Se llama oxitocina pero muchos la conocen como "la hormona del amor" y es parte de lo que nos hace humanos. Manuel Martín-Loeches, director de Neurociencia Cognitiva del Centro de Evolución y Comportamiento Humano (UCM-ISCIII), analiza los recientes estudios publicados sobre su importancia en la conducta de nuestra especie.
Hace ya unas décadas que Carl Sagan afirmaba que "…la mente parece ser la expresión de los 100 billones de conexiones neuronales del cerebro, más unos cuantos elementos químicos simples". Por temeraria que pudiera parecer esta afirmación, lo cierto es que Sagan llevaba razón, y la idea se corrobora cada vez más, a medida que avanzamos en nuestros conocimientos sobre la mente y el cerebro humanos.Pero lejos de ser una afirmación pesimista, lo cierto es que el que todo dependa de las conexiones neuronales y de las sustancias químicas implicadas en ellas ha permitido encontrar soluciones a la multitud de trastornos mentales que, con una alta incidencia, tienen efectos dramáticos en nuestro tejido social. Los tratamientos psicofarmacológicos llevan años mostrando resultados cada vez mejores, y se espera que esta tendencia prosiga a medida que nuestros conocimientos sobre el cerebro humano alcancen grados de detalle mucho mayores que los actuales. Claro está, si todo depende de conexiones y sustancias químicas, entonces también podríamos pensar no sólo en corregir aquello que está trastornado, sino en mejorar el funcionamiento de cerebros sanos.
Este legítimo anhelo neurocientífico ha estado siempre presente, y no se puede negar que también es una de las grandes ventajas de que, en el fondo, todo sea reducible a química y conexiones. Una de esas sustancias químicas "simples" a que Sagan hacía referencia es una hormona con efectos directos sobre el cerebro y que ha dado mucho que hablar en los últimos años. Me estoy refiriendo a la oxitocina, y su importancia viene justificada por haberse visto implicada en multitud de comportamientos que podríamos considerar "deseables", tales como el amor (de hecho se la suele denominar la "hormona del amor") y, por tanto, el matrimonio, las relaciones familiares, las relaciones sociales o el coito (en el que los niveles habituales se multiplican por cinco), entre otras cosas. No deja de ser curioso que una hormona que en origen tuvo como principal misión la de regular los líquidos de nuestro organismo (y aún lo sigue haciendo, junto con la vasopresina y otras hormonas) se vea implicada en tan altas virtudes "humanas", y no es descabellado afirmar que la oxitocina es parte de lo que nos hace humanos.
Tendencia al divorcio
Con esas características no es de extrañar que los científicos lleven años devanándose los sesos por encontrar formas de aplicar esta poderosa "arma química" para mejorar la vida del ser humano. Su aplicación a algunos trastornos que cursan con graves problemas en las relaciones sociales, como la esquizofrenia o el autismo, parece que ha sido exitosa a la hora de paliar algunos de sus síntomas más llamativos. Pero, como todos sabemos, no hace falta padecer un trastorno mental para tener problemas en nuestras relaciones sociales y familiares. Antes o después, y muchas veces con mayor frecuencia de lo que desearíamos, los conflictos sociales o familiares surgen aquí y allá, con consecuencias a veces dramáticas, como el divorcio y la separación familiar.
En 2012, un grupo de científicos del Instituto Karolinska publicaron un estudio en el que se demostraba que las mujeres con una variante genética que impide que los receptores de la oxitocina funcionen normalmente tienden a querer divorciarse muchísimo más que aquellas con un receptor normal. Por regla general, la mayoría de las mujeres con dicha variante preferían no casarse; pero entre aquellas que habían decidido dar este paso, la incidencia de crisis matrimoniales o el deseo de divorciarse era significativamente mayor que en el resto de las mujeres. Las sugerencias no se hicieron esperar, y más de uno pensó en la posibilidad de usar la oxitocina como solución a las crisis familiares. Pensemos que sólo en España y durante el año 2012 hubo más de 100.000 divorcios, lo que no es nada trivial.
Aplicar oxitocina, además, es fácil y llevadero. No se necesita más que un spray nasal; un spray de oxitocina en el bolso nos podría hacer la vida mejor y tener más éxito social. Así lo demostró un grupo de científicos canadienses de la Universidad de Concordia (Québec), en un trabajo publicado apenas unos meses antes que el anterior. Inhalar oxitocina cambiaba significativamente la forma en que las personas se veían así mismas, y estos cambios eran a mejor, claro. Los participantes en el estudio mejoraban considerablemente su autoestima, y por tanto su sociabilidad, su empatía o sus deseos de ayudar. Se volvían más extrovertidos y dicharacheros, y más abiertos a admitir nuevas ideas. Pero una de las virtudes de la ciencia, afortunadamente, es la cautela. Como sabemos la mayoría de los científicos, de nuestros resultados se pueden deducir mil cosas, pero de lo único que estamos seguros es de que nuestras conclusiones sólo son válidas para nuestros sujetos y en las condiciones de nuestro experimento. El propio grupo de la Universidad de Concordia que publicó las ventajas de la oxitocina para hacernos seres supersociales, advierten ahora en un artículo en la revista Emotion que en diversas ocasiones esa hipersociabilidad se nos puede volver en contra. En el estudio recién publicado, personas completamente sanas recibían su correspondiente inhalación de oxitocina y eran expuestos a caras con diferentes expresiones emocionales.
El resultado fue que la oxitocina exageraba con creces la reacción de las personas a esas expresiones, producía en ellos respuestas emocionales exacerbadas. Las consecuencias catastróficas de una situación como esta en la vida cotidiana podrían ser muy numerosas. El propio Christopher Cardoso, que lideró tanto ésta como la investigación de 2011, lo advierte con algunos ejemplos. Si ves a tu jefe con cara de estar ligeramente molesto por lo incómoda que es su silla puedes creer que en realidad está reaccionando de manera muy negativa a lo que le estás diciendo. O si ves a una persona del sexo opuesto que simplemente te sonríe, te llegas a creer que esa persona quiere "algo más"…y no es así. En definitiva, que viviríamos rodeados de expresiones emocionales excesivas, y esto traería como consecuencia un claro desajuste social. Cuidado con la oxitocina.
