Ciencia

Se cumplieron las previsiones

Lo mejor del año: Análisis

29 diciembre, 2005 01:00

Anillos de Saturno en ultravioleta. Foto: Esa

¿Es posible que la dieta que siguió mi bisabuelo o mi abuelo influya en lo que yo soy? ¿Qué hizo que los hijos de aquellas mujeres holandesas que pasaron tanta hambre durante la Segunda Guerra Mundial fueran bajitos, y que los hijos de éstos fueran también bajitos? Estas preguntas, que parecen sacadas para el argumento de un guión de película fantástica, son hoy temas de abordaje científico que han alcanzado en este año 2005 un punto importante de inflexión con publicaciones en revistas científicas como Nature o Science. Se trata de las investigaciones en Epigenética, aquella disciplina, parte de la Genética, que nos lleva a contemplar cómo un hecho que el medio ambiente no sólo modifica la expresión de genes en el individuo normal o enfermo, eso ya lo sabíamos, sino que alguna de estas modificaciones pueden ser transmitidas a los hijos.

En este mismo contexto cobra relevancia otro hito importante en este mismo año 2005 que termina. El logro de descifrar la secuencia de pares de bases del genoma del chimpancé (se ha mapeado el 94%) publicada en Nature este verano pasado. Su comparación con el genoma humano ha encontrado una diferencia que oscila alrededor del 1,23%. Es decir, que el genoma del chimpancé y el del hombre comparten más del 98,5 de su DNA. El conocimiento de este borrador del genoma del chimpancé afianza los datos ya inferidos de otros estudios anteriores hechos con secuencias parciales del genoma. La comparación, además, específica de la secuencia de 13.454 pares de genes entre el chimpancé y el hombre permite ver la proximidad entre ambas especies, mucho más cercana de lo que antes se pensaba. Con todo, sin embargo, las diferencias entre las dos especies ya indica cambios en más de 35 millones de nucleótidos. Piénsese que cada genoma, chimpancé y hombre, contienen cerca de tres mil millones de nucleótidos y muchas otras consideraciones no especificadas aquí, como por ejemplo el reordenamiento cromósico entre las dos especies. La pregunta clave en todo esto y que nos hemos venido haciendo a lo largo de estos últimos años es ésta: dada la proximidad genética entre chimpancé y humano, ¿qué nos hace diferentes? La pregunta, aparentemente así de simple no deja de ser enormemente compleja.Hay muchas hipótesis. Pero la más prevalente hoy indica que las diferencias obedecen principalmente a cómo estos genes están regulados. Es decir, lo que cambia entre chimpancé y humano es fundamentalmente el libro de instrucciones con el que se lee el código genético o, si se quiere, cambios en las zonas de DNA que regulan la región codificante de los genes. De modo que, aun con genes estructuralmente idénticos, el libro de instrucciones genéticas hace que en el chimpancé se expresen unas proteínas que no lo hacen en el mismo genoma en el hombre. Y con ello se expresa un fenotipo claramente diferente. Y en esa dirección van los estudios más recientes.

Por ejemplo, un estudio de este mismo año de la región promotora del gen que codifica para varios tipos de endorfinas ha revelado grandes diferencias entre el chimpancé y el ser humano. De hecho, se ha sugerido que los cambios evolutivos ocurridos en esta región de DNA regulador han podido participar en la separación de las dos ramas de primates, humanos y chimpancés. En cualquier caso, los conocimientos que ya tenemos del chimpancé nos llevan a ver con enorme expectación la posibilidad de aclarar nuestros orígenes y cómo, hace ahora unos 7 millones de años, nos separamos de los chimpancés en rama independiente de ese árbol de la evolución. Es más, siguen siendo válidos aquellos datos que indican que las diferencias genéticas entre el hombre y el chimpancé se encuentran mayoritariamente en lo que refiere al cerebro, la laringe y el pelo. Precisamente, ese cerebro privilegiado le ha llevado a alcanzar otro hito en este 2005: un mayor conocimiento de Saturno y sus lunas a través de la información enviada por la nave espacial Cassini.

Hallazgos que Science ya anunciaba el año pasado como uno de los acontecimientos científicos posibles para 2005. Y, efectivamente, desde enero hasta este mismo mes de diciembre Science, y también Nature, han publicado datos con fantásticas imágenes de los anillos de Saturno y sus lunas. El "aterrizaje" de la sonda Huygens en una de esas lunas, Titán, en enero levantó una enorme expectación. Titán es uno de los satélites mas grandes del sistema solar y cuenta con una atmósfera que se supone muy similar a la que tuvo la tierra en tiempos anteriores a la formación de la vida en su superficie. De hecho es la única luna que posee una atmósfera compuesta de nitrógeno en su mayor parte (94%) y varios hidrocarburos, entre ellos metano. Precisamente es este metano el que produce esas imágenes anaranjadas y brumosas que rodean Titán. Su atmósfera podría ser el substrato para la formación de esos ladrillos básicos con los que se construye la vida y que son los aminoácidos. Se piensa que este metano cae a la superficie de Titán como la lluvia en la tierra dejando restos de materia orgánica. Titán, con una superficie muy parecida a la de la Tierra primitiva, se especula que posee rocas formadas en su mayoría por hielos de agua. ¿El origen de una nueva Tierra y de una nueva vida? ¿Qué vida? ¿Qué fuerzas evolutivas moldearán esos posibles futuros seres? Apuestas, muchas. Aciertos, probablemente ninguno. Esperemos a ver qué conocimientos nuevos nos proporciona 2006.


LO MEJOR DEL AñO: CIENCIA
Los tres hitos: Titán y la nave Cassini; Genoma del chimpancé y Cambio climático
Análisis: Se cumplieron las previsiones