Robert Rauschenberg en la Stable Gallery de Nueva York en 1953. Fotografía: Allan Grant. Life Magazine

Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 32. Madrid. Hasta el 17 de diciembre.

Abre el Museo Reina Sofía la nueva temporada de exposiciones con ésta dedicada a los muchos ecos de Antonin Artaud cuya influencia, en los años 50, fue decisiva en los movimientos de la neovanguardia de posguerra.

Puedo imaginar la consternación de muchos de los visitantes de esta exposición. Hay pocos cuadros y muchos textos, apenas esculturas y unas cuantas películas y audiciones. Y además ¡vuelve a estar Lygia Clark! Ya que se habían acostumbrado a la abstracción, el minimalismo y el object trouvé, ahora esto. Ni siquiera en los museos se puede ya encontrar lo que uno esperaba encontrar, obras de arte, en último término. Pero es que si en algo podríamos estar de acuerdo es en que la denostada postmodernidad artística es o era una revisión del canon moderno.



Una exploración del envés de su trama, un rescate luminoso de sus episodios más oscuros. Este es el trabajo en el que se ha comprometido el Museo Reina Sofía bajo el mandato de su actual director: contar la historia del arte de otra manera. Esto implica rehacer itinerarios, cambiar puntos de fuga y abrir las fronteras entre artes plásticas y otras creaciones. Advierto que el didactismo implícito y la exagerada dimensión de algunas de las exposiciones pueden convertir este proyecto en cargante, demasiado exigente, a veces más parecido a un texto ilustrado que a una experiencia estética. Pero, a mi juicio, el riesgo vale la pena. La otra alternativa era continuar hasta el infinito siguiendo el rastro de Picasso y Duchamp.



Francois Dufrene en el Recital de Poesia Letrista, 1964

Espectros de Artaud cartografía la huella dejada por este poeta, actor y dibujante (además de figura fundamental en la renovación del teatro), en la década de 1950. Artaud (Marsella, 1896 - París, 1948) era de una cordura precaria, pero supo diagnosticar la enfermedad de la sociedad de su tiempo. Y le recetó purgarse de la razón y del arte, y, sobre todo, del yo. Por su parte, pasó por varios sanatorios mentales, fue adicto al opio y vivió en México con los indios tarahumara tratando de experimentar lo sobrenatural. Murió en 1948, pero entregó el testigo de una particular visión del lenguaje, el cuerpo y la participación del espectador (o su anulación como tal) que exploraron hasta el límite una serie de artistas, fundamentalmente en Francia, Estados Unidos y Brasil. La exposición discurre sobre tres ejes: "De las letras a los sonidos corporales", dedicada básicamente al Letrismo, cuyos miembros, Isou, Pomerand y Dufrene se obstinaron en vaciar el lenguaje de significado -o colmarlo- inventando para ello sus extraordinarias novelas metagráficas, redactadas en un alfabeto de su invención.



Por su parte, "Indeterminacion, Theatre Piece 1" alude a la pieza homónima realizada por John Cage en 1952 (probablemente el primer happening de la historia) que se inspiraba en la obra de Artaud El teatro y su doble. Participaron en el experimento Rauschenberg, Franz Kline, Cunningham, Olson y David Tudor, por lo que la onda expansiva impulsó la renovación de la danza, la poesía y la pintura.



Por último, "Impurezas concretas" que alude al movimiento de Poesía Concreta fundado por los hermanos Campos y Décio Pignatari en 1952. Aquí la influencia de Artaud es menos directa, pero también detectable, a partir de las aportaciones del poeta y crítico Ferreira Gullar, que les propuso la espacialización del lenguaje y la activación del cuerpo frente a él. Próximos a ellos, Lygia Clark y Helio Oiticica (que decía de sí mismo que era hijo de Nietzsche e hijastro de Artaud) exploran la interacción entre cuerpo y obra de arte. Finalmente, como eco de la crítica de Artaud a la psiquiatría, conoceremos la figura de Nise da Silveira, psiquiatra disidente y creadora del Museo de Imágenes del Inconsciente.