En el mundo de los videojuegos, abundan las iniciativas corporativistas. Es algo que se puede decir de todo el espectro que conforma el mundo del entretenimiento, pero el componente empresarial y tecnológico en este caso es muchísimo más pronunciado, lo que le arroga una cierta contaminación conceptual de la que es muy difícil desasirse.
Es, sin lugar a dudas, uno de los principales escollos para su aceptación social como expresión cultural o artística de pleno derecho. En videojuegos, los protagonistas no suelen ser tanto los artistas, sino las empresas y las marcas. Por esto resulta tan apropiada la génesis de este Tribute, un mini documental que pone de relieve los grandes hitos del videojuego español.
Una producción financiada por Domino’s Pizza a mayor gloria del Museo OXO que sin embargo Nacho Vigalondo ha sabido reordenar en torno a su propia figura, poniéndose en el centro e invitando al público a acompañarle en un viaje acelerado por las cinco décadas del desarrollo patrio y la cultura popular que se generó a su alrededor. Por una vez, la primacía del artista sobre la marca.
Antes de nada, los hechos. Tribute es un mini documental (apenas excede los treinta minutos de duración) sobre la historia del videojuego español, otorgando la misma atención al desarrollo que a la evolución del comentario crítico en torno al medio, un tándem fundamental para entender la evolución de la percepción social del fenómeno cultural.
Dirigido por el cineasta Nacho Vigalondo (Los cronocrímenes, Colossal) y producido por Sayaka Producciones (Cinco lobitos, Altas capacidades), se va a estrenar en la plataforma Prime Video el próximo 11 de septiembre. Todo parte de la colaboración entre la cadena de comida rápida americana Domino’s Pizza y OXO Museo del Videojuego, que, con sus dos localizaciones en Málaga y Madrid, en pocos años se ha impuesto como uno de los recintos museísticos más visitados de ambas ciudades.
Cualquiera que haya entrado en sus instalaciones cerca de Callao se habrá topado con una imponente escultura en el patio central compuesta a partir de consolas retro y televisiones de tubo, un artefacto patrocinado por la marca americana.
Pues bien, esto no es más que otra activación en un sector que sus mandamases habrán calificado como estratégico, pero al darle las llaves del coche a Nacho Vigalondo y lo que parece una libertad creativa amplísima, el viaje merece mucho la pena.
Nacho nos lleva de la mano por la compleja historia de su relación con el medio, partiendo de sus orígenes en Cabezón de la Sal (Cantabria) con los salones de árcades y su papel de mirón (un protostreaming como lo plantea él) a la evolución de las consolas domésticas con la adquisición de un Spectrum.
Es una oportunidad para empezar a hablar con los verdaderos pioneros del software español, como Pablo Ruiz de Dinamic y Paco Pastor de Erbe. Luego se sorprende con la irrupción en esta historia de Enrique Urbizu, que dirigió las secuencias del FMV (Full Motion Video) Los justicieros, un wéstern interactivo rodado en Almería con un cuidado tras la cámara que automáticamente lo puso muy por encima de la mayoría de sus coetáneos.
Fotografía del rodaje de 'Tributo'. Foto: Domino's
Luego pasa a la cobertura mediática del medio con Sonia Herranz, un referente en el mundillo que pasó tres décadas asociada a revistas tan icónicas como Playmanía o Hobby Consolas y que con una sinceridad desarmante cuenta varias anécdotas sobre cómo generaban contenido antes de la irrupción de Internet y cómo vivieron las grandes revoluciones del medio.
Más tarde el periplo se centra en los juegos de autor, examinando la figura de Conrad Roset (Gris, Neva) y por último se asoma al mundo de los influencers con Illojuan y Baitybait.
Nacho entiende la tarea encomendada a la perfección y su experiencia audiovisual queda patente desde el primer minuto, ofreciendo un producto fresco y divertido, con unas transiciones brillantes y un tono desenfadado y autorreferencial que mantiene un ritmo vertiginoso en todo momento.
Antes de que te dé incluso tiempo de mirar al reloj, los títulos de crédito ya están asomando. He de confesar que, aunque hay un par de detalles que no conocía, el documental no incluye ningún tipo de revelaciones transformadoras sobre los años que cubre.
Es, como su propio nombre indica, un tributo, un homenaje a los pioneros, parte de las iniciativas (como los galardones del año pasado) que buscan poner de relieve los logros patrios antes de que sea demasiado tarde para congratular a quienes los protagonizaron. Es un producto audiovisual simpático, muy bien planteado a partir de lo que parece la trastienda del evento de puesta de largo de la sede madrileña de OXO el año pasado. Todo el metraje ha sido rodado en sus instalaciones y quizá por ello su ambición es la que es.
Quizá la parte que se queda más coja precisamente sea la de los influencers. Nacho se acerca a ellos con una distancia emocional probablemente fruto de la prudencia, pero que Baity parece interpretar como displicencia, lo que genera un momento de tensión y torpeza bastante incómodo.
Tribute merece un visionado, aunque solo sea por profundizar en la figura de Nacho Vigalondo.
Nacho sabe utilizarlo a favor de la propia narrativa que está tejiendo y por eso ha optado por dejarlo dentro del montaje final, pero es cierto que no hace más que reafirmar en sus posiciones a quienes ven todo el fenómeno de los streamers como una excentricidad zoomer tan vacua como inane.
Es una pena porque precisamente los perfiles que le han puesto sobre la mesa no podrían haber sido más diferentes ni tener más potencial, y si Nacho lo hubiera sabido manejar mejor, podría haber obtenido algo de calidad. Baity con sus ambiciosas piezas de investigación y su comentario crítico siempre pertinente y quizá un Illojuan mucho más superficial, pero con una perspectiva valiosa desde la atalaya de su éxito sobrevenido.
Nacho Vigalondo. Foto: Domino's.
Si me ha convencido de algo este Tribute es del potencial enorme que subyace en un proyecto de estas características llevado hasta las últimas consecuencias. Una producción más ambiciosa, más extensa, más meditada, que se atreva a ir más allá de la anécdota y consiga extraer unas conclusiones concretas de un fenómeno tan complejo y fascinante al mismo tiempo.
La manera tan elegante, metatextual y hasta divertida con la que Nacho ha conseguido trascender los orígenes de Branded Content de toda la iniciativa es la prueba fehaciente de cómo se pueden maridar los intereses corporativistas con éxito, y cómo el propio artista y la propia pueden quedar por encima.
Sin embargo, por lo que es, Tribute merece un visionado, aunque solo sea por profundizar en la figura de Nacho Vigalondo, una mente creativa donde fungen expresiones culturales populares de raigambres contrapuestas en perfecta armonía.
