La situación es la siguiente: Ana sufre de soledad y depresión; su marido pasa la mayor parte del día en el trabajo (o eso dice) y sus hijos han abandonado el nido. Tras una vida entregada por entero al cuidado de la familia, vive aburrida y desengañada, sin otro consuelo que el de los antidepresivos. La madre, protagonizada por Aitana Sánchez Gijón en el Teatro Pavón, es una de las dos obras de Florian Zeller que coinciden esta temporada en la cartelera madrileña.

Como otras obras de Zeller, también La madre está ideada para lucimiento de un actor o actriz. Aitana Sánchez Gijón, a la que es imposible no recordar en su papel de la madre filicida más reprobada de la historia (Medea), dibuja bien el delirio en el que va cayendo, y que le permite un arco interpretativo cada vez más abierto donde toma forma su profunda frustración. Toda su vida ha consistido en crear y cuidar de su familia, la que ahora la ha abandonado.



La actriz logra crear un personaje antítesis del ideal de madre, obsesivo, con alguna pincelada de ironía en sus inicios, pero que luego resulta psicológicamente insoportable con sus paranoias. Le acompaña un estupendo Juan Carlos Vellido en el papel de marido convencional, y los más jóvenes Álex Villazán, convincente en el de su hijo favorito Nicolás, y Julia Roch, que se reparte una suerte de personajes entre su hija, la novia de su hijo e, incluso, la amante de su marido.

'La madre'. Foto: Bárbara Sánchez Palomero.

Sabemos que Ana está enferma y trastornada psíquicamente, como le ocurre al protagonista de El padre, pero se digiere malamente el excesivo “amor de madre" por su hijo (lo que alcanza su clímax en la escena en la que ella organiza una velada con él vestida de rojo).



Sea por trasgredir el tabú social, por las absurdas cuestiones finales que la protagonista se plantea y nos plantea (¿para qué tener hijo?), o simplemente, por el escaso recorrido argumental del texto (y por la falta de él), la función hurga en el reverso de cuestiones morales en torno a la familia y crea incomodidad y fatiga.

Zeller escribió La madre antes que El padre (producción de la que di cuenta ya), títulos de una trilogía junto con El hijo. Las tres guardan parecidos respecto a los mecanismos dramatúrgicos utilizados, por ejemplo, el espectador adopta el mismo punto de vista del protagonista, de forma que el delirio o distorsión de la realidad que padece pueda identificarlo e identificarse.

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Igualmente, le gusta duplicar o triplicar las mismas escenas desde ángulos distintos, con la finalidad de crear una suerte de desfiguración de los hechos, por lo que no sabemos bien si lo representado pertenece a los pensamientos, sueños o acciones objetivas del personaje. Es un recurso efectivo, pero cansino, pues vemos y oímos más o menos lo mismo varias veces.

De la dirección se ha ocupado el peruano Juan Carlos Fisher, celebrado la temporada pasada por dirigir el monólogo de rol femenino y feminista Prima facie. La escenografía la firma Alessio Meloni, conceptual y sencilla, dominada por el blanco, presidida por una línea quebrada a modo de metáfora del sufrimiento de nuestra protagonista, fría y aséptica.



Pedro Yagüe firma la iluminación, derroche de luz blanca, con encendidos y apagados golpes de efecto y en sintonía con el concepto minimalista del montaje. La producción es técnicamente irreprochable.

Ficha técnica:

La madre, Teatro Pavón, hasta el 12 de mayo

Dramaturgia: Florian Zeller

Dirección: Juan Carlos Fisher

Reparto: Aitana Sánchez-Gijón, Juan Carlos Vellido, Álex Villazán y Júlia Roch Composición musical: Joan Miquel Perez

Diseño de escenografía: Alessio Meloni (AAPEE)

Diseño de iluminación: Pedro Yagüe

Diseño de vestuario: Elda Noriega (AAPEE)

Producción: Barco Pirata producciones y Producciones Rokamboleskas