Sin título, 2010

IVAM. Guillem de Castro, 118. Valencia. Hasta el 18 de junio

Una cincuentena de trabajos que, desde la actualidad, se remontan hasta finales de los años sesenta, exponen la relevancia de Helena Almeida (Lisboa,1934) en esta exposición del IVAM. Lienzos, dibujos y proyecciones, con la fotografía como recurso preponderante, desgranan muy concienzudamente la dimensión del trabajo de esta artista, aún a partir de un reducido número de obras con propensión retrospectiva. Es precisamente ese minucioso extracto y su cuidadosa puesta en escena, lo que hace de esta muestra un espacio enorme para poder relacionarse de manera natural con la artista.



La obra de Helena Almeida condensa, en gran medida, las cuestiones centrales de las prácticas artísticas que emergen entre los años sesenta y setenta, y que se dilatan hasta el momento. Estas cuestiones tienen que ver no sólo con el lenguaje del arte en profunda transformación durante aquel período, sino también en relación a los temas tratados. El abandono primero del lienzo, la incorporación inmediata de la fotografía, así como el video y el uso recurrente del cuerpo como material artístico y experiencia vital sobre el que se asentaría todo su trabajo como mujer artista, proyectaron su obra hacia un presente que se muestra revelador en esta impecable exposición.



Helena Almeida inició su dedicación al arte como ayudante de su padre, el escultor Lepoldo Neves de Almeida, antes de formarse en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Lisboa. En París, entra en contacto con la deriva del arte de finales de los sesenta, absorbiendo sus mutaciones y haciendo propios los comportamientos artísticos de esos años. Considerada como una de los más importantes artistas contemporáneos portugueses, su trabajo alcanzó notoriedad tras la participación en la Bienal de Venecia en 1982 y 2005. Con exposiciones en el CGAC (2000), en la Fundación Telefónica (2008) y en el MEIAC (2009) la obra de Almeida ha sido mostrada regularmente en España en las galerías Helga de Alvear (Madrid) y Estrany-de la Mota (Barcelona).



Vista de la exposición

Con las primeras obras de finales de los sesenta, esos lienzos y bastidores en proceso deconstructivo, Helena Almeida trasciende el formato del cuadro como ventana y la pintura como fin último de la representación, para dar paso a la acción, en un momento crucial para el arte. Junto a estas obras, la exposición que ahora podemos ver en el IVAM presenta las primeras experiencias fotográficas de la artista, medio en el que mantendrá su pulso creativo hasta la actualidad. Sujeta aún en esas fotografías a los caprichos del pincel, las series Pintura habitada (1975 y 1977) y Estudio para un enriquecimiento interior (1977 y 1978) abren un campo experimental extraordinario, a partir del cual el espectador puede reconocer con claridad la relevancia de su obra y transitar con emoción por lo que está por llegar. El humor, algo sutilmente implícito en su trabajo, como también los tintes dramáticos, se dejan ver aquí y más adelante, como una doble disposición mediante la que se desdibujan contornos precisos a los que agarrarnos. Esto hace su obra, a menudo, ambigua y particularmente interesante no sólo en relación a la libertad con la que usa las técnicas, sino también respecto a un trasfondo dudoso desde el que asoman inquietantes sacudidas.



Pendiente de la mano, y más allá de la pintura, se presenta la serie menos conocida de sus delicados trabajos de crin y tinta sobre papel y las fotografías Ouve-me (1979), así como la proyección Vé-me (1979). Ver, escuchar, tocar..., los cinco sentidos alteran su fisicidad para remover una identidad cambiante. Sobre ello, se asientan obras posteriores como A onda (1997) y el impresionante despliegue de Dentro de mim (1998), en las que el retrato y las manos bajan al suelo, como lugar de experiencias más complejas. Aquí, el espacio se convierte en permanente laboratorio de tentativas, y la pintura que fue se hace escultura, instalación, fotografía y video. Un espacio de integración que lleva el arte a ser sentido desde su naturaleza diversa. La maravillosa proyección Semtitulo (2010) y la fotografía que la acompaña, como también el díptico Desenho (2012), junto a la extraordinaria serie última Seduzir (2002), culminan con una sorprendente proyección. Y con ello, tan pronto cabe esbozar una sonrisa como sentir un vaivén en el estómago. Finalmente, dos vitrinas con trabajos sobre papel descubren aspectos que, no siendo tan evidentes en las fotografías, se ven aquí libres en su reducto intestinal. Lo mínimo, el gesto contenido, lo reducido y serial, el blanco y negro y la administración de la imagen, todo aquello que desde los conceptualismos primeros pudieran resultar áridos, son en esta exposiciónfecunda expresión de sentimientos.