Hace dos años, el diseñador de videojuegos Thomas Waterzooi publicó Please, Touch the Artwork, un sencillo título de puzles sobre la obra abstracta del pintor neerlandés Piet Mondrian. Su objetivo era transgredir las convenciones museísticas en un entorno digital donde lo lúdico pudiera dar paso a una mejor comprensión de la obra del artista, un espacio seguro donde experimentar con la composición, los colores y las formas que definieron su trayectoria durante la primera mitad del siglo XX.

Ahora nos llega una secuela que supone un considerable cambio de tercio, centrándose en la obra del pintor belga James Ensor, desde sus inicios más ortodoxos a su posterior evolución vanguardista, con pinturas más desinhibidas, adentrándose en evocaciones surrealistas, representaciones grotescas y escandalosas de sus conciudadanos, con facciones expresionistas, colores chillones y temáticas arriesgadas.

El juego ha sido financiado por entero por la entidad pública Flanders State of the Art y fue presentado el pasado sábado en la Ensor House, el museo dedicado al pintor en su ciudad natal de Ostende, dentro de un ciclo de iniciativas para resaltar el panorama cultural flamenco.

Según el ministro de cultura Jan Jambon, el gobierno belga está aprovechando la coincidencia de la presidencia rotatoria de la Unión Europea y el 75 aniversario de la muerte de James Ensor para crear un vínculo entre la obra del reconocido maestro con una de las expresiones artísticas más jóvenes: los videojuegos. Al estar comisionado en estas circunstancias, el juego está disponible de manera gratuita tanto en Steam como en dispositivos móviles, multiplicando de manera exponencial su alcance.

Please, Touch the Artwork 2 sigue las peripecias del Pintor Esqueleto, uno de los personajes más icónicos de Ensor, mientras navega por ochenta y tres obras del pintor, recorriendo sus diferentes etapas y sus cuadros más ilustres. Es un juego sin diálogos ni una trama elaborada, una experiencia firmemente enraizada en su faceta estética, con meros gruñidos que conforman el lenguaje de unos personajes que viven dentro de los marcos pero que se mueven y reaccionan a las acciones del protagonista.

Una imagen de 'Please, Touch the Artwork 2'

El meollo jugable lo compone un hidden object, es decir, es un juego de encontrar objetos cotidianos escondidos en los cuadros, lo que nos obliga a examinarlos con atención, fijándonos en cada detalle, en cada brochazo y cada filigrana de los óleos.

En ocasiones, el lienzo aparece dañado por los destrozos de una misteriosa figura que parece estar siempre dos pasos por delante. Debemos repararlo siguiendo el contorno de una forma geométrica sin volver sobre nuestros pasos. Son mecánicas muy sencillas, sin artificios de ningún tipo, cuyo único objetivo es crear una experiencia relajada que acompañe a la contemplación de los cuadros.

Una imagen de 'Please, Touch the Artwork 2'

El principal mérito del juego de Thomas Wazerooi es acercar la obra de un pintor célebre en su país, pero quizá no tan conocido fuera de sus fronteras. Las pinturas de Ensor, sobre todo las del período tardío, tienen una cualidad mórbida que encaja a la perfección con las corrientes más iconoclastas que influyen de manera determinante en la industria del videojuego.

Uno de los cuadros más admirados es La entrada de Cristo a Bruselas en 1889, donde el pintor parte del motivo religioso para ejercer una interpretación carnavalesca donde el tránsito del mesías casi pasa desapercibido entre el tumulto y el jolgorio de la muchedumbre. Las caras están pobladas de expresiones maximalistas, exageraciones emotivas que adelantan de alguna forma el expresionismo munchiano que arribó años más tarde. Son obras radicales, que producen un efecto certero en el espectador, de un atrevimiento sincero que no puede dejar indiferente a nadie.

Una imagen de 'Please, Touch the Artwork 2'

Please, Touch the Artwork 2 es una experiencia concisa que sabe perfectamente cuándo es el momento de plegar velas. Es un ejercicio de divulgación interactiva del patrimonio artístico de un país y la certificación de que iniciativas de este calibre hacen mucho más por la apreciación nacional e internacional del mismo que incontables y encorsetados talleres educativos que no tienen más recorrido que la satisfacción entusiasta de sus conferenciantes. La clave en este caso es haberlo hecho sin pontificar desde un púlpito, sino creando un entorno apropiado donde la contemplación pudiera surgir de manera honesta, sin imposiciones de ningún tipo. Ojalá las entidades públicas de otros países tomaran nota y se apuntaran a celebrar las efemérides de su acervo cultural de manera análoga.