cuando la “ruta” de escape está totalmente interrumpida por miles y miles de hectáreas en las que la planta no puede establecerse. Esto es lo que se llama fragmentación. Otro ejemplo: una cosa es la sensibilidad de los arrecifes de coral al calentamiento del agua del mar durante algunos años, y otra muy distinta es cuando a ese calentamiento se le suma la acidificación, la contaminación orgánica y los disturbios asociados a los desarrollos costeros.

P. ¿Cómo afectará al ser humano la disminución de especies vegetales?

R. Todos los aspectos de la vida humana dependen de la naturaleza. Es decir, de los animales, las plantas y los organismos vivos. Si ellos disminuyen, nuestra calidad de vida se empobrece. Las narrativas que dicen que estamos separados de la naturaleza y que su explotación es el coste inevitable de la calidad de vida, llevándonos a elegir entre naturaleza y desarrollo humano, son un error, cuando no algo perverso. Todos los indicadores del estado de salud de la naturaleza han disminuido globalmente en los últimos 50 años. No hay futuro que valga la pena sin la naturaleza. En este sentido, la llamada de atención no es solo una cuestión altruista. Piense que si la naturaleza está en problemas, nosotros estamos en problemas.

P. ¿Cree que la creación de “superplantas” podrá combatir esta situación? ¿Podrían absorber de manera eficaz carbono atmosférico?

R. Los ecólogos creemos que no va a ser tan simple como encontrar una forma de secuestrar carbono masivamente. Primero, tan importante como absorberlo es mantenerlo capturado fuera de la atmósfera la mayor cantidad de tiempo posible. Aunque lográramos reabsorber todo el carbono necesario para contener el aumento de la temperatura, seguiríamos con otros problemas. Como le comentaba, la crisis global no se produce sólo por la liberación de carbono a la atmósfera, se debe también, más allá de ese fenómeno, a la pérdida de la biodiversidad y los contaminantes, entre otras causas. Son síntomas de un proceso mucho más profundo. Por eso, cuando tratamos de solucionar uno de estos síntomas de forma aislada corremos el riesgo de empeorar las cosas. Por ejemplo, en algún momento se pensó en los agrocombustibles como alternativa “verde” al uso de combustibles fósiles. La encrucijada es que su uso a gran escala crea otro tipo de problemas. Para que el secuestro de carbono tenga un efecto sobre el calentamiento global el esfuerzo debe ser masivo y ese esfuerzo tiene costes colaterales muy importantes.

P. ¿Cuál sería entonces el mejor modo de conservar el carbono?

R. De lejos, la manera de mantener carbono secuestrado es a través de la protección de los bosques primarios que ya están ahí o a través de su restauración. Vamos a necesitar una combinación de muchas estrategias simultáneas, incluyendo el secuestro mejorado del carbono, claro, pero también de una reducción muy importante de las emisiones, pontenciar fuentes alternativas de energía, nuevos sistemas de producción de alimentos y, lo que más le cuesta a una parte de la humanidad: consumir menos. Hay que olvidar el discurso de que el consumo cada vez más voraz es un derecho de todos (los que puedan pagarlo) mientras que el derecho a una relación satisfactoria con el tapiz de la vida es un lujo (también de los que puedan pagarlo).

@ecolote