Sin título, 2011

Museo Picasso. San Agustín, 8. Málaga. Hasta el 27 de junio.

Es de sobra conocido cómo en su última época, Picasso, casi octogenario, se vuelca obsesivamente en la reinterpretación de los maestros del pasado. De Las Meninas de Velázquez, por ejemplo, elabora decenas de variaciones en 1957. De Le déjeuner sur l'herbe de Manet realiza casi treinta telas, más de cien ilustraciones y otros tantos bocetos en los tres años siguientes. Del mismo modo que el malagueño rompe los cánones y reinventa una imagen nueva de los clásicos en su particular revisión de la Historia del Arte, en esta exposición Richard Prince (Canal de Panamá, 1949) aprovecha la imaginería picassiana para revisar con sus mismas armas al artista-icono por excelencia.



La muestra se bifurca en dos campos intertextuales que funcionan a distinto nivel. Por un lado, una serie de grandes cuadros sobre los que ha ido pegando fotos de asépticos desnudos femeninos extraídos de libros de anatomía o manuales de pintura. Al intervenir sobre ellos, Prince los convierte en sensuales danzantes que incitan al deseo, una voluptuosidad inherente al cuerpo de mujer propia de la figura que las inspira, cuyos grotescos personajes están imbuidos también de cierto pathos inexplicable. Hay en algunas reminiscencias de Las Señoritas de Avignon. Aún pecando de reiterativa en algunos tramos, el juego de espejos funciona. Más interés demuestra el segundo conjunto, compuesto por páginas arrancadas de libros con reproducciones de retratos hechos por Picasso. En ellas se ha modificado su sentido al colocar sobre las caras, a modo de collage, un papel sobre el que se han dibujado otros rasgos distintos a los que había. Como contrapunto a estas obras recientes, se presenta también una selección de grafitos y acuarelas de hace cuatro décadas, pequeños apuntes de juventud que constatan la admiración que Prince sentía desde sus inicios por Picasso.



Esta extraña incautación en forma de homenaje que presenta en primicia el Museo Picasso de Málaga, forma parte de la habitual estrategia apropiacionista que Prince viene practicando desde finales de los 70, una táctica polémica con la que recontextualiza imágenes cotidianas tomadas de los medios o de la publicidad para, a través de la manipulación y la síntesis, cuestionar conceptos como autoría y autenticidad, así como la construcción del imaginario simbólico de la sociedad actual y de la clase media estadounidense. Un método de trabajo que alcanza su culmen con la excepcional serie Cowboy (1980-1992) inspirada en los anuncios de Marlboro, fotografías a través de las cuales se traslucen estereotipos que conforman un país.



En esta exposición, Prince se enfrenta a Picasso desde Picasso, utilizando para reexaminar este emblema contemporáneo de la cultura de masas convertido en símbolo del arte, las mismas maniobras de fagocitación de las que servía él para adentrarse en las creaciones de otros grandes pintores. Un ejercicio de antropofagia que no es más que un circunloquio satírico que empieza y termina en el mismo punto clave.