Aitor Saraiba: Let me Kiss you, 2012. Foto: Carlos Granados

CA2M. Av. de la Constitución, 23. Móstoles (Madrid). Hasta el 21 de abril.



Toma la música pop como es: un territorio resbaladizo construido sobre experiencias de emoción personal extrema y sentimiento de comunidad que late entre la mente y el cuerpo. Mundo fantasma que por un lado debe asociarse con lo adolescente, lo ingenuo y banal, lo apolítico o, peor, lo integrado en los modos de pensamiento y poder dominantes. Porque hace tratos con estrategias de poder vertical destinadas a canalizar el potencial de energías y resistencias de ese segmento social juvenil: adormideras para el joven pueblo. Los que así lo quieren, ninguneado y anestesista, se encargan cada poco tiempo de recordarnos tales consonancias. Pero cómo olvidar que a la vez es un archipiélago de alternativas a los modelos de pensamiento y moral oficiales. Laboratorio estético en primera línea de fuego, con un pie dentro y otro fuera del establishment, donde se elaboran también diseños de vida e identidad, formas de relación y agitación colectiva, economías, yoes o familias paralelas.



Vista de la exposición. Foto: Carlos Granados

Esta colectiva concebida y cuidada por alguien tan indicado para la labor como Iván López Munuera, dado el extasiado conocimiento que tiene de esos po(p)deres, se ajusta a la posición del CA2M hacia los campos de fuerza de las culturas pop y su influencia, tan esencial como poco estudiada, en la creación plástica y sociopolítica contemporáneas. Sin embargo, el panorama que erige no pretende retener, coagular, museificar ni oficializar un discurso ajeno y contrario a tal clase de parálisis sino, al contrario, abrir las puertas y ventanas del Centro de arte a las corrientes que agitan la vida fuera de él. Ese es el primero de los diversos aciertos de la muestra.



Munuera desenvuelve esa postura hacia lo pop, tomándolo como microscopio para penetrar en contextos presentes. La intención de su comisario no se queda en la descripción y puesta en valor de todos esos aspectos. El recorrido que propone repasa de modo sistemático el consenso sobre la influencia de esas músicas en el arte contemporáneo de las últimas décadas pero no se detiene entonces: su poliédrica exposición desentrama cómo esa influencia viene marcada por el modo de asumir lo político en muy diferentes modos por parte de la música popular urbana y todas las partículas que rodean su núcleo (diseño e industria de portadas y utensilios diversos, comunicación mediática normal y alternativa, marketing, etc.)



Till Gerhard: Helter, Skelter, Shelter, 2005-2007. Foto: Carlos Granados

Para ello plantea un sistema modular de cinco bloques que quieren funcionar como ejes temáticos generadores de discusión. En el muy bien traído Espacios de felicidad extrema se fija en discotecas, salas de concierto y festivales o habitaciones de fans como lugares de fabricación de nuevos márgenes de experiencia vital y social. El pop como ámbito de socialización y celebración colectiva y experiencia estética construida por el oyente dentro de su intimidad. Destacan la magnífica caseta histórica de festividad trampa de Till Gerhard (resumen de aspiraciones y anclajes de la colectiva) y una facetada instalación de Luis Jacob. El pop es lugar de metáforas y ámbito simbólico donde el músico se convierte en personaje gracias a la fabricación más o menos consciente de alter egos y mitos y relatos paralelos del día a día son creados en común.



En El fan emancipado, acaso el tramo más logrado, se exploran los límites del fan como sujeto soberano que dispone el culto a la estrella a su manera y con sus propios propósitos de liberación personal. Hay una potente investigación de Aitor Saraiba sobre el fenómeno Smiths-Morrisey entre los latinos de L.A. y vídeos, de Jeremy Deller y Nick Abrahams sobre el culto desviado a Depeche Mode, de Lorea Alfaro escrutando el icono de Amy Winehouse, y de Luke Fowler sobre la Scratch Orchestra. Los cristales multifocales hechos con reciclaje y memoria, combinatoria y retroalimentación, que reinterpretan la realidad en flujo y caos de contradicciones aparecen en Cover Versions donde artistas como Icaro Zorbar, Lyota Yagi o Ruth Ewan se apoderan de diferentes aspectos de mecanismos tan intrínsecos a la música pop como el sampleado, la versión y reconstrucción como apropiación, desvío o ready made.



Momu y Noes: Soft Mud and The Fanboy, 2012

También aquí podría situarse a Pepo Salazar si bien la exposición lo sitúa en el módulo Del Samizdat al Agit Pop, donde se trata el asunto de los métodos y estética de los medios alternativos como fanzines y su relación con la propaganda de clandestinidad comunicada por la vía underground. Aquí no podían faltar dibujos de Raymond Pettibon o Robert Crumb pero destaca el dúo Jeleton y su re-lectura de la autoedición y la creación DIY. El quinto grupo de obras Cuerpos a 33 revoluciones, habitando por segunda vez es el que más descoloca porque se separa del aspecto musical y se encaja en otros del Pop como tejido permeable y reflectante que, por su naturaleza, absorbe lo real y lo devuelve travestido. La indumentaria y la transformación del cuerpo, biopolítica y reorganización de la cotidianidad mediante lo trivial, surgen aquí con alguna obra de indudable potencia como esa tremenda instalación en pared con obras del tándem asume vivid astro focus.



Una amalgama, imprecisa como una multitud, que prueba cómo los flujos entre música pop y arte, siempre activos, construyen un rico ámbito tanto deliberado como involuntario de experimentación plástica y un taller de ficción política.