Vista de la exposición

Galería ADN. Enrique Granados, 49. Barcelona. Hasta el 9 de marzo. De 1.800 a 15.000 euros.



Si tuviese que buscar un adjetivo para calificar a la artista Núria Güell sería el de valiente. A la vista de sus trabajos es evidente que es una persona comprometida social y políticamente, y que tiene interés tanto en desvelar las miserias y mentiras del sistema económico y, aparentemente, democrático en el que vivimos, como de subvertirlas, darles la vuelta, mostrar sus subterfugios y actuar a la contra. También muchas personas y artistas son comprometidos, pero Núria Güell es valiente y si tiene que jugársela, se la juega. A finales de los 80, Jeff Koons marcó la línea de lo que significa implicación y compromiso en arte: una cosa era teorizar sobre la pornografía y otra casarse con una actriz porno como Cicciolina.



En el caso de Núria Güell la distancia está entre pensar que la ley de extranjería implica considerar que hay ciudadanos de primer orden (en el primer mundo) y otros que no lo son y que sus países de origen se convierten en destino de turismo sexual para los del primer mundo; y montar un jurado con jineteras cubanas para encontrar un marido cubano que casándose con ella obtenga permiso de residencia en España. Por si quedaba alguna duda el proyecto lleva por título Ayuda Humanitaria.



Vista de la exposición

En su primera exposición en la galería ADN de Barcelona, titulada Alegaciones desplazadas, Núria Güell presenta hasta ocho proyectos en los que pone en evidencia no sólo su voluntad por denunciar y cuestionar las injusticias en el sistema actual, sino también su compromiso. Desde casarse con un cubano, con el que todavía está unida legalmente, hasta organizar una serie de conferencias con Lucio Urtubia, Enric Duran y el economista Qmunty en las que explican estrategias para subvertir el sistema monetario y bancario. Y, en paralelo, fabular con el célebre ladrón de bancos español encarcelado en Portugal y apodado El solitario el atraco a una sucursal bancaria. Aquí quien queda retratado es el propio sistema del arte en relación con el sistema económico puesto que lo que está a la venta es la llave de una caja de seguridad en la que se guarda el plan de atraco del propio banco en el que está la caja. Así que sólo el comprador sabrá como realizarlo. No hay más información, sólo la llave.



Esa escueta llave es cómo un índice que acarrea todo el contenido del proyecto. En otros casos, la artista multiplica la documentación, por ejemplo, mostrando todas las cartas que ha intercambiado con los presos españoles calificados como FIES, confinados en total aislamiento aplicando un limbo en la legislación penal española, en las que explican sus condiciones de vida y denuncian a la administración. Este despliegue de documentación podría recordar proyectos de Hans Haacke como en el que recopilaba información sobre los procesos de especulación inmobiliaria en Nueva York. Sin embargo, las propuestas de Núria Güell no se significan especialmente por realizar un revisionismo de las estrategias del arte conceptual, básicamente porque la parte formal está muy alejada de proyectos como los de Hans Haacke. En esa revisión, por ejemplo, se situarían artistas como Santiago Sierra y su insistencia en la fotografía en blanco y negro.



En el caso de Núria Güell lo del arte parece ser lo de menos. Y esa es la mejor noticia: la que califica su implicación. El arte es, simplemente, el medio para poder intervenir, para colarse por esos pretextos del sistema, para evidenciarlos y denunciarlos, y para poder comprometerse, personalmente, en un proyecto vital político y social. Un proyecto en el que el arte también queda desnudo.



Nacida en 1981 en Barcelona, Núria Güell se formó a caballo entre su ciudad natal y La Habana. En 2009 participó en su X Bienal, en 2010 en la Bienal de Pontevedra y de Liverpool y, en 2011, estuvo presente en la Trienal de Tallin y en la Bienal de Liubliana. Su obra se ha mostrado en museos de La Haya, Madrid, París y Nueva York así como en diversos centros autogestionados.