Boadella no deja de sorprender. Se podría decir que vuelve a tener compañía, pero ahora de cantantes líricos, y además aparca por un momento su mordacidad para ofrecernos una historia de amor trágica como nunca había hecho. En Diva, que retorna a los Teatros del Canal apenas unas semanas después de su estreno, reconstruye la vida de Maria Callas y su amor por Onassis a partir de sus últimos días trufando la obra con un extenso repertorio de las memorables arias que cantó.  

Calificar de “compañía” al actual elenco con el que suele trabajar el director quizá no sea exacto, ya que no es una formación estable como Joglars, cuando actores y director pasaban meses juntos ensayando y compartiendo casa; pero el hecho es que en sus últimos montajes Boadella tiende a repetir con los mismos intérpretes líricos, con los que se entiende muy bien porque, dice, son “actores a su medida”. En Diva cuenta con Antoni Comas (su músico-actor-cantante protagonista de casi todos sus cuatros espectáculos líricos) y María Rey-Joly (a la que pudimos ver también en ¿Y si nos enamoramos de Scarpia?). Con ellos ensayó esta obra en su casa del Ampurdán durante la epidemia, una circunstancia que recuerda el Decameron.

En esta última entrega del periodo lírico de Boadella, solo dos voces y una escena casi desnuda presidida por un piano y un sofá sirven para rememorar los últimos y tristes días de Maria Callas. El director continúa con su tributo a la lírica que inició hace ya casi dos lustros porque, según me explicó, le facilita “retornar al teatro como arte y no como conferencia de sociología o psicología. La lírica me permite hacer teatro concebido como algo que entra por los sentidos y busca esencialmente la emoción. Es un teatro que sigue un recorrido más parecido al de la música, que entra por las fibras y termina en el cerebro del espectador. También es un tipo de teatro que estaría más cerca de lo que buscaban los clásicos con el teatro en verso”.

La relación en la escena entre la palabra hablada y la palabra cantada es un asunto gordiano que ha preocupado a muchos compositores y dramaturgos y en el que ahora Boadella se desenvuelve: El problema que plantea esta opción de teatro es la transición de la palabra cantada a la palabra hablada. Ese paso en la zarzuela suena duro, es como si hubiera algo que se rompe cuando se pasa de una cosa a la otra. En Diva mi lucha dramática ha sido conseguir evitar que esa transición resulte extraña y que todo forme parte de lo mismo. Técnicamente, lo que requiere es trabajar con unos cantantes que sean buenos actores. Y con los cantantes al uso no lo puedo hacer”. 

Lo que vemos en Diva ni es ópera ni zarzuela, ¿qué es entonces? No se me ocurre otro término que el de teatro musical, pero así explica el director su forma de hacer en este género: “Solo unos cantantes que maticen muy bien pueden interpretar esta historia y buscar un resultado que no es el de la ópera; la ópera tiene unas dimensiones no solo escénicas, sino de contenido que son un poco distintas. Aquí se trata de contar una historia dramática con cierto realismo, algo que la ópera no puede por la propia convención de que cuando los cantantes hablan lo hacen cantando. Yo trato entonces de buscar ese realismo que permite una conexión profunda con los personajes, pero al mismo tiempo cuido mucho las transiciones para evitar esos cortes tan duros de la zarzuela al que antes me refería. Escribo y monto el guion pensando justamente en las transiciones”.

Diva sigue una dramaturgia que va del presente al pasado, a través de los recuerdos de la soprano cuando vive sus últimos años en París, sola y con la voz destrozada porque lleva siete años sin cantar por agradar a Onassis. Esta situación permite al dramaturgo hablar de sus días finales, pero también de aquellos en los que fue feliz con el armador griego. Antoni Comas hace un doble papel: de Onassis construye un personaje zafio, ambicioso y seductor, con un registro humorístico en ocasiones, que abandona a la soprano por Jackie Kennedy; y es también el maestro amigo de origen italiano que intenta animarla a cantar, cuando ya ha perdido su voz. Comas toca también el piano y María Rey-Joly, con un asombroso parecido a la cantante y vestida exquisitamente-, se ventila las piezas más célebres del repertorio de la Callas, lo que no es poco. Boadella, una vez más, nos ofrece una defensa del arte, -aquí a través del canto, la música y el teatro-, como fuente de belleza y embeleso. 

@lizperales1